martes, 26 de enero de 2016

Sobre apellidos, blasones y bulas





Según datos del INE correspondientes a 2013, el apellido más común en España es García, (millón y medio de personas) seguido de Fernández, González, Rodríguez y López. Pero, curiosamente, 335 ciudadanos se apellidan Trabajo y 50 se apellidan Parado. El apellido Borbón hace referencia a  341 ciudadanos, según  Padrón Continuo a fecha 01/01/2014, con este desglose: Asturias, 8; Baleares,5; Barcelona, 60; Castellón, 5; Huesca, 77; Lérida, 23; Madrid, 56; Murcia, 6; Las Palmas, 6; Pontevedra, 5; y Zaragoza, 62. Como puede observarse, estos números no cuadran con la cifra total. Ello es debido a que por secreto estadístico sólo se muestran los apellidos cuya frecuencia es mayor de 5 en alguno de los dos apellidos para el total nacional, es decir, que existen 28 apellidos Borbón más que los 313 considerados en ese desglose estadístico. Y un estudio llevado a cabo por el demógrafo Alejandro Macarrón Larumbe señala que los 5 apellidos más comunes en Cataluña son García, Martínez, López, Sánchez y Rodríguez. O dicho de otra manera: los 33 apellidos más frecuentes en la provincia de Barcelona son de ascendencia española y entre los veinte principales solo 4 son catalanes en Gerona y 5 en Lérida. Por cierto, los apellidos no tienen escudos. La razón es simple: primero, porque no todos ellos (Gómez, García o Domínguez) tienen el mismo origen; y, segundo, porque son las personas y las familias las que adoptan o heredan un blasón. Eso lo digo para los horteras (y no me estoy refiriendo a cazuelas de palo ni a mancebos de ciertas tiendas de mercader) que colocan el blasón de sus apellidos (genéricos) en la entrada de casa sin venir a cuento, o como el que coloca en la pared del cuarto de estar un diploma de Cocina extendido por la Sección Femenina del Movimiento. Los escudos del apellido son un timo para tipos de pan pringado, y los rancios diplomas se me antojan lo más parecido a aquellas bulas papales que  permitían durante el nacionalcatolicismo poder comer carne en los días de Cuaresma que no fueran viernes. Lo malo es que por aquellos tiempos de pastoreo y brazo en alto de Eguino y Trecu, Plá y Deniel o Isidro Gomá  había en las mesas humildes más grasas e hidratos de carbono que proteínas, salvo que se dispusiera de corral con conejos, gallinas y cochino que matar. No existió en los países de nuestro entorno europeo otra iglesia más intrusa ni con más privilegios. Ni más hambre, o sea.

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