martes, 21 de junio de 2016

Másteres no habilitantes





Cae en mis manos el boletín Aragón Universidad y en la tercera página leo que “la Universidad de Zaragoza reducirá en un 20% el precio de la matrícula de la mayoría de los másteres”. Al fin –pienso- la llegada de Lambán a la Presidencia de la Comunidad Autónoma de Aragón ya va dando sus frutos. Pero un poco más abajo se señala que la  reducción se aplicará a los másteres no habilitantes, los que no son necesarios para ejercer. Mi gozo en un pozo. Y esas declaraciones las hacía el socialista, aupado al Pignatelli con los votos de Podemos, en la jura de cargo del nuevo rector, José Antonio Mayoral, el pasado 25 de mayo. En resumidas cuentas, que los másteres habilitantes, como el que tuvo que hacer mi hijo para poder impartir clases de Física y Química en un instituto de Segundaria no tendrán tales beneficios. ¿Para qué sirve un máster no habilitante? Demagogia pura y dura. En la página anterior hay una colaboración de Javier Barreiro, Elegía de los gatos urbanos, interesante. Señala Barreiro que ya no se ven gatos en los tejados urbanos y que sucede algo parecido con los gorriones de canalera. Esas cosas pasaban en el Madrid sitiado. Los gatos se los comían, también los gorriones que caían en los cepos. Pero aquello era explicable. Había verdaderos maestros en la captura de todo lo que pudiese servir para echar a la cazuela. Las lentejas, esas píldoras del doctor Negrín, llegaron a ser un auténtico lujo. De hecho, nadie abandonaba las filas para adquirir algo de comida aunque las bombas fascistas estuvieran explosionando a pocos metros de distancia. Se llegaron a hacer tortillas con mondas de naranja, chorizo de miga de pan con pimentón o merluza que no era cosa distinta que  rodajas de cebolla rebozadas y fritas en un aceite infame. Los madrileños tuvieron que aprender la universidad de la vida y a  hacer másteres no habilitantes a base de estrujarse el magín. Lambán, en vez de dedicarse a hacer demagogia con los másteres, podría explicar a los zaragozanos la “movida” de Acciona descubierta en la trama de Plaza, donde afloran las deyecciones como en una fosa septica.

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