martes, 5 de abril de 2016

Verdugos




Hoy, para animar un poco este martes lluvioso, voy a hacer referencia al oficio de verdugo, que por costumbre se solía heredar de padres a hijos. Es una de esas profesiones que ya no se estilan. Se fue amortizando sin apenas darnos cuenta. Al final ya sólo quedaban plazas para este tipo de funcionarios públicos en Madrid, Barcelona, Sevilla, Burgos y Zaragoza. Posteriormente desaparecieron las plazas de verdugo en Burgos y Zaragoza. De nada sirvió que en octubre de 1948 el BOE publicara convocatoria para cubrir una plaza. No hubo manera. Y como la cosa no se animaba, con la llegada de la democracia se abolió la pena de muerte definitivamente. Existe un documental de Basilio Martín Patino realizado en 1970, “Queridísimos verdugos”, donde se entrevistaba a esos tres últimos verdugos del tardofranquismo. Eran tranquilos, de apariencia normal, de esos tipos que parecen incapaces de matar una mosca. Ahora verdugo sólo es un apellido que tiene sus orígenes en Arévalo, como el apellido Carrasco, el que chupaba del frasco, que es equivalente a verdugo pero dicho en portugués. Una de las películas que más me gustaron en su día fue El verdugo, de Luis García Berlanga. Pero lo que desconocía era que el argumento de esa cinta de 1963, con guión de Berlanga, Rafael Azcona y Ennio Flaiano, estuvo inspirado en Florencio Fuentes Estébanez, que terminó con su vida colgado de un árbol en 1970. La última ejecución de Fuentes se había llevado a cabo en junio de 1953 en la prisión de Vitoria, y el condenado era un joven zapatero de Sodupe de nombre Juan José Trespalacios, al que tuvo que ajusticiar en Trespaderne. Entonces era titular de la Audiencia de Valladolid. Florencio Fuentes, nacido en Osorno en 1901. La única profesión anterior que se le conocía era la de obrero del campo. Al aceptar el puesto de funcionario, Fuentes estuvo de ayudante de Vicente López Copete, que le enseñó el manejo del garrote (Juan Eslava Galán (1993) “Verdugos y torturadores”. Madrid. Ediciones Temas de hoy). Como sucede en la película “El verdugo”, (donde José Luis (Nino Manfredi), yerno de Amadeo (José Isbert), finalmente acepta el puesto de su suegro en el convencimiento de que nunca se presentará la ocasión de ejercer su nuevo oficio). Florencio Fuentes siempre abrigó sentimientos de culpabilidad, y ello le causó un expediente disciplinario en 1952 por negarse a una ejecución. Un año después, abandonó la profesión definitivamente después de ajusticiar a Trespalacios. Alegó en un escrito que sus hijos (tuvo diez) sufrían acoso escolar por el oficio de su padre. Falto de recursos llegó a la mendicidad. Fuentes había tomado el relevo de Gregorio Mayoral Sandino. Juan Eslava cuenta en la novela antes citada que en una sola jornada, en 1944, Fuentes llegó a ejecutar a nueve condenados en la prisión de Barcelona. Eso es lo que se llama trabajar a destajo, difícil de entender en la actualidad en la labor de un funcionario público.

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