jueves, 5 de mayo de 2016

La otra memoria histórica





Castrillo Matajudíos, en la provincia de Burgos, es un pueblo de 58 habitantes al que su alcalde, Lorenzo Rodríguez Pérez, tras consultar con los vecinos, decidió cambiarle el nombre por el de Castrillo Mota de Judíos desde las trece horas del 23 de octubre de 2015 de forma oficial. De la misma manera, también cambió su escudo. Es curioso que al libro de bautizos conservado en la parroquia le faltan las hojas que van desde  1492 hasta 1532. Alguien las arrancó para que no apareciesen, posiblemente, los nombres de los judíos conversos. El 25 de mayo de 2014 se había hecho una consulta popular (coincidiendo con las europeas) para tal cambio de nombre, con el visto bueno de la Junta de Castilla y León. Durante la Edad Media se había llamado Castrill de los Judíos. Con la toma de Numancia,  el año 133 antes de J.C., Burgos y todo aquello que hoy compone su provincia comenzó a ser romanizado. La toponimia burgalesa, en consecuencia, procede del latín. De la misma manera son latinos, o visigóticos, los topónimos derivados de castrum  (campamento fortificado) que a partir del siglo V se reemplazó por castellum: Albacastro, Castellanos de Castro, Pecalba de Castro, Castrobarto, Castroceniza, Castrogeriz, Castromorca, Castrovido, y los diversos Catrillos (de la Vega, del Val, de Murcia, de Riopisuerga, de Rucios y de Matajudíos). Hay otros topónimos germánicos, árabes, y de pobladores durante la Reconquista, Bascones (Condado de Treviño), etc. Así, los derivados de la voz latina castrum se reemplazaron por castellum, es decir, lo que más tarde derivaría al castellano en castillo y castil: Castil de Carrías, Castil de Lences, Castil de Peones, Orbaneja del Castillo, Urbel del Castillo, Itero del Castillo, y Moradillo del Castillo. Otros nombres derivan de torre: Tornadijo, Tordómar, Tordueles, Rebolledo de la Torre, etcétera; o por tudela, equivalente a fortificación: Santiago de Tudela, Santa María del Llano de Tudela, en el Valle de Mena  (comarca de Las Merindades y partido judicial de Villarcayo). En fin, Castrillo Matajudíos o Castrillo Mota de Judíos ha tenido incursiones desafortunadas en el rótulo que avisa del pueblo en la carretera y que, sin saber muy bien por qué, tiene intranquilos a sus escasos habitantes. Hay algunos individuos, a los que supongo de ultraderecha, que pretenden que el pueblo se siga llamando como antes y aprovechan la oscuridad de la noche para poner pintadas en la nueva rotulación. A mi entender, no habría que cambiar nada, es decir, dejar los nombres de los pueblos como estaban. Bastante sonrojo causa a los demócratas que al pueblo soriano de San Leonardo le añadiesen la coletilla de Yagüe, en honor al militar fascista responsable de los asesinatos en masa de Badajoz; o que el toledano pueblo de Azaña fuese cambiado por Numancia de la Sagra, en un vano intento de borrar del mapa el apellido del segundo presidente de la II República, don Manuel Azaña Díaz. En rigor, se podrán modificar los nombres de los pueblos, pero no su historia.

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