sábado, 9 de enero de 2016

Sarna con gusto, no pica





El diario ABC cuenta las últimas apariciones de don Juan Carlos de Borbón como si se tratase de las apariciones de Lourdes. En este sentido, ese diario madrileño señala sobre el anterior Jefe del Estado que “aunque con una agenda más reducida, ha realizado varios viajes fuera de España y ha aparecido por sorpresa en algunos actos como el Rastrillo Nuevo Futuro”. Y coloca, para aquellos lectores que deseen relamerse en su contemplación, 14 fotografías de sus últimas apariciones públicas: con  César Alierta y Cristina Garmendia en Buenos Aires; en la misa en El Escorial por el alma del infante Carlos de Borbón-Dos Sicilias; con Mauricio Macri, presidente de Argentina…, etc. A mi entender, el rey emérito (al menos, así le denominan) puede ir y venir donde le venga en gana, como lo puede hacer mi vecino de escalera, Rodríguez Zapatero, David Trueba, o la ganadora de la última edición del programa televisivo “Gran Hermano” cuyo nombre desconozco. Aquí lo que interesa ahora es saber qué futuro nos espera a los españoles, es decir, si se hace un pacto a la alemana, un pacto a la portuguesa, o si volveremos a las urnas para  mejorar/empeorar las cosas. En su Astrolabio (diario ABC) Bieito Rubido señala que “los pactos son una de las expresiones más nobles y eficaces del sistema democrático. Pero esos acuerdos son perversos cuando se hacen a espaldas de la mayoría social. No es lo mismo una alianza amplia y responsable entre PP, PSOE y Ciudadanos que una olla a presión de once partidos, en cuyo seno se guarecen vocaciones separatistas y tentaciones totalitarias”. No, no es lo mismo, señor Rubido. Pero, ¿cómo se resuelve el entuerto? Aquí todos sabemos qué ha manifestado en la urnas esa “mayoría social”; es decir, los votantes, genuinos dueños de la soberanía en una Monarquía Parlamentaria. Si los pactos, como así lo entiende Rubido, son las expresiones más nobles y eficaces del sistema democrático, dejemos que los acuerdos entre los grupos parlamentarios se produzcan sin la olla a presión de Merkel de por medio. Ya lo dice el refrán: sarna con gusto, no pica. Como decía al principio, el ciudadano Borbón puede circular a su antojo y hacer y decir aquello que le venga en gana. Es libre como una alondra, al haberse liberado del peso de la herencia recibida en su día de Franco. De la misma manera, y pese a esa reinstauración borbónica impuesta por un dictador desalmado, a los españoles nadie nos podrá impedir que seamos dueños de nuestro destino.

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