miércoles, 27 de julio de 2016

Todo se va muriendo





Carmen Rigalt cuenta que la corbata ha muerto. Hombre, eso ya lo sabíamos. Pasó como con el sombrero. Recuerden aquel eslogan de un comerciante de la madrileña Sombrerería Brave, en la madrileña calle de la Montera, que decía “Los rojos no usaban sombrero”, lo que equivalía a decir  en aquellos grises tiempos del franquismo que el sombrero era cosa de gente decente, de hombres de bien, de personas de derechas. Supongo que serían esos “hombres de bien” los que colocaban a la puerta de sus casas un Corazón de Jesús en hojalata y en el balcón de la sala ataban la palma del último Domingo de Ramos. Si camina uno por la calle, también puede observar que muy pocos ciudadanos usan americana y casi nadie lleva raya en el pantalón de pinzas ni zapatos con suela de cuero. Por otro lado, casi nadie te trata de usted, aunque no te conozca. Una cosa, a mi entender, son las modas; y otra, muy distinta, las malas composturas. Se ha impuesto beber cervezas a morro, gritar en los bares como si estuviésemos sordos, ordenar al camarero de terraza que nos sirva un gin-tonic con un montón de tonterías añadidas, y ya podemos observar estupefactos cómo en algunos lugares, por ejemplo en Sitges, acaban de retirar los honores a Felipe VI y a toda la Casa Real española. Ahora recuerdo que existe una novela de de Luis Gadea López, “Algunos rojos llevaban sombrero”, que trata sobre la odisea de un perito mecánico montador de cazas rusos Polikarpov  en varios aeródromos republicanos durante la Guerra Civil. En fin, hoy es miércoles, los calendarios católicos celebran la festividad de san Desiderato de Besançon, que no hay que confundir con san Desiderato de Bouges, y san Cucufato (san Cugat, para los catalanes), al que se encomendaba Javier Krahe y le ataba no sé qué en no sé dónde, que ha sido purgado del Martirologio y ya no figura en la nueva edición porque su culto se reduce a Barcelona y sus alrededores, especialmente la localidad de Sant Cugat del Vallès, donde dice la leyenda que fue decapitado por el cónsul Galerio durante el mandato del emperador Diocleciano. También se ha muerto Francisco Cano Lorenza, alias Canito, a los 103 años, decano de los fotógrafos taurinos. Había debutado con picadores en la Plaza de Toros de Puertollano en 1941 y recogió con su cámara Leica la cogida de Manolete en Linares por el toro Islero en 1947. Todo tiende a la estratificación.

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