jueves, 21 de julio de 2016

Picaresca




Me entero de que el Tribunal de Cuentas ha detectado que casi 30.000 fallecidos cobraron pensión en 2014, equivalentes a 25’3 millones de euros. El Tribunal de Cuentas ha detectado esos errores al cruzar los datos de beneficiarios de las prestaciones y decesos registrados en el INE. Ya sabemos que la picaresca española es de libro, pero en buena lógica aquellos que hayan cometido ese abuso deberán devolver las cantidades recibidas más los intereses devengados, sin tener en cuenta las responsabilidades penales a que hubiesen lugar. Lo peor, si cabe, es que esos errores negligentes de la Administración han determinado que durante el periodo 2012-2014 haya prescrito el derecho a reclamar las deudas por un importe de, al menos, 10,28 millones de euros. A mi entender, tales fallos serían corregibles si cada año los beneficiarios de pensiones, contributivas y no contributivas, tuvieran que presentar en la Tesorería de la Seguridad Social un certificado de fe de vida o viudedad, o que hubiese obligación por parte de los Registros Civiles de entregar una copia literal del Certificado de Defunción de cada pensionista fallecido a ese organismo. Porque, siendo mal pensados, y yo lo soy, cualquier anciano puede ir a votar en los comicios con el DNI de otro amigo fallecido meses antes y que perteneciera a distinto colegio electoral. Los ancianos se parecen mucho entre ellos por los ajes en el rostro y los vocales de las mesas no se suelen fijar en las fotografías que aportan los documentos de identidad que se presentan para ejercer el derecho a voto. Este país es lo más parecido a la casa de Tócame Roque y así nos va.  Don José María Iribarren decía que la casa de Tócame Roque estaba situada en el número 50 de la calle madrileña del Barquillo y que fue demolida en 1850 por orden del jefe político José Zaragoza. Era una casa de vecindad fea e insalubre, famosa por haberla inmortalizado por don Ramón de la Cruz en su sainete La Petra y la Juana o el buen casero y por los líos que en elle tuvieron lugar. Algo parecido dejó escrito don Natalio Rivas Santiago en la séptima parte de su Anecdotario Histórico Contemporáneo (Editora Nacional, Madrid, 1953 pp. 29 a 31), libro agotado, muy difícil de encontrar en las librerías y que conservo como oro en paño. Tiene añadida una cariñosa dedicatoria de puño y letra de su autor a mi abuelo materno.

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