jueves, 11 de febrero de 2016

Cocidito madrileño




A propósito de las calles que deben eliminarse del callejero de todas las ciudades y pueblos de España de acuerdo con la Ley de la Memoria Histórica, señala Arcadi Espada en El Mundo algo que parece evidente: “El franquismo no puso una calle a García Lorca por la sencilla razón que lo había matado”. Y también escribe algo por todos sabido: “Los españoles no se avergonzaron abrumadoramente de Franco como los alemanes de Hitler”. (Por cierto, hoy me entero de que la Complutense dejará de asesorar a Carmena sobre la quita de calles franquistas, en las que existen –según esa Universidad- nombres “de talla universal”). Como digo, de ahí que el ensalzamiento de su memoria por parte de ciertos nostálgicos no constituya delito alguno y esté comprendido dentro de lo que se considera apología del terrorismo, como es el caso de la durmiente ETA. “El franquismo –señala Arcadi Espada- fue un régimen nacido de una victoria militar, basado en la extinción o el arrinconamiento de una parte de los ciudadanos. De ahí que uno de sus primeros trabajos fuera borrar todo signo de la existencia política, cultural o sociológica de millones de españoles”. Pero lo malo de todo eso es que el Partido Popular, que nunca condenó aquel régimen, anda todavía dando lecciones de democracia y señalando qué partidos son “antisistema”. Sartori define como “partidos antisistema” a aquellas organizaciones que ingresan en la arena electoral con el propósito de deslegitimar al sistema existente sosteniendo uno alternativo. De cualquier manera, quizá no estuvo acertada la lista que la comisión de la Complutense hizo sobre rótulos a quitar en las calles de Madrid. En “El potaje madrileño”, dentro de las páginas de El País, Andrés Trapiello pone un ejemplo claro de ello, el caso de Muñoz Seca: “El mismo 18 de julio de 1936 salió al escenario del teatro Poliorama de Barcelona, donde se representaba su obra La tonta del rizo, y anunció a los espectadores, al grito de ‘¡Viva España!’, la sublevación de los militares en África. Lo detuvieron y lo metieron en la cárcel de San Antón, de Madrid, de donde salió tres meses después para ser asesinado en Paracuellos, a manos de verdugos que jamás pagaron por ese crimen. Participó en la Guerra Civil tanto como Rodríguez Zapatero, Iglesias o yo mismo”. También es verdad. Al césar lo que es del césar.

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