lunes, 29 de agosto de 2016

Orinales y escupideras






Entre las cosas prácticas que ya han pasado de moda se encuentran los orinales y las escupideras. Recuerdo todavía cuando en los centros oficiales, en los vestíbulos de las grandes oficinas bancarias, en las fondas, en  las estaciones de ferrocarril, en las barberías, en los viejos cafés, e incluso en los hospitales, existían cerca de los mostradores y en diversos rincones de los pasillos las escupideras, que contenían disoluciones asépticas, donde el asiduo limpiaba agallas y exoneraba gargajos. Hoy nos hubiesen dado mucha repugnancia. Los había de loza, de cristal y de latón. Los orinales, por otro lado, cumplieron su función cuando los aseos y cuartos de baño se encontraban fuera de la casa o muy lejos de los dormitorios. Solían estar recogidos dentro de las mesillas de noche. En los viejos sainetes y en las zarzuelas castizas todavía puede escucharse aquello de ¡Agua va”!,  que era lo que se gritaba cuando las orinas  se tiraban desde las ventanas o los balcones de los dormitorios, avisando para que los peatones se retirasen y no tuviesen que “aguantar el chaparrón”. Existió otro orinal diseñado para las mujeres. Se trataba del bourdaloue, que era de forma ovalada y con un frente más alto, permitiendo evacuar de cuclillas o de pie, preservando la ropa. El nombre se debe a un cura francés, Louis Bourdeloue (1632-1704), que alargaba tanto los sermones que hicieron inevitable que las damas hubieran de proveerse de tal adminículo y, de esa guisa, poder soportar los inacabables oficios religiosos. Las criadas se encargaban de colocar aquellos raros orinales bajo los faldones de sus amas. Otros sinónimos de orinal han sido los de chata, cuña, perico, tiesto, dompedro… Hacia 1800 apareció la “galanga”, que era un orinal vertical a modo de botella. La “chata” y la “cuña” eran utilizadas por los enfermos por tener su cuello en alza. Todavía, aunque de material plástico, se utilizan en los sanatorios.  Los “dompedros” fueron asientos de madera noble en cuya base existía un gran agujero con orinal escondido. Durante algún tiempo fue costumbre pintar un ojo en el fondo del orinal, con la inscripción “¡Te veo!”. Y en 1939, una fábrica inglesa puso de moda un orinal con la inscripción ¡”Hazlo sobre este viejo antipático”!; y en su fondo estaba la caricatura de Adolf Hitler. Cuando se levantaba del suelo sonaba el himno británico. A Camilo José Cela le gustaba coleccionar orinales. En la actualidad existe un Museo del Orinal en Ciudad Rodrigo (Salamanca) donde hay depositados en sus correspondientes vitrinas 1.300 orinales y alrededor de 300 escupideras.

domingo, 28 de agosto de 2016

Andaluz de Neguri





No sé, por muy pijas que sean algunas damas sevillanas, ignoro como es el habla andaluz de Neguri. Tampoco, el de Algorta, el de Sopelana, el de Lejona o el de Portugalete. Las Arenas y Neguri nacieron como zona residencial de Guecho a finales del siglo XIX, en la margen derecha de la Ría. Ya me gustaría saber a mí cómo cantan los sevillanos aquello de “Puente colgante, leré…” en andaluz de Neguri. Me consta que en Sevilla hay muchos ciudadanos oriundos de Santander, que en el escudo de Cantabria está plasmada la Torre del Oro y que Fernando III preparó un gran ejército para sus conquistas en Andalucía y contó entre otros, además de con 500 moros del Reino de Granada, con castellanos, aragoneses, navarros, vascos y leoneses. Y como Santander pertenecía a Castilla la Vieja, queda todo dicho. Pero lo de los vascos es distinto. Diego López de Haro echó un a mano en ese empeño. En 1670, bajo el reinado de Carlos II se creó la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, en la iglesia de San Hermenegildo, que consta en la actualidad de 230 miembros. Unos miembros que son muy pijos pero que, hasta donde yo alcanzo, no hablan el andaluz de Neguri ni el vasco de Lebrija. Según  Antonio Burgos, “el miarma es la variedad más sevillana del pijo o más pija del sevillano. Es el que más sabe de gin-tonic en copa de balón”. Son los que a principios de los setenta se pasaban las tardes- noches en Doña Pepa y en Turín, en la Plaza de Cuba, y ahora, en la senectud, se ponen traje y corbata para portar un cirio procesional, entrar de gorrones en alguna caseta de la Feria de Abril, o asistir a una corrida de toros con entrada de sombra. Pero, que yo sepa, tampoco hablan andaluz de Neguri sino algo parecido a la jerga de Legionaria, la protagonista de Las mil noches de Hortensia Romero en la obra de  Fernando Quiñones.

sábado, 27 de agosto de 2016

Candela y el "milagro Armisén"




                                                
Cada vez que mi nieta Candela aparece por casa, cuando se aburre de jugar con sus cacharritos de cocina pretende que le haga juegos de manos. Pero yo soy tan negado con los trucos de magia que hasta su otra hermana, Olivia, que todavía no ha cumplido los dos años de edad, es capaz de descubrir los engaños. Hasta que un día, hace poco, hice un truco que dejó a Candela descolocada por completo. Me consta que los niños de hoy, tan aficionados a las colas y a las oranginas, desconocen algo que fue muy común en mi infancia: la gaseosa de sobre. Escudriñando en un aparador de la cocina descubrí que todavía guardaba una cajita de las conocidas gaseosas “Armisén”. Le dije a mi nieta que prestase mucha atención. En un vaso con agua añadí  media cucharadita de azúcar y después saqué los milagrosos sobres, uno blanco y otro amarillo. Los eché sobre el agua, le di vueltas con la cucharilla y enseguida aquello comenzó a subir de volumen y a lanzar burbujas sonoras. Le dio un sorbo y quedó maravillada. Aquel día comprendí que había conseguido el truco de mi vida y que la admiración de mi nieta hacia mí sería eterna. Los niños de hoy desconocen la gaseosa de sobre, el juego de las chapas, los juguetes de hojalata a los que se les rompía la cuerda, etcétera. Nunca se han subido a un árbol ni han utilizado el tirachinas ni han leído Trampolín… En Aragón existió en la primera mitad del siglo XX una gran afición al consumo de gaseosas de sobre. De hecho,  la Farmacia y Laboratorios de Antonio Armisén comenzó su andadura en 1850 en Zaragoza. Estaba situado en la Plaza del Pueblo nº 5 (que a partir del 18 de julio de 1936 pasó a denominarse Plaza del Carmen). Su gaseosa fue declarada de utilidad pública el 5 de marzo de 1883 y premiada en varias Exposiciones Internacionales, como la de Alejandría en 1901 o la Hispano-Francesa de Zaragoza en 1908. También fabricaba el alimento infantil Nesfarina y la moka concentrada Armisén se anunciaban en la prensa nacional a comienzos del siglo XX. Pero de niño recuerdo haber bebido otra gaseosa en polvo: El Tigre, del valenciano Alejandro Martínez Máñez, que comenzó a fabricarlas en 1915 en su tienda de comestibles. También se fabricaron dos gaseosas en polvo en la provincia de Huesca: en Albalate de Cinca, por el doctor Andreu, y en Azanuy,  por el farmacéutico José María Gimeno,  a partir de 1915, que incluía un papelito en el interior de cada cajita con distintos refranes.

viernes, 26 de agosto de 2016

A propósito del terremoto italiano





Todos los españoles de bien lamentamos la muerte de Ana Huete Aguilar como consecuencia del terremoto ocurrido en el centro de Italia. Ha sido un caso de mala suerte que esa señorita estuviese de vacaciones en el pueblo de su pareja. Pero de ahí a pretender que el Ministerio de Asuntos Exteriores se haga cargo de los gastos derivados de su traslado a España hay un trecho. La página web del Ministerio señala que “para que el Gobierno se haga cargo de ese coste, la muerte debe considerarse como producida en situaciones excepcionales”. Y ese no es el caso. El Estado no puede hacerse cargo de todos los fallecidos fuera de nuestro territorio, bien  sea, por ejemplo, en accidentes laborales, en eventos de circulación, haciendo escalada en los Alpes, o por ahogamiento en las costas de Normandía. Cosa distinta es que los consulados se puedan hacer cargo, llegado el caso, de agilizar los trámites administrativos para el traslado de restos. Existe, no obstante, otra fórmula más práctica: la incineración del cadáver en Italia y el traslado de sus cenizas en una urna de cremación. Es lo que hay; y la familia de Ana Huete no debe estar molesta si la normativa oficial no de adapta a sus deseos.

"Sé fuerte, Dominga..."





Tanto a la prensa de la derecha como a la portavoz adjunta del grupo parlamentario del PP, Marián Orós, les ha parecido “vergonzoso” que en una cena privada el secretario de Organización de Podemos, Pablo Echenique haya cantado eso de “Chúpame la minga, Dominga…” durante un acto de precampaña en las pasadas elecciones autonómicas del 24M. A Marián Orós le podría parecer vergonzoso, si acaso, el delirante papel que está jugando el presidente de su partido, Mariano Rajoy,  con respecto a los ciudadanos desde el pasado 20 de diciembre. Marián Orós, afiliada al PP en 1992, a la que no tengo el gusto ni el deseo de conocer, le voy a recordar que tal letra es un poco ordinaria y machista, pero que todo ciudadano tiene derecho a expresarse del modo que le venga en gana en actos privados cuando se encuentra rodeado de amigos. Pues bien, para el que no la conozca, ahí va la letra de la jota completa:

A la jota jota que bailan los perros,
levantan la pata y enseñan los huevos.
Y enseñan los huevos,
 y enseñan los huevos
A la jota jota que bailan los perros.
Espatárrate, Genara
que aquí mismo te la clavo,
que cada vez que te veo
me salen chispas del nabo.
No me jodas en el suelo
como si fuera una perra,
que con esos cojonazos
me llenas el coño de tierra.
Chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia,
chúpame la minga, Dominga, que llevo sustancia,
que llevo sustancia, que llevo sustancia,
chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia.
El polvico que te eché
debajo de la escalera
se lo cuentas a tu madre
y te casas con la abuela.
Doce monjes cartujos en un convento,
veinticuatro pelotas, doce instrumentos,
doce instrumentos, doce instrumentos,
doce monjes cartujos en un convento.
Esos huevos que tú tienes
no te los pienso tocar,
que a mí me gustan muy frescos
y los tuyos huelen mal.
En tu puerta me cagué
pensando que me querías
y ahora que ya no me quieres
dame la mierda, que es mía.
Veinticinco mujeres, cincuenta tetas,
si las cuentas tres veces, ciento cincuenta.
Ciento cincuenta, ciento cincuenta
Veinticinco mujeres, cincuenta tetas.
A la jota, jota, que bailan los perros,
levantan la pata y enseñan los huevos.
Y enseñan los huevos, y enseñan los huevos,
a la jota, jota, que bailan los perros.
Si me quieres dímelo
y si no vete a la mierda,
que otros mejores que tú
he tenido entre las piernas.
Maña, mañica, maña,
por muy mañica que seas
no dejarás de mojarte
los pelicos cuando meas.
Chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia,
chúpame la minga, Dominga, que llevo sustancia,
que llevo sustancia, que llevo sustancia,
chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia.
Mientras tú estés en la cama,
con las teticas calientes,
yo estoy bajo tu balcón
con la chorra hasta los dientes.
Anda y cállate, Nemesio,
Que ende que empezaste a hablar
Me está pegando bocaos
El coñico al delantal.
Veinticinco mujeres, cincuenta tetas,
Si las cuentas tres veces, ciento cincuenta.
Ciento cincuenta, ciento cincuenta,
Veinticinco mujeres, cincuenta tetas.
Doce monjes cartujos en un convento,
Veinticuatro pelotas, doce instrumentos.
Doce instrumentos, doce instrumentos,
Doce monjes cartujos en un convento.
Ya me la ha chupao, ya me la ha mamao,
Cochina, marrana, no haberte dejao.
No haberte dejao, no haberte dejao,
Cochina marrana, no haberte dejao.
¡Riau riau!

“Dominga, sé fuerte. Hacemos lo que podemos”.

jueves, 25 de agosto de 2016

"Espumosos", sin ir más lejos





Un equipo de El Comidista (diario El País) ha viajado por los peores restoranes de Madrid y lo cuenta en su sección semanal. No daré aquí sus nombres. No hace falta echar más leña al fuego. Pero sí quiero aprovechar para comentar algo sobre El Brillante, situado en la madrileña plaza del Emperador Carlos V, 8. Para mí, los bocadillos de calamares no son de buena calidad, el pan, tampoco, y los suplementos, como un  poco de mayonesa, se cobran aparte.  Encima se me antoja caro. Sé que muchas personas no van a estar de acuerdo con mi opinión, pero no me importa. He comido pan de muchos hornos y en cuestión de gustos no hay nada escrito. Recomiendo como el mejor bocadillo de calamares con un poco de salsa picante  el de Espumosos, Sagasta, 5, Zaragoza. También resalto su ensaladilla y su cerveza con limón. Merece la pena acercarse. Mantiene un precio que considero justo. Espumosos se fundó en 1905 en el Paseo de la Independencia y, con posterioridad, cuando desaparecieron los grandes cafés, se trasladó al paseo de Sagasta. Hay varios establecimientos repartidos por la ciudad. Dispone de un menú asequible que cambia todos los días. La historia de Los Espumosos está fielmente documentada por Mónica Vázquez Astorga en su trabajo titulado “Cafés de Zaragoza. Su biografía, 1797- 1939” (Institución “Fernando El Católico” de la DPZ, Zaragoza, 2015) de donde extraigo lo siguiente: “A comienzos de los años 70 del siglo XIX Francisco Bragulat y Homs era dueño de una fábrica de gaseosas y agua de Seltz en sifón denominada La Catalana, que estaba situada en el Paseo de la Independencia, núm. 18. Con fecha 2 de junio de 1890 solicitó al consistorio municipal licencia para colocar tres veladores en los porches, pertenecientes a su cafetería. Se el concedió permiso. Dos años después, en 1892, Bragulat pidió autorización para poder poner cuatro veladores en el Paseo, frente a la casa número 4. En 1916, el establecimiento ubicado en el Paseo de la Independencia, número 4, figura como propiedad de los fabricantes de gaseosas, espumosos y jarabes Hermenegildo Aguaviva y Octavio Mazo, quienes pidieron ese año licencia para reformar su fachada. Dos años después, en la prensa zaragozana se publicitaba la cerveza con limón y el yoghourt ofrecidos por esta industria conocida por Los espumosos, también denominada como Los Espumosos del Sifón Higiénico. En octubre de 1929, el arquitecto Regino Toribio redactó un proyecto de edificio para Gaseosas Aguaviva y vivienda aneja (Madre Sacramento, 24). En febrero de 1936, Borobio recibió el encargo de Aguaviva para instalar otro establecimiento de Los Espumosos en la planta baja del número 28 del Paseo de la Independencia., cerca del afamado Café Ambos Mundos. El 1 de septiembre de ese año, Hermenegildo Aguaviva lo traspasó con su nombre comercial a Manuel Villuendas Fando y a sus socios  Agustina Ramos y Brígida Lázaro. Se reformó en 1939. Así, el antiguo local de Los Espumosos (Independencia, 4, más tarde sería el número 6) fue ampliado por su dueño, que entonces lo era Víctor Alejandre, pasando a llamarse Los Nuevos Espumosos. Esos dos renombrados y concurridos Los Espumosos coincidieron en el tiempo durante años, hasta que los locales de Los Nuevos Espumosos (Independencia, 6) fueron ocupados por la Cafetería Sukro en 1955 (año en el que un joyero local, García, abrió las puertas de la cafetería Las Vegas). Y Los Espumosos estuvieron en Independencia, 29, hasta 1982, cuando fue trasladado a Sagasta, número 5”. Hoy día, Espumosos funciona, aunque no estoy completamente seguro de ello, por el sistema de franquicia. Invito a Mikel López Iturriaga y su equipo a que venga por Zaragoza y compruebe in situ lo que afirmo. Doy por hecho que no saldrán decepcionados.

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Parte de la plantilla de Los Espumosos cuando estaba situado en Independencia, 28:
Pilar Lavilla, Pilar Mayayo, Josefina Lafuente, Ignacio Ramos, Paquita, Angelita, Custodia y Pilar Molina, Esperanza, Florentina Calvo, Antonio Cabello, Pedro Bernal, Fernando, Paco y Mariano.

miércoles, 24 de agosto de 2016

A derechas o a tuertas




Lo peor que  puede  ocurrirle a un escritor es que su trabajo lo modifique el “corrector de textos”. Suelo poner como ejemplo la conjunción ilativa “conque”, que el “corrector” se empecina en separar “con” y “que”, cuando en realidad tiene utilidad para dos cosas: enunciar una consecuencia natural de lo que acaba de decirse; e introducir una frase exclamativa que expresa sorpresa o censura. Leo que Cuadernos Rubio avisa de las 20 faltas ortográficas más comunes en las redes sociales, verbigracia: ausencia de tildes en los pronombres exclamativos e interrogativos, confusión entre “a ver” y “haber”, la mala colocación de las comas en los escritos, la diferencia entre “¡ay!”, “ahí” y “hay”, etcétera. A mi entender, se entendería mejor la Ortografía si se ejercitase más la lectura de nuestros clásicos. No descubro nada nuevo ni pretendo ser el maestro Ciruela si afirmo que no es lo mismo “dónde”, “adónde”, “adonde” y a donde”; “aún” y “aun”; “por qué”, “por que”, “porque” y “porqué”; “con qué”, “con que” y conque; etcétera. Lo que para algunos sólo es “cuestión de matices”, lo cierto es que aplicando incorrectamente tales partículas se cambia el sentido de una frase, y el idioma sirve para entendernos. Por ejemplo: “dónde” sirve para preguntar por un lugar; “adónde” se emplea cuando el verbo necesita la preposición “a”, por ser un verbo de movimiento; “adonde” sin acento se usa cuando en la oración existe el antecedente, o sea, la palabra a la que se refiere el relativo; “a donde” se usa sólo si ya existe antecedente. Y así todo. Conservo varios libros de estilo: de ABC, de El País, otro que me regaló CEDRO escrito por Paloma González Sánchez… Todos ellos muy interesantes y que me han servido de gran ayuda. Pero si algo echo en falta son aquellos artículos de Fernando Lázaro Carreter, “El dardo en la palabra”, donde Lázaro analizaba muchos vulgarismos y  restañaba heridas del idioma. En su artículo “…y un largo etcétera”. Lázaro se preguntaba en qué laboratorio nació tal estupidez: “Es lo desesperante de los cohetes idiomáticos: pujan a nuestro lado, y nadie sabe, al verlos, quien los ha lanzado. Ahí quedó la nueva criatura: como recién nacida, expuesta a un incierto destino”. ¿Cuánto de largo es ese etcétera? Nunca lo sabremos.

martes, 23 de agosto de 2016

Tres años sin Manuel Martín Ferrand





Cuando murió Manuel Martín Ferrand, ahora va a hacer 3 años, Jaime García escribió un suelto en su memoria, que apareció al día siguiente, sábado 31 de agosto, en el diario ABC, donde contaba que  “era un maestro capaz de gastarse mil euros en invitar a cenar a un discípulo y amigo, dándole, a los postres una penúltima lección de historia gastronómica, que también era una lección de historia, periodismo y amistad”. El artículo es entrañable, como lo son todos los elogios funerales, pero el final de aquella columna lo decía todo a su favor: “Manolo Martín Ferrand, un respeto, oigan. Un Señor”. Esa, a mi entender, fue la frase más acertada entre todas las que leí aquel día de agosto de 2013 en ABC, que fueron muchas. Pero, de entre todos aquellos elogios, algunos glosados por rimbombantes firmas orladas de tipos que parece que no hubiesen tenido nunca abuela y que le pusieron en vida bastantes zancadillas, me quedo con una sencilla “carta al director” de Andrés Ortega Monge, de Madrid. Cuenta Ortega: “ Querido amigo Manolo: Estábamos en 1959, ambos matriculados en el Selectivo de Ciencias, obligatorio para acceder a cualquier carrera de esa rama universitaria, y por mera coincidencia –nuestros apellidos nos unían en las clases prácticas- iniciamos una relación amistosa hasta que, por fin, lograste estudiar lo que realmente era tu vocación: el periodismo. Estabas matriculado en ese curso, porque al ser nieto del doctor Ferrand, descubridor de la vacuna contra el cólera y otras muchas cosas que están en cualquier tratado de medicina, y ser tu padre también médico, tú ‘deberías’ continuar la tradición familiar. Pero no era esa tu vocación. Tú no querías ser médico, pese a la carga de historia de tu segundo apellido, pero entonces éramos muy obedientes  a nuestros mayores, y seguiste haciendo aquello que te mandaban. No obstante, rompías esa disciplina, mandando artículos a un concurso de redacción que tenía ‘El Alcázar’ de entonces, y ganaste el premio semanal, y luego el mensual, mínimamente retribuido. Hasta que un día, todavía en primero de Medicina, me confiaste un secreto. Sin que nadie, y menos tu familia, lo supiese, te presentaste a los exámenes de ingreso en la Escuela de Periodismo que dirigía Emilio Romero. Orgullosamente, y con razón, me relataste el examen de ingreso. El tema de redacción que os pusieron fue ‘el pan’. Según me dijiste, te sentiste frustrado, pues esperabas algo de más enjundia y del nivel de tu capacidad de redacción. Tu réplica fue una redacción de tres folios con el título: ‘La galleta: la aristocracia del pan’, con tanto éxito que llamó la atención del tribunal de examen, y te aprobaron con el número uno”. La carta es más extensa, pero lo dejo ahí. Sólo, por terminar, selecciono algo que escribió sobre él Ángel Expósito: “Era una de esas frases que Manuel Martín Ferrand decía con frecuencia y el maestro Fermín Boscos pone en su boca: ‘En este mundo del periodismo, si no lo conozco yo…no es nadie’. Y tenía razón “.

Luto por dos flamencas góticas




Días pasados fallecieron dos estrellas del flamenco: en Jaén, Rosario López Carrascosa, de 73 años, también conocida como Chari López, y en Sevilla, Juana Silva Esteban, de 64 años, más conocida como Juana la del Revuelo, gitana de Chapina y última cantaora de delantal. A Rosario López la descubrió Rafael Romero 'El Gallina', mientras actuaba en el desaparecido Cine Lis Palace, junto a Gitano de Andújar y a Enrique Morente. A partir de este momento entabla relación con el mundillo del flamenco jiennense y se integra en la Peña Flamenca de Jaén, hasta que por enfermedad se traslada a Barcelona a principios de los años setenta, donde le trasplantan un riñón, donado por su hermana Juana, que salva su vida. Contaba Morente de Rafael Romero, El Gallina, que cuando quería zanjar una conversación y no encontraba otros argumentos para decir la última palabra, soltaba una frase definitiva: “¡Te lo digo yo, que he recorrido los seis continentes!”. Pues bien, a lo que iba: Rosario López fue cantaora en diversos festivales, junto a Pepe Cruz, Rafael Romero ‘El Gallina’ y el guitarrista Perico el del Lunar (hijo). A Juana se debe la grabación del disco “Pasión, muerte y entierro de García Lorca”. Era hija del músico Enrique López, que trabajaba en el desaparecido Teatro Cervantes, de Jaén. Juana Silva había recibido su nombre artístico, el de Juana la del Revuelo, de su marido, Martín Jiménez Revuelo, gitano de ascendencia asturiana con quien formó pareja artística. Juana Silva había nacido en Triana, en la calle San Juan, donde habían cantado los legendarios El Pancho y Los Caganchos; y fue en esa calle donde se celebró una sonada boda en 1930, la de Juan Jiménez, más conocido en el mundo del flamenco como Cepero de Triana, amadrinado por La Niña de los Peines. Juana la del Revuelo dejó grabados seis discos: "Sevilla es de Chocolate", "Sonakay", "Cachito de Pan", "A compás", "De dulce" y "Cuna del cante flamenco". Francisco de la Brecha ha escrito sobre ella: “La planta y el replante, el arza y toma, el scherzo del compás truncado en un guiño que su cuerpo lejos de abrumar resume en levedad de columna griega, su voz flamenca deslindando el arabesco de una glosilla, rezumbante de gitanería, urgen sobre su ancha frente el bálsamo de la pureza cantaora”. Ahí queda eso.

lunes, 22 de agosto de 2016

Mi Sevilla, ¡ni tocarla!





Derramar pintura sobre las estatuas, además de constituir un acto vandálico, se me antoja como un acto cobarde. Se suele practicar cuando los maleducados suponen que no les está viendo nadie, normalmente por la noche. Por eso, como digo, es un acto pusilánime. Jamás se les ocurriría a esos raqueros de la peor estofa lanzar la pintura sobre un ciudadano vivo. Para tal menestar es necesario colgar dentro de su  escroto lo que asoman tanto el caballo de Espartero en El Espolón de Logroño, como cuatro leones del Puente de Piedra de Zaragoza. Los bustos, como los bancos,  las farolas,  los árboles de las glorietas o las papeleras, forman parte del mobiliario urbano y deben ser respetados en su integridad. Su reposición cuesta dinero al contribuyente. Leo que  en la ciudad de Sevilla destinan 15.000 euros anuales (al menos esa cantidad  se destinó en 2015) a la conservación de esas efigies y que el monumento al  vendedor de prensa es el que más veces ha sido dañado, situado entre las calles Lumbreras, Mendigorría y Torneo. Otros actos vandálicos lo constituyen las pintadas sobre fachadas y paredes, así como esas firmas raras hechas por aquellos lerdos que, debido a su insolvencia manifiesta, nunca en su vida tendrán poderes para estampillar con su rúbrica un documento de interés. Al monumento al vendedor de prensa le siguen, por orden estadístico, las pintadas a fray Bartolomé de las Casas,  al general San Martín y a la duquesa de Alba. La última pintada se ha derramado encima de la estatua de Curro Romero, situada  en uno de los laterales de la plaza de toros de La Maestranza. Ya lleva dos ataques. En Sevilla no se salvan de las agresiones de los indoctos ni las columnas de la Alameda de Hércules. Juan Espadas, como alcalde y máster por la Universidad Carlos III en Política y Gestión Medioambiental, debería poner más vigilancia en las calles y castigar con severas multas a los responsables. Una ciudad como Sevilla, preciosa en su conjunto, con su luz, sus jacarandas, sus naranjos amargos y sus vencejos acharolados y limpios,  merece causar buena impresión a los sevillanos y a los turistas que la visitan. Conque ya saben: ¡Mi Sevilla, ni tocarla!

La torre de Babel




Marcos Quijada, en El Correo de Andalucía, ponía ayer el dedo en la llaga. Señala, y señala bien, que “el control de los medios es algo absolutamente desequilibrado en favor de la derecha en España y es parte de la explicación de los resultados electorales. En un país en el que, según el CIS, el 85 por ciento de la población jamás asistió a un acto político, es normal que la influencia de los medios sea enorme en las tomas de decisiones”. (…) “Se le pide a Sánchez lo que jamás se le pidió a Rajoy y la postura actual del PSOE es la misma que la del PP ante la investidura de Sánchez”. Marcos Quijada, un poco más debajo de su artículo, vuelve a decir lo mismo que expresa en su cabecera: “Si yo fuese Sánchez también votaría que no”. Y cuenta por qué: por presidir un partido corrupto, por haber metido mano en la caja de pensiones, por disparar el déficit del Estado, por pone en cuestión la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales, por haberse cargado a la clase media y los derechos que los trabajadores tenían conquistados con mucho sudor y lágrimas. Yo añadiría más motivos: por haberse cargado la sanidad pública en beneficio de la sanidad privada, por haber rebajado los sueldos de funcionarios sin causa que lo justifique, por  haber rebajado los sueldos de los trabajadores como fórmula errónea de intentar competir en los mercados internacionales al no poder devaluar el euro como Franco hacía con la peseta, por haber hecho magro el tejido industrial español con la excepción del automovilístico, por haber aumentado el tiempo de lista de espera en los hospitales públicos, por haber permitido el repago farmacéutico a los jubilados, por rescatar a bancos y cajas de ahorro y decir que en España no ha habido rescate, por permitir las tarjetas black, por consentir  las cláusulas suelo en las hipotecas, por haber quitado dotaciones a la Ley de la Memoria Histórica y permitir que siga habiendo miles de cadáveres de ciudadanos que lucharon por su libertad en las cunetas y en los descampados…., etcétera. La lista de desatinos del actual Gobierno en funciones es larga y ya aburre a las ovejas. Rajoy debería marcharse de La Moncloa por vergüenza torera. Su partido fue el más votado en las urnas, pero no consigue, pese a ello, tener a su favor la mitad de la Cámara como única manera de conseguir su investidura. No se debe echar la culpa a Sánchez ni al PSOE de que haya que volver a votar, si se diese el caso,  el próximo día 25 de diciembre por tercera vez. Los incompetentes no parece que sean los ciudadanos,  que pagan impuestos y ejercen su derecho a voto cuando se les requiere. Los incompetentes, de haberlos, son los responsables políticos que no han sido capaces de ponerse de acuerdo para gobernar desde el 20 de diciembre pasado y que han transformado en la praxis y de forma solapada la monarquía parlamentaria en una “infumable” oligarquía de partidos dentro de una torre de Babel. Y así, con esa falta de entendimiento, no vamos por buen camino. No quiero terminar sin tener un recuerdo para la figura de don Melquíades Álvarez, asesinado en Madrid hace hoy ochenta años. Me resisto a que pase al olvido.

domingo, 21 de agosto de 2016

Un autógrafo de Bécquer en Toledo





Uno de los momentos más felices de mi vida, creo haberlo escrito ya en otras ocasiones, fue cuando, en una de mis visitas al Museo Romántico (ahora, desde su reforma, se denomina Museo del Romanticismo) en la madrileña calle de San Mateo, número13, Fuencarral arriba, pude tener en mis manos un pequeño dibujo hecho a lápiz por Gustavo Adolfo Bécquer. Cuando le indiqué a la directora del 
Museo, que entonces lo era Mercedes Rodríguez, que no lo encontraba entre sus paredes, me indicó que lo habían llevado a restaurar. Me acompañó hasta la sala de restauración donde pude, además de verlo, tenerlo entre mis manos. En efecto, en la amplia falda de la mujer dibujada, en uno de los bordes laterales, en su lado derecho, allí por donde pasa el trazo curvo del lapicero afilado, se había abierto el papel como sajado por un bisturí. Pues bien, durante una de las estancias de los dos hermanos Bécquer en Toledo, en la soberbia portada plateresca del Convento de San Clemente y a unos 5 metros de altura, existe un autógrafo del poeta hecho hacia 1857. La primera vez que Bécquer visitó Toledo tenía como objetivo inspirarse en su futuro libro “Historia de los templos de España”, con ilustraciones de su hermano Valeriano. Un libro que nunca vio la luz. Unos suponen que fue Gustavo Adolfo en que se subió sobre los hombros de su hermano. Otros piensan que el poeta se encaramó en una escalera de las que usaban los lampisteros para encender las farolas. La existencia de aquel autógrafo en grafito sobre el friso de caliza hallado en la fachada del convento toledano no era conocida por casi nadie a principios del siglo XX. Una firma de 35 centímetros que, como digo, Bécquer había plasmado junto a la de su amigo Yldefonso (sic) Núñez de Castro. Alejandra Rodríguez Campos señalaba en un interesante blog el 24/04/2013 que “en 1911, la ciudad de Toledo decidió dedicar la conocida calle de la lechuga a los hermanos Bécquer, tras un estudio del entonces director del Instituto de la Edad Media, Ventura Reyes, quien establecía en el número nueve de dicha calle, la vivienda de Gustavo Adolfo y Valeriano. Investigaciones más recientes plasman que la estancia en ese inmueble, de haber sido así, hubiera sido breve, dado que en esa casa se admitían huéspedes”. (…) “La casa que sí habitaron los hermanos durante bastante tiempo está situada en el número ocho de la calle de San Ildefonso. Aún hoy se puede ver el laurel que el mismo Gustavo Adolfo plantó. El brocal árabe pintado por su hermano Valeriano se encuentra actualmente en el Victoria and Albert Museum de Londres. De su oscuro compañero de andanzas, Yldefonso Núñez de Castro, solo se conoce -además del autógrafo- su colaboración en Historia de los templos de España con el dibujo de la sinagoga de Santa María la Blanca, en la que aparece Gustavo Adolfo Bécquer guiado por un cicerone ciego. El caso es que, como señala  Manuel Palencia hoy en El Cultural,  “en El Eco Toledano del 25 de febrero de 1915, Juan Moraleda y Esteban anuncia el grafito -aunque calla su ubicación por temor a que pudiera perderse- y alude a su intención de fotografiarlo. El erudito justifica el hecho como testimonio de la extraordinaria admiración que le producía al poeta -la portada del convento-, y lo califica de sencillo y tierno episodio y delicado testimonio. Al día siguiente, el Diario Toledano, en un anónimo de la redacción, revela su lugar de emplazamiento, a lo que contesta Juan Moraleda inmediatamente, un tanto molesto por la intromisión. Esto indica que, aunque Moraleda cita como fuente de su información a José Casado del Alisal, amigo íntimo del poeta, ya se conocía su existencia, quizás porque en esa época aún era visible desde el suelo”.

Barata publicidad




Hay quien se paga su propia publicidad y le sale muy barato. Ese es el caso de Maria Dolores Montero, que conducía por Sanlúcar de Barrameda una motocicleta sin haberse puesto en la cabeza el preceptivo casco protector. Y en vista de que no era multada por los agentes, fue ella misma la que se presentó en el cuartelillo de la Policía Local para denunciarse a sí misma por cometer una infracción en materia de seguridad vial.  A esa señora le encanta que se hable de ella, aunque sea para mal. Ya los ciudadanos  la tuvimos que soportar durante siete años, mientras cobraba de la televisión pública con dinero del contribuyente. Y ahora, cuando se le acaba de terminar el contrato en el programa “La mañana de la 1”, hace ese tipo de excentricidades para que los medios sigan escribiendo sobre ella. Personalmente, lo que haga esa señora me trae sin cuidado. Montero, defensora del Toro de la Vega, que confundió en varias ocasiones el río Miño con el río Nilo, que en el caso de la asesinada Asunta entendió que Q.D.E.P. (“que descanse en paz”) era el nombre de una firma, que aseveró que oler limones previene el cáncer sin tener ninguna evidencia científica, etcétera, comete ahora una infracción de tráfico con el objeto de poder pagarse la multa. Es como si yo me autolesionara con el quicio de una puerta para justificar poder  dar una salida útil al esparadrapo que tengo guardado en un cajón de la mesilla. En fin, la señora Montero ya ha conseguido lo que quería: salir en todos los medios por el módico precio de 100 euros. Menos de lo que cuesta un pernil de bellota.

sábado, 20 de agosto de 2016

Olla de grillos




Menos mal que el diario ABC tiene escaso número de lectores desde que no pertenece por entero a la familia Luca de Tena. Menos mal que los españoles no nos dejamos amedrentar por ciertos cantos de sirenas que llegan desde la más rancia derechona. Y menos mal, también, que el corrupto partido que sostiene a un triste Gobierno en funciones, pronto dejará de ser un mal sueño para muchos ciudadanos. Meter miedo, como hace Bieito Rubido desde el ojo de buey de su velero bergantín por aguas procelosas, desde su El Astrolabio planisférico, que más que determinar la hora a partir de la latitud y medir distancias por trianguación, lo que hace es deformar una realidad tangible en lo que por estos pagos acontece. En su columna “Rajoy o terceras elecciones”, Rubido señala que “tal vez unas terceras elecciones no sean una opción tan mala, ni una idea descabellada. Al fin y al cabo, visto lo visto y oído lo hablado, casi mejor que los votantes vuelvan a reconsiderar quién puede gobernarnos, ahora que conocen el olor a guerracivilismo que desprenden los que dicen representar a la nueva política”. Por lo visto, Rubido todavía no se ha enterado de que el golpe de Estado de 1936 fue producido por unos militares africanistas con pésima preparación militar y aplaudido con las orejas por una derechona y unos obispos que temían perder sus morrocotudos privilegios. Unos tipejos que se apoderaros del crucifijo, de la bandera y de la libertad de media España y que, afortunadamente, por razones edad, ya salieron hace tiempo del panorama histórico por la puerta de servicio. Cierto que al aspirante Rajoy no le importa lo más mínimo que unas nuevas elecciones, ya serían las terceras, supongan para el Erario un tremendo desembolso de dinero público. Cierto, también, que al aspirante Rajoy le interesen unos posibles comicios el día de Navidad. Supone que dada la fecha, habría una gran abstención en las urnas, y ello beneficia siempre a las mayorías por la ley D'Hondt, donde los beneficiarios siempre son los partidos grandes y los perjudicados, los pequeños. Y Bieito Rubido también es conocedor de que en unas elecciones generales, la legislación española descarta las candidaturas que hayan obtenido menos del 3% de las papeletas. El resultado de cada una de las otras habrá de dividirse por el número de escaños en juego y que los representantes se conceden a estos cocientes por orden decreciente. Al final de su columna, Rubido dice que “a estas alturas, parece claro que sólo es posible una investidura de Mariano Rajoy o unas terceras elecciones para que los ciudadanos le expliquen a Sánchez lo que sus compañeros de partido no se atreven: que el PSOE no puede pactar con quien busca romper España, que el populismo y el “postureo” tienen recorridos cortos y que, en democracia, la lista más votada suele gobernar”. Bueno, también Rubido sabe que en España no se elige en las urnas presidente del Gobierno ni alcalde, sino diputados y ediles. En consecuencia, en nuestro sistema parlamentario no alcanza la presidencia del Gobierno el cabeza de lista del  partido más votado sino aquel aspirante a la Presidencia que consigue más adhesiones dentro del Hemiciclo. Y como Bieito Rubido está al tanto de lo que se cuece en esa olla de grillos, podría ahorrarse el esfuerzo de escribir simplezas. En El Espectador, Ortega nos recordaba en 1925 (al hacer referencia al fascismo) que “una de las paradojas más inevitables es que en la batalla, el vencedor, para vencer, necesita que el vencido le ayude”. Con Rajoy está pasando algo parecido: necesita la ayuda del PSOE y de Ciudadanos para poder seguir gobernando a su albedrío, como cuando disponía de mayoría absoluta. Ya ha conseguido el apoyo para la sesión de Investidura de Ciudadanos. Pero los socialistas no están dispuestos a irse a orinar  a la hora de votar. Una cosa es la cistitis colectiva sobrevenida; y otra, la estulticia. Conque ya sabe Rajoy: cuando esté delante del atril de oradores en la sesión de Investidura deberá ponerse una pluma en la cabeza, al estilo de Jerónimo, que desvíe a tierra todos los rayos.

jueves, 18 de agosto de 2016

Peones camineros




Por Balbino Lozano, columnista habitual de El Correo de Zamora, me entero de los antecedentes de la Ley de Tráfico de 1914 promulgadas por la Dirección General de Obras Públicas. Se trata de la Real Orden para evitar agresiones a los automovilistas en las travesías (Gaceta de Madrid, número 275, de 2 de octubre).

"En vista de las continuas quejas que se reciben en esta Dirección General de frecuentes agresiones de que son objeto los vehículos y personas que los ocupan, muy especialmente los automóviles, al pasar por las travesías de las poblaciones, por parte de personas alguna vez aisladas y otras en grupos que interrumpen la circulación libre del tránsito público, habiéndose hecho notar asimismo que la circulación de automóviles se viene haciendo generalmente con velocidad excesiva, fuera de la señalada en el Reglamento, con grave peligro para las personas y teniendo en cuenta que la misión de los camineros comprende, no solo el servicio de la conservación de las obras, sino también el de la policía de las carreteras y protección y seguridad de los viajeros, la Dirección General de Obras Públicas ha dispuesto: Que por los Ingenieros Jefes de las Provincias se den órdenes terminantes al personal facultativo y al de camineros para que con toda solicitud vigilen e impidan en absoluto la aglomeración de personas en grupos en las explanaciones de las carreteras, muy especialmente en las travesías de las poblaciones. Deberán también prestar toda atención para impedir que los ganados circulen sin la directa vigilancia de sus conductores. En el momento en que el peón caminero vea por sí mismo o averigüe con certeza se hayan arrojado piedras contra cualquier vehículo que circule por la carretera, presentará la oportuna denuncia ante el Juzgado Municipal correspondiente, compareciendo como guarda jurado y agente de la autoridad. Que igualmente denunciará ante la Alcaldía el vehículo que marche a mayor velocidad que la señalada en el Reglamento, que para los automóviles es de diez kilómetros por hora en las travesías, y así mismo a los que no lleven su derecha, carezcan de conductor o vaya este descuidado o dormido, o no lleve el farol encendido desde la puesta hasta la salida del sol. De las denuncias prevenidas en las precedentes Normas y del resultado de los respectivos juicios darán cuenta los camineros, por conducto reglamentario, al Ingeniero Jefe, y este, mensualmente, en relación general a la Dirección, acompañando, cuando haya lugar a ello, las correspondientes propuestas para los camineros que hayan demostrado mayor celo en este servicio o castigos para los que hayan descuidado".

Pero en España hubo otras ordenanzas anteriores a 1914:
1842: Ordenanza  para la conservación y policía de las carreteras generales.
1848: R.D. sobre construcción, conservación y mejora de los caminos vecinales y R.O. aprobando su ejecución.
1889: Reglamento para el servicio de los carruajes destinados a la conducción de viajeros.
1867: Reglamento para la organización y servicio de los peones camineros.
1889: R.D. por el que se publica el Código Civil.
1897: R.O. con reglas para el transporte de viajeros con motor de vapor por las carreteras.
1900: Reglamento para el servicio de coches automóviles por las carreteras del Estado;
1907: R.O. sobre matriculaciones, modelos de permisos de circulación y de conducción.
Y ahí llegamos a la R.O. de 1914, que hace referencia Balbino Lozano

Por cierto, el primer semáforo se instaló en Londres en diciembre de 1868, basándose en las señales ferroviarias. Consistía en dos brazos que se levantaban para indicar el sentido que tenía que detenerse el automóvil. Además de ello, se utilizaron lámparas de gas con cristales rojo y verde movibles para la circulación nocturna. Al ser manual, se requería que un agente lo controlase. Pero ese farol de gas explosionó el 2 de enero de 1869 con resultado de muerte para el agente que lo manejaba. El semáforo automático no llegará hasta 1910, en Los Ángeles y fue patentado siete años más tarde. En 1920 se añadió la luz ámbar. En lo que respecta a España, aquel reglamento de 1914 se mantuvo hasta 1934 y luego al Texto Refundido de la Ley sobre el Tráfico, Circulación de Vehículos a motor y Seguridad Vial, actualizado por el R.D. 6/2015 de 30 de octubre. Las nuevas generaciones no habrán conocido las casillas de los peones camineros, como tampoco les sonará la existencia de casillas ferroviarias, existentes a lo largo de las redes de carreteras del Estado y de vías férreas. Un día abundaré sobre el tema. Los peones camineros y los guarda-agujas se extinguieron para siempre, como los escopeteros de andenes de estación, los guardafrenos, los guardabarreras, las Librerías de los Ferrocarriles, las máquinas de vapor, las señales de “ojo al tren” en los caminos vecinales, las viejas cantinas, los “retretes”, las lampisterías, aquellos relojes de andén que nunca daban la hora correcta, las campanillas, las plataformas para dar vuelta a las locomotoras, los depósitos de agua, los arcos de control de gálibo, etcétera.


martes, 16 de agosto de 2016

16 de agosto



Fue en San Sebastián aquel ducentésimo vigesimoctavo día de 1942,  cuando Manolete compartía cartel  con Pepe Luís Vázquez y Morenito de Talavera. El primero de los toros, de Saltillo, que le había correspondido al diestro de Córdoba, le hirió en el lado izquierdo de la boca y le produjo una cicatriz que la llevó el resto de sus días. Cada 16 de agosto se celebra la fiesta en honor de san Roque en muchas poblaciones de nuestro territorio, entre ellas en Calatayud. Y seis años antes, el 16 de agosto de 1936, hace hoy justo 80 años, era sacado de la casa granadina de la familia Rosales  el poeta Federico García Lorca y conducido al Gobierno Civil. Estos días de descanso son buenos para leer “El hombre que detuvo a García Lorca”, de Ian Gibson, donde se hace una descripción formidable de Ramón Ruiz Alonso, el obrero tipográfico del diario El Ideal y miembro de la CEDA, donde había llegado a ser diputado en 1933 y 1936. En las elecciones de ese año volvió a ser elegido, pero por una sospecha de fraude electoral se repitieron las elecciones en Granada y Cuenca. Y en esas segundas elecciones no salió diputado. Entonces quiso entrar en Falange Española y pidió a José Rosales que mediase ante José Antonio Primo de Rivera para que el partido en el que él deseaba ingresar le pagase 1.000 pesetas mensuales, que eran el dinero que cobraba un diputado de entonces. Tras esa petición, inasumible por Falange, el partido le negó su ingreso y de ahí, posiblemente, partió el odio que Ruiz Alonso sintió hacia la familia Rosales. Durante la Guerra Civil, Ruiz Alonso se unió a los sublevados y estuvo a las órdenes del gobernador civil de Granada, José Valdés Gzmán. Y la muerte de García Lorca fue ordenada a Valdés por Queipo de Llano desde Sevilla con aquel “café, dale mucho café” tras la denuncia de Ruiz Alonso contra García Lorca; que, a su vez creyó sentirse seguro en casa de falangistas. Ruiz Alonso supo dónde se ocultaba el poeta después de haberlo contado su hermana Concha en Fuente Vaqueros, en vista de que unos milicianos amenazaron con llevarse a su padre si no decía dónde se hallaba escondido su hijo. Hace ochenta años, tal día como hoy, se presentaban en casa de los hermanos Rosales unos miembros de la Guardia Civil, acompañados de Juan Luis Trescastro Medina,  Luis García.-Alix Fernández y  Ramón Ruiz-Alonso. No se le perdonó a García Lorca, entre otras cosas, el hecho de haber sido secretario de Fernando de los Ríos, en aquellos momentos rector de la Universidad de Madrid.