viernes, 8 de enero de 2016

Rol de desgracias y un biscúter sobrecargado





Por F. Tobajas Gallego me entero de que en el cementerio de Calatayud existe una sepultura con el emblema de Correos, que señala: “A la memoria de su infortunado compañero D. Antonio del Pueyo Medarde, que en el cumplimiento de su deber halló su muerte el día 23 de junio de 1904, en el descarrilamiento de Entrambasaguas. R.I.P. Los empleados del Cuerpo de Correos”. Para mí que el accidente ocurrió un día antes, es decir, el 22 de junio, si hacemos caso a la Comisión de Investigación de Accidentes Ferroviarios (Ministerio de Fomento) que existe desde 2007 y donde llevan cuenta de todos los sucesos ferroviarios desde la implantación del ferrocarril en España en 1848. El primer accidente tuvo lugar el 28 de noviembre de 1852 en las inmediaciones del kilómetro 4 del ferrocarril Madrid-Aranjuez, es decir, en Vallecas, entre el Cerro Oscuro y un puente ferroviario por el que se salvaban las aguas del Manzanares, a la altura de la actual estación de mercancías de Santa Catalina. En aquel accidente, la locomotora y el primer coche de la composición de un tren de viajeros que de Madrid se dirigía a Aranjuez cayeron por un terraplén, resultando muertos el fogonero y el interventor que prestaban servicio. Ya no hubo otro accidente por hundimiento de puentes hasta 1855, cuando el puente de la línea Madrid - Alicante sobre el Arroyo Abroñigal, situado a dos kilómetros de Madrid, se hundió al paso de una locomotora, a consecuencia de haberse visto afectada su estructura por una fuerte crecida del caudal de dicho cauce provocada por una intensa tormenta. Los seis agentes que viajaban en la locomotora fueron arrastrados por la corriente, pereciendo cinco de ellos. La locomotora acudía en auxilio de un tren de mercancías ascendente que había quedado detenido en el kilómetro 5 de la línea a causa de hallarse la vía inundada por la crecida del río Manzanares. Desde aquel accidente hasta hoy se han producido en los ferrocarriles españoles unos ciento noventa siniestros con cinco o más víctimas fatales; de ellos, en aproximadamente 85 hubo 10 fallecidos o más, y en unos 35 la cifra de decesos superó la veintena. Pero tampoco habrá que hacer mucho caso a las estadísticas, casi todas ellas censuradas en la prensa durante el franquismo. En cualquier caso, el primero de esos accidentes posteriores aconteció el 7 de octubre de 1863 en la provincia de Gerona y uno de los más recientes, por el impacto que produjo, sucedió en Angrois, en las cercanías de la estación de Santiago de Compostela, el 24 de julio de 2013. Pero lo señalado por F.Tobajas Gallego hacía referencia, y a eso iba,  cuando el puente sobre el arroyo Pancrudo, situado en el paraje denominado Entrambasaguas y entre las estaciones de Calamocha y Luco de Jiloca (Teruel), se hundió al paso del correo número 6 de la compañía del Ferrocarril Central de Aragón, que desde Valencia se dirigía a Calatayud. Los estribos del puente (un pequeño pontón de 12 metros de largo y 4,5 de altura) se vieron socavados por la corriente del arroyo crecido a causa de una tormenta y cedieron al paso del convoy. La locomotora del tren y varios coches cayeron al agua y posteriormente la mayor parte del tren se incendió. Seis personas fallecieron y cerca de una veintena resultaron heridas. Algo similar ocurriría tres años más tarde (25 de noviembre de 1907) cerca de Cambrils (Tarragona), cuando el puente de ferrocarril Valencia-Tarragona se desplomó sobre la riera de Riudecanyes al paso del expreso Valencia-Barcelona, cayendo todo el tren al río. Murieron 15 personas y 51 resultaron heridas de diversa consideración. Ya no hubo más hundimientos de puentes hasta el 30 de agosto de 1947, cuando se hundió uno en la línea Santander-Mediterráneo, entre Clarés de Ribota y Villarroya de la Sierra (Zaragoza), al paso del tren correo Soria-Calatayud. Cayeron al agua el furgón postal y un coche de tercera clase. Murieron 14 viajeros, casi todos  ahogados, y otros 60 resultaron heridos. Pero, de entre todos los casos que conozco, el más curioso, aunque no menos tétrico, tuvo lugar cerca del barrio de Oreiti, (Álava), cuando un automóvil modelo “Biscúter”, en el que viajaban seis personas, fue arrollado en un paso a nivel por una locomotora que circulaba aislada. El vehículo fue arrastrado más de seiscientos metros y todos sus ocupantes resultaron muertos. Y digo que me parece el más  curioso porque no acierto a comprender cómo un “Biscúter” de la época podía transportar a seis personas. No termino de entenderlo.

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