sábado, 2 de julio de 2016

Verano




Mucho se habla de la vega de Navarra pero, por desgracia para nuestros estómagos, los pimientos del piquillo llegan del Perú y los espárragos, por muy “cojonudos” que señalen las etiquetas de los botes, proceden de China. Cosa distinta es dónde los envasan. Pasa algo parecido con las verduras. Las judías verdes llegan de Marruecos; las cebollas moradas, de India; y los tomates, de sabe dios dónde. Este es el mundo al revés. Dice el Gobierno en funciones, que ya lleva seis meses sin funcionar, que han aumentado las exportaciones y que ello nos favorece. Al menos esos son los datos del INE. Lo cierto es que el gasto en consumo de las familias crece más que su renta disponible. Y esa referencia no es sostenible. Cada mes, 150.000 ciudadanos españoles entran en los ficheros de morosos: Asnef, Badescug, Rai, Fichero de Incidencias Judiciales y Central de Información de Riesgos del Banco de España (Cirbe), donde aparecen todos aquellos ciudadanos que tienen concedido algún tipo de crédito a partir de 6.000 euros. Lo que se busca es calificar el grado de endeudamiento de un cliente, o sea, comprobar si es apto para obtener una nueva financiación. Pero no pasa nada. Ha llegado julio con las rebajas. La gente, una vez provista de pantalones-pirata, mariconeras de cinturón, chancletas y gorras de visera que no se quitará ni por la noche, se marchará a un apartamento alquilado en la playa, o en la montaña, después acudirá a fiestas en los pueblos donde todavía quedan parientes a los que esquilmar; y, con un poco de suerte, aún sobrará tiempo para matar las noches calurosas en la terraza del bar, soltar a la chiquillería  para que juegue y meta batahola en las aceras hasta las dos de la madrugada; y, mientras cerveza va y cerveza viene entre risotadas necias, si el vecino no puede dormir, que se fastidie o que se vaya a vivir a Finlandia. Y en septiembre lo de siempre por esas fechas: que si los libros de texto están caros; que si el comedor del colegio ha subido sus tarifas; que si el autobús, también; que si hay que comprar ropa a los niños, que han dado un estirón… Y el gasto crecerá como las ortigas. Pero no pasa nada. Siempre se podrá recurrir al socorro de los abuelos, esos seres silentes y dóciles, casi entelequias, que nunca veranean pero que a la postre terminan pagando la fiesta.

No hay comentarios: