Nunca debe llegarse a las manos. Lo sucedido en Calatayud el
pasado sábado, donde el padre de un muchacho se enfrentó a otro por un asunto
estúpido relacionado con sus respectivos hijos,
ambos compañeros de clase, llena de estupor. Más aún, cuando tal
enfrentamiento tuvo resultado de muerte de uno de los padres. Se desprende de
la autopsia practicada que el fallecido tenía distintos hematomas cerebrales,
según cuenta hoy Heraldo de Aragón, “Tras la discusión --aclara esa fuente--, el
agredido, junto a su esposa y su hijo, se marcharon del lugar
apresuradamente, siendo alcanzados a unos 200 metros del parque,
donde el agresor llegó con su vehículo. Fue allí donde el agresor nuevamente lo
abordó y propinó varios golpes a la víctima, asegura el relato policial” (…) “En
la declaración del arrestado no estuvo presente la Fiscalía, por lo que
nadie pudo pedir la medida de prisión provisional. De hecho, tal y como pedía
el abogado de la defensa, la titular del Juzgado de Instrucción número 2
decretó la puesta en libertad del sospechoso sin fianza y con la única
obligación de comparecer en el juzgado cuantas veces sea requerido”. Y ahora
llega mi pregunta: ¿Dónde se encontraba el fiscal de guardia? A mi entender, el
fiscal de guardia tenía obligación de estar disponible en todo momento, con
independencia de que hubiese dos días seguidos de fiesta. No es de recibo que
el presunto autor del homicidio doloso fuese puesto en libertad sin fianza, con
la única obligación de acudir a los Juzgados cuantas veces sea requerido, al no
disponer la juez responsable del Juzgado número 2 de Calatayud la necesaria decisión
del fiscal en tales casos, como así está reglamentado. Al fiscal, a mi
entender, habría que pedirle explicaciones desde el organismo que corresponda.
A Consuelo Madrigal, fiscal general
del Estado, debo recordarle que los fiscales no deben estar “ausentes” en sus
obligaciones, menos aún cuando están de guardia, ni el presunto culpable de un
homicidio doloso debe seguir en libertad en un Estado de derecho.
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