miércoles, 6 de julio de 2016

Don Secundino, alias Fosglutén






Don Secundino, alias Fosglutén, nada tenía que ver con don Secundino Cojoncio Sánchez, salvo que ambos ejercían de jefes de estación en lugares distintos. Don Secundino, alias Fosgutén, esperaba todos los meses, sobre el día cuatro, a que llegase el convoy con el vagón-economato para poder adquirir una docena de botes de leche condensada “Ali”; varios paquetes de café “Motilón”; un lote de jabones de tocador “Lacitos”, o “Flores de Guris”; que el cronista no está muy seguro;  dos botellas de licor “Monasterio de Piedra”, y otras dos botellas de anís “La Dolores”, de Casa Esteve, Calatayud. El licor “Monasterio de Piedra” lo utilizaba como medicamento todas las noches antes de acostarse.  Le recordaba el sabor del  Tosidrín” de toda la vida. Se lo tomaba a cucharadas soperas para romper la telilla de las flemas y le ayudara a conciliar el sueño. De igual manera, esperaba al mismo convoy todos los días quince, que aparecía en sentido contrario, para llenar varias garrafas de agua potable del vagón cisterna donde ponía en letras blancas “ciclo Grisén” sobre un grifo de considerables dimensiones. Don Secundino, alias Fosglutén, siempre bebía en las comidas agua del ciclo Grisén, era blanda, de agradable sabor y nada tenía que envidiar al agua de Arnedillo, de la que  señalaba el Madoz que tenía poderío suficiente como para sacar del cuerpo esquirlas de balas. Don Secundino, alias Fosglutén, al jubilarse marchó a El Burgo Ranero, provincia de León, donde uno de sus hijos estaba de encargado en una gasolinera. Allí le perdí la pista.

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