lunes, 28 de marzo de 2016

Tortilla de guerra con patatas simuladas





El martes posterior al Domingo de Resurrección, es decir, mañana día 29, los turolenses festejan la fiesta de El sermón de las tortillas, una costumbre con varios siglos de antigüedad en la que los vecinos de Teruel celebran el martes de Pascua con una comida al aire libre en los alrededores de la ciudad. El origen de esta tradición se remonta a los tiempos de la fundación cristiana de la ciudad cuando el martes de Pascua, según lo dispuesto en los Fueros de Teruel, los ciudadanos elegían los cargos que con carácter anual regían la Ciudad del Turia. Ello me da pie para comentar que la receta de “tortilla de guerra con patatas simuladas” se la debemos a Ignacio Doménech Puigcercós, que la publicó dentro de su libro “Cocina de recursos” (1941).Doménech conoció a Teodoro Bardají en la Biblioteca Nacional y colaboraron juntos en diversos artículos sobre cocina. Editó una veintena de libros sobre gastronomía y las revistas “La cocina elegante”  (1904-1905) y “El gorro blanco” (1906-1921 y 1921-1945). “La tortilla de guerra…” es ingeniosa en época de hambruna. En un espléndido trabajo sobre la figura de Doménech, escribe Joan Sella Montserrat:

Se trata de un engrudo compuesto, básicamente, de harina y la corteza blanca de las naranjas. Estas se remojan un mínimo de dos horas para neutralizar el sabor cítrico y, posteriormente, se fríen como si fueran patatas, tubérculo que el autor denomina “brillante de la cocina”, en el contexto bélico aludido. Naturalmente, si las naranjas son simuladas, los huevos –a cincuenta pesetas la docena- también: harina, bicarbonato y ajo hacen las veces del alimento proteico. Todo funcionará ante los comensales “siempre que no vayan contándoles monadas al que tenga de comerla”. Un trampantojo culinario del que Doménech no puede sentirse orgulloso, pero sí justificar: “Entonces se aprendió a cotizar muchas cosas y, sin aquellas graves circunstancias [la guerra], nunca se hubiera comprendido esta nueva modalidad de cocina […]”.  La segunda parte de “Cocina de recursos” está constituida por una meticulosa y triste crónica de las comidas que hacía –o intentaba hacer- el autor en “restaurantes, hospederías, fonduchos, bares, tabernas, pensiones, casa particular de selección, hasta las tascas de peor catadura de la capital barcelonesa, en los años de 1937-1938. El relato se articula a través de quince almuerzos y quince cenas “con el único fin de poseer, de tan dolorosa época, un autentico documento del ramo de la alimentación de aquellos días”. A lo largo del deambular del autor en busca de platos imposiblemente apetecibles en establecimientos públicos en la Barcelona bélica, sometida a precios astronómicos en el valor de sus alimentos y hambrienta, dos frases retumban en la mente de Doménech y del lector: “el mal humor estaba de moda” y “aquello no era más que morir viviendo”.

Doménech llegó a hacer buñuelos de crisantemos. Y es que hay que ponerse en aquel tiempo de escasez. En las casas de comidas faltaba de todo y a precios imposibles de asumir: poco antes de la guerra un menú convencional completo costaba en Barcelona 6 pesetas con 65 céntimos. Dos años después, en 1938, ese mismo menú costaba 32 pesetas con 20 céntimos. Alguien dijo, a mi entender con acierto, que cuando no hay alimentos de lo único que se habla es de comida. Carlos Azcoytia señala en un serio ensayo:

En los últimos meses de la Guerra Civil en zona republicana, el caos se fue apoderando del abastecimiento de los suministros, así como en los  tres o cuatro años siguientes al final de la contienda donde las mujeres hacían colas agotadoras de hasta 12 horas para conseguir un litro de leche, que sólo daban con receta médica, o lo que esa semana estaba estipulado para las cartillas de racionamiento […]. El 6 de marzo de 1939 un Decreto del Servicio de Aduanas autorizaba la fabricación de productos sucedáneos: el café podía hacerse con  achicoria tostada y molida, etc.

Hasta que un alimento de fácil acceso causó estragos entre la población más pobre: la almorta. Pero sobre ello escribiré otro día.

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