viernes, 1 de abril de 2016

Dificultades inexistentes





Ayer leía en El Periódico de Aragón y en www.calatayud.org/ que “el Obispado de Tarazona ha comunicado por carta al Ayuntamiento de Terrer [provincia de Zaragoza] que no se opone a la retirada de una lápida de la época franquista que aún campea en la fachada de la iglesia parroquial de esa localidad”. Con anterioridad, el citado Ayuntamiento, que preside el alcalde del PP Tomás Escolano, se había dirigido al Obispado para “lavarse las manos”, tras una moción fracasada de los ediles socialistas durante un pleno municipal para que se respetase la Ley 52/2007 de 26 de diciembre. Precisamente ayer, el grupo parlamentario del PSOE en el Senado acusaba al Gobierno en funciones de “enterrar” la Ley mencionada por razones ideológicas. De hecho, el portavoz socialista en la Comisión Constitucional, Francesc Antich, presentó dos mociones en el Registro del Senado para que se recupere esa Ley con dotación presupuestaria suficiente, y para la reconversión del Valle de los Caídos, que está “sangrando” a Patrimonio. En opinión de Antich, “el PP ha tratado de disfrazar con la crisis una decisión absolutamente ideológica, que no es otra que seguir manteniendo la división entre vencedores y vencidos, desoyendo sus posiciones más moderadas y haciendo caso a las más radicales". La cosa es evidente: los actuales miembros del PP, que mantienen “apuntalado” un agónico Gobierno en funciones y que contemplan en silencio el  vergonzoso “enroque” de un Rajoy valeinclanesco son, en gran medida, los nietos de aquellos otros tipos que aplaudieron con las orejas el golpe de Estado de Mola y  Franco; y los hijos, también en gran medida, de aquellos que se aprovecharon de las prebendas de despachos oficiales como “trofeo de guerra” contra el arrasado Estado de derecho, es decir, contra la II República. Los obispos, que con el cardenal Isidro Gomá al frente, ensalzaron el triunfo del nuevo dictador en la madrileña iglesia de Santa Bárbara y, que posteriormente sacaron de de aquella iglesia al sátrapa bajo palio, (hasta entonces sólo reservado al Santísimo Sacramento y a los reyes) permitieron que en las fachadas de todas las iglesias de España se colocaran  lápidas en recuerdo de los caídos de cada pueblo por el lado rebelde, debajo del nombre de José Antonio Primo de Rivera, el Ausente, que disponía de letras de mayor tamaño. Por cierto,  aquel 20 de mayo de 1939 se habían trasladado a la iglesia de Santa Bárbara nada menos que objetos que recordaban la gesta de la Reconquista contra los musulmanes: el Arca Santa de Oviedo con las reliquias de Pelayo, las cadenas de las Navas de Tolosa,  y la linterna del barco de Juan de Austria en la batalla de Lepanto. “El momento culminante de la celebración religiosa –según dejó escrito Javier Tusell- fue el acto de Franco de depositar la espada victoriosa ante el Cristo de Lepanto, traído de Barcelona para la ocasión” (…)  “El Jefe del Estado ‘imploró asistencia para conducir a este pueblo a la plena libertad’. Aquella tarde, curiosamente, presidió una reunión del Consejo de Administración del Banco de España, ocasión que aprovechó para atacar el espíritu de la Enciclopedia”. Choco aquello entonces, como choca ahora que el Obispado de Tarazona señale por carta a la Alcaldía de Terrer que “en sus archivos no hay constancia alguna de que la parroquia o la diócesis intervinieran directamente en la colocación ni instaron a que se hiciera”. En resumidas cuentas, la obligación del alcalde Escolano es que en el municipio que el administra se cumpla la Ley de la Memoria Histórica, que está en vigor aunque le pese. Basta ya de marear la perdiz con dificultades inexistentes.

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