Entre las cosas prácticas que ya han pasado de moda se
encuentran los orinales y las escupideras. Recuerdo todavía cuando en los
centros oficiales, en los vestíbulos de las grandes oficinas bancarias, en las
fondas, en las estaciones de
ferrocarril, en las barberías, en los viejos cafés, e incluso en los
hospitales, existían cerca de los mostradores y en diversos rincones de los
pasillos las escupideras, que contenían disoluciones asépticas, donde el asiduo
limpiaba agallas y exoneraba gargajos. Hoy nos hubiesen dado mucha repugnancia.
Los había de loza, de cristal y de latón. Los orinales, por otro lado, cumplieron
su función cuando los aseos y cuartos de baño se encontraban fuera de la casa o
muy lejos de los dormitorios. Solían estar recogidos dentro de las mesillas de
noche. En los viejos sainetes y en las zarzuelas castizas todavía puede escucharse
aquello de ¡Agua va”!, que era lo que se gritaba cuando las orinas se tiraban desde las ventanas o los balcones
de los dormitorios, avisando para que los peatones se retirasen y no tuviesen
que “aguantar el chaparrón”. Existió otro orinal diseñado para las mujeres. Se
trataba del bourdaloue, que era de
forma ovalada y con un frente más alto, permitiendo evacuar de cuclillas o de
pie, preservando la ropa. El nombre se debe a un cura francés, Louis Bourdeloue (1632-1704), que
alargaba tanto los sermones que hicieron inevitable que las damas hubieran de
proveerse de tal adminículo y, de esa guisa, poder soportar los inacabables
oficios religiosos. Las criadas se encargaban de colocar aquellos raros
orinales bajo los faldones de sus amas. Otros sinónimos de orinal han sido los
de chata, cuña, perico, tiesto, dompedro… Hacia 1800 apareció la “galanga”, que
era un orinal vertical a modo de botella. La “chata” y la “cuña” eran
utilizadas por los enfermos por tener su cuello en alza. Todavía, aunque de
material plástico, se utilizan en los sanatorios. Los “dompedros” fueron asientos de madera
noble en cuya base existía un gran agujero con orinal escondido. Durante algún
tiempo fue costumbre pintar un ojo en el fondo del orinal, con la inscripción “¡Te veo!”. Y en 1939, una fábrica inglesa puso de moda un orinal
con la inscripción ¡”Hazlo sobre este viejo
antipático”!; y en su fondo estaba la caricatura de Adolf Hitler. Cuando se levantaba del suelo sonaba el himno
británico. A Camilo José Cela le
gustaba coleccionar orinales. En la actualidad existe un Museo del Orinal en Ciudad Rodrigo (Salamanca) donde hay
depositados en sus correspondientes vitrinas 1.300 orinales y alrededor de 300
escupideras.
lunes, 29 de agosto de 2016
domingo, 28 de agosto de 2016
Andaluz de Neguri
No sé, por muy pijas que sean algunas damas sevillanas,
ignoro como es el habla andaluz de Neguri. Tampoco, el de Algorta, el de
Sopelana, el de Lejona o el de Portugalete. Las Arenas y Neguri nacieron como
zona residencial de Guecho a finales del siglo XIX, en la margen derecha de la
Ría. Ya me gustaría saber a mí cómo cantan
los sevillanos aquello de “Puente
colgante, leré…” en andaluz de Neguri. Me consta que en Sevilla hay muchos
ciudadanos oriundos de Santander, que en el escudo de Cantabria está plasmada la Torre del Oro y que Fernando III preparó un gran ejército
para sus conquistas en Andalucía y contó entre otros, además de con 500 moros
del Reino de Granada, con castellanos, aragoneses, navarros, vascos y leoneses.
Y como Santander pertenecía a Castilla la Vieja, queda todo dicho. Pero lo de los vascos es
distinto. Diego López de Haro echó
un a mano en ese empeño. En 1670, bajo el reinado de Carlos II se creó la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, en la iglesia
de San Hermenegildo, que consta en la actualidad de 230 miembros. Unos miembros
que son muy pijos pero que, hasta donde yo alcanzo, no hablan el andaluz de
Neguri ni el vasco de Lebrija. Según Antonio Burgos, “el miarma es la variedad más sevillana del
pijo o más pija del sevillano. Es el que más sabe de gin-tonic en copa de balón”. Son los que a principios de los
setenta se pasaban las tardes- noches en Doña
Pepa y en Turín, en la Plaza de Cuba, y ahora, en
la senectud, se ponen traje y corbata para portar un cirio procesional, entrar
de gorrones en alguna caseta de la
Feria de Abril, o asistir a una corrida de
toros con entrada de sombra. Pero, que yo sepa, tampoco hablan andaluz de
Neguri sino algo parecido a la jerga de Legionaria,
la protagonista de Las mil noches de
Hortensia Romero en la obra de Fernando Quiñones.
sábado, 27 de agosto de 2016
Candela y el "milagro Armisén"
Cada vez que mi nieta Candela
aparece por casa, cuando se aburre de jugar con sus cacharritos de cocina
pretende que le haga juegos de manos. Pero yo soy tan negado con los trucos de
magia que hasta su otra hermana, Olivia,
que todavía no ha cumplido los dos años de edad, es capaz de descubrir los
engaños. Hasta que un día, hace poco, hice un truco que dejó a Candela
descolocada por completo. Me consta que los niños de hoy, tan aficionados a las
colas y a las oranginas, desconocen algo que fue muy común en mi infancia: la
gaseosa de sobre. Escudriñando en un aparador de la cocina descubrí que todavía
guardaba una cajita de las conocidas gaseosas “Armisén”. Le dije a mi nieta que prestase mucha atención. En un
vaso con agua añadí media cucharadita de
azúcar y después saqué los milagrosos sobres, uno blanco y otro amarillo. Los
eché sobre el agua, le di vueltas con la cucharilla y enseguida aquello comenzó
a subir de volumen y a lanzar burbujas sonoras. Le dio un sorbo y quedó
maravillada. Aquel día comprendí que había conseguido el truco de mi vida y que
la admiración de mi nieta hacia mí sería eterna. Los niños de hoy desconocen la
gaseosa de sobre, el juego de las chapas, los juguetes de hojalata a los que se
les rompía la cuerda, etcétera. Nunca se han subido a un árbol ni han utilizado
el tirachinas ni han leído Trampolín…
En Aragón existió en la primera mitad del siglo XX una gran afición al consumo
de gaseosas de sobre. De hecho, la Farmacia y Laboratorios de Antonio Armisén
comenzó su andadura en 1850 en Zaragoza. Estaba situado en la Plaza del Pueblo nº 5 (que a
partir del 18 de julio de 1936 pasó a denominarse Plaza del Carmen). Su gaseosa
fue declarada de utilidad pública el 5 de marzo de 1883 y premiada en varias
Exposiciones Internacionales, como la de Alejandría en 1901 o la Hispano-Francesa
de Zaragoza en 1908. También fabricaba el alimento infantil Nesfarina y la moka concentrada Armisén se anunciaban en la prensa nacional a
comienzos del siglo XX. Pero de niño recuerdo haber bebido otra gaseosa en
polvo: El Tigre, del valenciano Alejandro Martínez Máñez, que comenzó a
fabricarlas en 1915 en su tienda de comestibles. También se fabricaron dos
gaseosas en polvo en la provincia de Huesca: en Albalate de Cinca, por el doctor Andreu, y en Azanuy, por el farmacéutico José María Gimeno, a partir
de 1915, que incluía un papelito en el interior de cada cajita con distintos
refranes.
viernes, 26 de agosto de 2016
A propósito del terremoto italiano
Todos los españoles de bien lamentamos la muerte de Ana
Huete Aguilar como consecuencia del terremoto ocurrido en el centro de Italia. Ha sido
un caso de mala suerte que esa señorita estuviese de vacaciones en el pueblo de
su pareja. Pero de ahí a pretender que el Ministerio de Asuntos Exteriores se
haga cargo de los gastos derivados de su traslado a España hay un trecho. La página web
del Ministerio señala que “para que el Gobierno se haga cargo de ese coste, la
muerte debe considerarse como producida en situaciones excepcionales”. Y ese no
es el caso. El Estado no puede hacerse cargo de todos los fallecidos fuera de
nuestro territorio, bien sea, por
ejemplo, en accidentes laborales, en eventos de circulación, haciendo escalada
en los Alpes, o por ahogamiento en las costas de Normandía. Cosa distinta es
que los consulados se puedan hacer cargo, llegado el caso, de agilizar los
trámites administrativos para el traslado de restos. Existe, no obstante, otra
fórmula más práctica: la incineración del cadáver en Italia y el traslado de
sus cenizas en una urna de cremación. Es lo que hay; y la familia de Ana Huete
no debe estar molesta si la normativa oficial no de adapta a sus deseos.
"Sé fuerte, Dominga..."
Tanto a la prensa de la derecha como a la portavoz adjunta del grupo parlamentario del PP, Marián Orós, les ha parecido “vergonzoso” que en una cena privada el
secretario de Organización de Podemos, Pablo
Echenique haya cantado eso de “Chúpame
la minga, Dominga…” durante un acto de precampaña en las pasadas elecciones
autonómicas del 24M. A Marián Orós le podría parecer vergonzoso, si acaso, el
delirante papel que está jugando el presidente de su partido, Mariano Rajoy, con respecto a los ciudadanos desde el pasado
20 de diciembre. Marián Orós, afiliada al PP en 1992, a la que no tengo el
gusto ni el deseo de conocer, le voy a recordar que tal letra es un poco ordinaria y
machista, pero que todo ciudadano tiene derecho a expresarse del modo que le
venga en gana en actos privados cuando se encuentra rodeado de amigos. Pues bien, para
el que no la conozca, ahí va la letra de la jota completa:
A la jota jota que bailan los
perros,
levantan la pata y enseñan los huevos.
Y enseñan los huevos,
levantan la pata y enseñan los huevos.
Y enseñan los huevos,
y enseñan los huevos
A la jota jota que bailan los perros.
A la jota jota que bailan los perros.
Espatárrate, Genara
que aquí mismo te la clavo,
que cada vez que te veo
me salen chispas del nabo.
que aquí mismo te la clavo,
que cada vez que te veo
me salen chispas del nabo.
No me jodas en el suelo
como si fuera una perra,
que con esos cojonazos
me llenas el coño de tierra.
como si fuera una perra,
que con esos cojonazos
me llenas el coño de tierra.
Chúpame la minga, Dominga, que
vengo de Francia,
chúpame la minga, Dominga, que llevo sustancia,
que llevo sustancia, que llevo sustancia,
chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia.
chúpame la minga, Dominga, que llevo sustancia,
que llevo sustancia, que llevo sustancia,
chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia.
El polvico que te eché
debajo de la escalera
se lo cuentas a tu madre
y te casas con la abuela.
debajo de la escalera
se lo cuentas a tu madre
y te casas con la abuela.
Doce monjes cartujos en un
convento,
veinticuatro pelotas, doce instrumentos,
doce instrumentos, doce instrumentos,
doce monjes cartujos en un convento.
veinticuatro pelotas, doce instrumentos,
doce instrumentos, doce instrumentos,
doce monjes cartujos en un convento.
Esos huevos que tú tienes
no te los pienso tocar,
que a mí me gustan muy frescos
y los tuyos huelen mal.
no te los pienso tocar,
que a mí me gustan muy frescos
y los tuyos huelen mal.
En tu puerta me cagué
pensando que me querías
y ahora que ya no me quieres
dame la mierda, que es mía.
pensando que me querías
y ahora que ya no me quieres
dame la mierda, que es mía.
Veinticinco mujeres, cincuenta
tetas,
si las cuentas tres veces, ciento cincuenta.
Ciento cincuenta, ciento cincuenta
Veinticinco mujeres, cincuenta tetas.
si las cuentas tres veces, ciento cincuenta.
Ciento cincuenta, ciento cincuenta
Veinticinco mujeres, cincuenta tetas.
A la jota, jota, que bailan los
perros,
levantan la pata y enseñan los huevos.
Y enseñan los huevos, y enseñan los huevos,
a la jota, jota, que bailan los perros.
levantan la pata y enseñan los huevos.
Y enseñan los huevos, y enseñan los huevos,
a la jota, jota, que bailan los perros.
Si me quieres dímelo
y si no vete a la mierda,
que otros mejores que tú
he tenido entre las piernas.
y si no vete a la mierda,
que otros mejores que tú
he tenido entre las piernas.
Maña, mañica, maña,
por muy mañica que seas
no dejarás de mojarte
los pelicos cuando meas.
por muy mañica que seas
no dejarás de mojarte
los pelicos cuando meas.
Chúpame la minga, Dominga, que
vengo de Francia,
chúpame la minga, Dominga, que llevo sustancia,
que llevo sustancia, que llevo sustancia,
chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia.
Mientras tú estés en la cama,
con las teticas calientes,
yo estoy bajo tu balcón
con la chorra hasta los dientes.
chúpame la minga, Dominga, que llevo sustancia,
que llevo sustancia, que llevo sustancia,
chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia.
Mientras tú estés en la cama,
con las teticas calientes,
yo estoy bajo tu balcón
con la chorra hasta los dientes.
Anda y cállate, Nemesio,
Que ende que empezaste a hablar
Me está pegando bocaos
El coñico al delantal.
Que ende que empezaste a hablar
Me está pegando bocaos
El coñico al delantal.
Veinticinco mujeres, cincuenta
tetas,
Si las cuentas tres veces, ciento cincuenta.
Ciento cincuenta, ciento cincuenta,
Veinticinco mujeres, cincuenta tetas.
Si las cuentas tres veces, ciento cincuenta.
Ciento cincuenta, ciento cincuenta,
Veinticinco mujeres, cincuenta tetas.
Doce monjes cartujos en un
convento,
Veinticuatro pelotas, doce instrumentos.
Doce instrumentos, doce instrumentos,
Doce monjes cartujos en un convento.
Veinticuatro pelotas, doce instrumentos.
Doce instrumentos, doce instrumentos,
Doce monjes cartujos en un convento.
Ya me la ha chupao, ya me la ha
mamao,
Cochina, marrana, no haberte dejao.
No haberte dejao, no haberte dejao,
Cochina marrana, no haberte dejao.
Cochina, marrana, no haberte dejao.
No haberte dejao, no haberte dejao,
Cochina marrana, no haberte dejao.
¡Riau riau!
“Dominga, sé fuerte. Hacemos lo que podemos”.
jueves, 25 de agosto de 2016
"Espumosos", sin ir más lejos
Un equipo de El
Comidista (diario El País) ha
viajado por los peores restoranes de Madrid y lo cuenta en su sección semanal.
No daré aquí sus nombres. No hace falta echar más leña al fuego. Pero sí quiero
aprovechar para comentar algo sobre El
Brillante, situado en la madrileña plaza del Emperador Carlos V, 8. Para
mí, los bocadillos de calamares no son de buena calidad, el pan, tampoco, y los
suplementos, como un poco de mayonesa,
se cobran aparte. Encima se me antoja
caro. Sé que muchas personas no van a estar de acuerdo con mi opinión, pero no
me importa. He comido pan de muchos hornos y en cuestión de gustos no hay nada
escrito. Recomiendo como el mejor bocadillo de calamares con un poco de salsa
picante el de Espumosos, Sagasta, 5, Zaragoza. También resalto su ensaladilla y
su cerveza con limón. Merece la pena acercarse. Mantiene un precio que
considero justo. Espumosos se fundó
en 1905 en el Paseo de la
Independencia y, con posterioridad, cuando desaparecieron los
grandes cafés, se trasladó al paseo de Sagasta. Hay varios establecimientos
repartidos por la ciudad. Dispone de un menú asequible que cambia todos los
días. La historia de Los Espumosos está
fielmente documentada por Mónica Vázquez
Astorga en su trabajo titulado “Cafés
de Zaragoza. Su biografía, 1797- 1939”
(Institución “Fernando El Católico”
de la DPZ,
Zaragoza, 2015) de donde extraigo lo siguiente: “A comienzos de los años 70 del
siglo XIX Francisco Bragulat y Homs
era dueño de una fábrica de gaseosas y agua de Seltz en sifón denominada La
Catalana, que estaba situada en el Paseo de la Independencia, núm.
18. Con fecha 2 de junio de 1890 solicitó al consistorio municipal licencia
para colocar tres veladores en los porches, pertenecientes a su cafetería. Se
el concedió permiso. Dos años después, en 1892, Bragulat pidió autorización
para poder poner cuatro veladores en el Paseo, frente a la casa número 4. En
1916, el establecimiento ubicado en el Paseo de la Independencia,
número 4, figura como propiedad de los fabricantes de gaseosas, espumosos y
jarabes Hermenegildo Aguaviva y Octavio Mazo, quienes pidieron ese año
licencia para reformar su fachada. Dos años después, en la prensa zaragozana se
publicitaba la cerveza con limón y el yoghourt
ofrecidos por esta industria conocida por Los espumosos, también denominada como Los Espumosos del Sifón Higiénico. En octubre de 1929, el
arquitecto Regino Toribio redactó un
proyecto de edificio para Gaseosas
Aguaviva y vivienda aneja (Madre Sacramento, 24). En febrero de 1936,
Borobio recibió el encargo de Aguaviva para instalar otro establecimiento de Los Espumosos en la planta baja del
número 28 del Paseo de la
Independencia., cerca del afamado Café Ambos Mundos. El 1 de septiembre de ese año, Hermenegildo
Aguaviva lo traspasó con su nombre comercial a Manuel Villuendas Fando y a sus socios Agustina
Ramos y Brígida Lázaro. Se
reformó en 1939. Así, el antiguo local de Los
Espumosos (Independencia, 4, más tarde sería el número 6) fue ampliado por
su dueño, que entonces lo era Víctor
Alejandre, pasando a llamarse Los
Nuevos Espumosos. Esos dos renombrados y concurridos Los Espumosos coincidieron en el tiempo durante años, hasta que los
locales de Los Nuevos Espumosos
(Independencia, 6) fueron ocupados por la Cafetería Sukro en 1955 (año en
el que un joyero local, García, abrió
las puertas de la cafetería Las Vegas).
Y Los Espumosos estuvieron en
Independencia, 29, hasta 1982, cuando fue trasladado a Sagasta, número 5”. Hoy día, Espumosos funciona, aunque no estoy
completamente seguro de ello, por el sistema de franquicia. Invito a Mikel López Iturriaga y su equipo a que
venga por Zaragoza y compruebe in situ lo que afirmo. Doy por hecho que no saldrán decepcionados.
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Parte de la plantilla de Los Espumosos cuando estaba situado en Independencia, 28:
Pilar Lavilla, Pilar Mayayo, Josefina Lafuente, Ignacio Ramos, Paquita, Angelita, Custodia y Pilar Molina, Esperanza, Florentina Calvo, Antonio Cabello, Pedro Bernal, Fernando, Paco y Mariano.
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Parte de la plantilla de Los Espumosos cuando estaba situado en Independencia, 28:
Pilar Lavilla, Pilar Mayayo, Josefina Lafuente, Ignacio Ramos, Paquita, Angelita, Custodia y Pilar Molina, Esperanza, Florentina Calvo, Antonio Cabello, Pedro Bernal, Fernando, Paco y Mariano.
miércoles, 24 de agosto de 2016
A derechas o a tuertas
Lo peor que
puede ocurrirle a un escritor es
que su trabajo lo modifique el “corrector de textos”. Suelo poner como ejemplo
la conjunción ilativa “conque”, que
el “corrector” se empecina en separar “con” y “que”, cuando en realidad tiene
utilidad para dos cosas: enunciar una consecuencia natural de lo que acaba de
decirse; e introducir una frase exclamativa que expresa sorpresa o censura. Leo
que Cuadernos Rubio avisa de las 20
faltas ortográficas más comunes en las redes sociales, verbigracia: ausencia de
tildes en los pronombres exclamativos e interrogativos, confusión entre “a ver”
y “haber”, la mala colocación de las comas en los escritos, la diferencia entre
“¡ay!”, “ahí” y “hay”, etcétera. A mi entender, se entendería mejor la Ortografía si se
ejercitase más la lectura de nuestros clásicos. No descubro nada nuevo ni pretendo
ser el maestro Ciruela si afirmo que no es lo mismo “dónde”, “adónde”, “adonde”
y a donde”; “aún” y “aun”; “por qué”, “por que”, “porque” y “porqué”; “con
qué”, “con que” y conque; etcétera. Lo que para algunos sólo es “cuestión de
matices”, lo cierto es que aplicando incorrectamente tales partículas se cambia
el sentido de una frase, y el idioma sirve para entendernos. Por ejemplo: “dónde”
sirve para preguntar por un lugar; “adónde” se emplea cuando el verbo necesita
la preposición “a”, por ser un verbo de movimiento; “adonde” sin acento se usa
cuando en la oración existe el antecedente, o sea, la palabra a la que se
refiere el relativo; “a donde” se usa sólo si ya existe antecedente. Y así
todo. Conservo varios libros de estilo: de ABC,
de El País, otro que me regaló CEDRO
escrito por Paloma González Sánchez…
Todos ellos muy interesantes y que me han servido de gran ayuda. Pero si algo
echo en falta son aquellos artículos de Fernando
Lázaro Carreter, “El dardo en la
palabra”, donde Lázaro analizaba muchos vulgarismos y restañaba heridas del idioma. En su artículo “…y un largo etcétera”. Lázaro se
preguntaba en qué laboratorio nació tal estupidez: “Es lo desesperante de los
cohetes idiomáticos: pujan a nuestro lado, y nadie sabe, al verlos, quien los
ha lanzado. Ahí quedó la nueva criatura: como recién nacida, expuesta a un
incierto destino”. ¿Cuánto de largo es ese etcétera? Nunca lo sabremos.
martes, 23 de agosto de 2016
Tres años sin Manuel Martín Ferrand
Cuando murió Manuel
Martín Ferrand, ahora va a hacer 3 años, Jaime García escribió un suelto en su memoria, que apareció al día
siguiente, sábado 31 de agosto, en el diario ABC, donde contaba que “era
un maestro capaz de gastarse mil euros en invitar a cenar a un discípulo y
amigo, dándole, a los postres una penúltima lección de historia gastronómica,
que también era una lección de historia, periodismo y amistad”. El artículo es
entrañable, como lo son todos los elogios funerales, pero el final de aquella
columna lo decía todo a su favor: “Manolo Martín Ferrand, un respeto, oigan. Un
Señor”. Esa, a mi entender, fue la frase más acertada entre todas las que leí
aquel día de agosto de 2013 en ABC,
que fueron muchas. Pero, de entre todos aquellos elogios, algunos glosados por
rimbombantes firmas orladas de tipos que parece que no hubiesen tenido nunca
abuela y que le pusieron en vida bastantes zancadillas, me quedo con una sencilla “carta
al director” de Andrés Ortega Monge,
de Madrid. Cuenta Ortega: “ Querido amigo Manolo: Estábamos en 1959, ambos
matriculados en el Selectivo de Ciencias, obligatorio para acceder a cualquier
carrera de esa rama universitaria, y por mera coincidencia –nuestros apellidos
nos unían en las clases prácticas- iniciamos una relación amistosa hasta que,
por fin, lograste estudiar lo que realmente era tu vocación: el periodismo.
Estabas matriculado en ese curso, porque al ser nieto del doctor Ferrand, descubridor de la vacuna contra el cólera y otras
muchas cosas que están en cualquier tratado de medicina, y ser tu padre también
médico, tú ‘deberías’ continuar la tradición familiar. Pero no era esa tu
vocación. Tú no querías ser médico, pese a la carga de historia de tu segundo
apellido, pero entonces éramos muy obedientes
a nuestros mayores, y seguiste haciendo aquello que te mandaban. No
obstante, rompías esa disciplina, mandando artículos a un concurso de redacción
que tenía ‘El Alcázar’ de entonces, y
ganaste el premio semanal, y luego el mensual, mínimamente retribuido. Hasta
que un día, todavía en primero de Medicina, me confiaste un secreto. Sin que
nadie, y menos tu familia, lo supiese, te presentaste a los exámenes de ingreso
en la Escuela
de Periodismo que dirigía Emilio Romero.
Orgullosamente, y con razón, me relataste el examen de ingreso. El tema de
redacción que os pusieron fue ‘el pan’.
Según me dijiste, te sentiste frustrado, pues esperabas algo de más enjundia y
del nivel de tu capacidad de redacción. Tu réplica fue una redacción de tres
folios con el título: ‘La galleta: la
aristocracia del pan’, con tanto éxito que llamó la atención del tribunal
de examen, y te aprobaron con el número uno”. La carta es más extensa, pero lo
dejo ahí. Sólo, por terminar, selecciono algo que escribió sobre él Ángel Expósito: “Era una de esas frases
que Manuel Martín Ferrand decía con frecuencia y el maestro Fermín Boscos pone en su boca: ‘En este
mundo del periodismo, si no lo conozco yo…no es nadie’. Y tenía razón “.
Luto por dos flamencas góticas
lunes, 22 de agosto de 2016
Mi Sevilla, ¡ni tocarla!
Derramar pintura sobre las estatuas, además de constituir un
acto vandálico, se me antoja como un acto cobarde. Se suele practicar cuando
los maleducados suponen que no les está viendo nadie, normalmente por la noche. Por eso, como digo, es un acto pusilánime. Jamás se les ocurriría a esos raqueros de la peor estofa lanzar la pintura sobre un
ciudadano vivo. Para tal menestar es necesario colgar dentro de su escroto lo que asoman tanto el caballo de Espartero en El Espolón de Logroño, como cuatro leones del Puente de Piedra de Zaragoza. Los bustos, como los bancos, las farolas,
los árboles de las glorietas o las papeleras, forman parte del
mobiliario urbano y deben ser respetados en su integridad. Su reposición cuesta dinero al contribuyente. Leo que en la ciudad de Sevilla destinan 15.000 euros
anuales (al menos esa cantidad se destinó en 2015) a la conservación de esas efigies y que el monumento al vendedor de prensa es el que más veces ha
sido dañado, situado entre las calles Lumbreras, Mendigorría y Torneo. Otros
actos vandálicos lo constituyen las pintadas sobre fachadas y paredes, así como esas firmas raras
hechas por aquellos lerdos que, debido a su insolvencia manifiesta, nunca
en su vida tendrán poderes para estampillar con su rúbrica un documento de interés. Al monumento al vendedor de prensa le siguen, por orden
estadístico, las pintadas a fray
Bartolomé de las Casas, al general San Martín y a la duquesa de Alba. La última pintada se
ha derramado encima de la estatua de Curro
Romero, situada en uno de los
laterales de la plaza de toros de La Maestranza. Ya
lleva dos ataques. En Sevilla no se salvan de las agresiones de los indoctos
ni las columnas de la Alameda de Hércules. Juan Espadas, como alcalde y máster por la Universidad Carlos
III en Política y Gestión Medioambiental,
debería poner más vigilancia en las calles y castigar con severas multas a los
responsables. Una ciudad como Sevilla, preciosa en su conjunto, con su luz,
sus jacarandas, sus naranjos amargos y sus vencejos acharolados y limpios, merece causar buena impresión a los sevillanos
y a los turistas que la visitan. Conque ya saben: ¡Mi Sevilla, ni tocarla!
La torre de Babel
Marcos Quijada,
en El Correo de Andalucía, ponía ayer
el dedo en la llaga. Señala, y señala bien, que “el control de los medios es
algo absolutamente desequilibrado en favor de la derecha en España y es parte
de la explicación de los resultados electorales. En un país en el
que, según el CIS, el 85 por ciento de la población jamás asistió a un
acto político, es normal que la influencia de los medios sea
enorme en las tomas de decisiones”. (…) “Se le pide a Sánchez lo que jamás se le pidió a Rajoy y la postura actual del PSOE es la misma que la del PP ante
la investidura de Sánchez”. Marcos Quijada, un poco más debajo de su artículo,
vuelve a decir lo mismo que expresa en su cabecera: “Si yo fuese Sánchez
también votaría que no”. Y cuenta por qué: por presidir un partido corrupto,
por haber metido mano en la caja de pensiones, por disparar el déficit del
Estado, por pone en cuestión la
Sanidad, la
Educación y los Servicios Sociales, por haberse cargado a la
clase media y los derechos que los trabajadores tenían conquistados con mucho
sudor y lágrimas. Yo añadiría más motivos: por haberse cargado la sanidad
pública en beneficio de la sanidad privada, por haber rebajado los sueldos de
funcionarios sin causa que lo justifique, por
haber rebajado los sueldos de los trabajadores como fórmula errónea de
intentar competir en los mercados internacionales al no poder devaluar el euro
como Franco hacía con la peseta, por
haber hecho magro el tejido industrial español con la excepción del
automovilístico, por haber aumentado el tiempo de lista de espera en los
hospitales públicos, por haber permitido el repago farmacéutico a los
jubilados, por rescatar a bancos y cajas de ahorro y decir que en España no ha
habido rescate, por permitir las tarjetas
black, por consentir las cláusulas suelo en las hipotecas, por
haber quitado dotaciones a la Ley de la Memoria Histórica
y permitir que siga habiendo miles de cadáveres de ciudadanos que lucharon por
su libertad en las cunetas y en los descampados…., etcétera. La lista de
desatinos del actual Gobierno en funciones es larga y ya aburre a las ovejas.
Rajoy debería marcharse de La
Moncloa por vergüenza torera. Su partido fue el más votado en
las urnas, pero no consigue, pese a ello, tener a su favor la mitad de la Cámara como única manera de
conseguir su investidura. No se debe echar la culpa a Sánchez ni al PSOE de que
haya que volver a votar, si se diese el caso,
el próximo día 25 de diciembre por tercera vez. Los incompetentes no
parece que sean los ciudadanos, que
pagan impuestos y ejercen su derecho a voto cuando se les requiere. Los
incompetentes, de haberlos, son los responsables políticos que no han sido
capaces de ponerse de acuerdo para gobernar desde el 20 de diciembre pasado y
que han transformado en la praxis y de forma solapada la monarquía parlamentaria
en una “infumable” oligarquía de partidos dentro de una torre de Babel. Y así,
con esa falta de entendimiento, no vamos por buen camino. No quiero terminar
sin tener un recuerdo para la figura de don
Melquíades Álvarez, asesinado en Madrid hace hoy ochenta años. Me resisto a
que pase al olvido.
domingo, 21 de agosto de 2016
Un autógrafo de Bécquer en Toledo
Museo, que entonces lo era Mercedes Rodríguez, que no lo encontraba entre sus paredes, me indicó que lo habían llevado a restaurar. Me acompañó hasta la sala de restauración donde pude, además de verlo, tenerlo entre mis manos. En efecto, en la amplia falda de la mujer dibujada, en uno de los bordes laterales, en su lado derecho, allí por donde pasa el trazo curvo del lapicero afilado, se había abierto el papel como sajado por un bisturí. Pues bien, durante una de las estancias de los dos hermanos Bécquer en Toledo, en la soberbia portada plateresca del Convento de San Clemente y a unos 5 metros de altura, existe un autógrafo del poeta hecho hacia 1857. La primera vez que Bécquer visitó Toledo tenía como objetivo inspirarse en su futuro libro “Historia de los templos de España”, con ilustraciones de su hermano Valeriano. Un libro que nunca vio la luz. Unos suponen que fue Gustavo Adolfo en que se subió sobre los hombros de su hermano. Otros piensan que el poeta se encaramó en una escalera de las que usaban los lampisteros para encender las farolas. La existencia de aquel autógrafo en grafito sobre el friso de caliza hallado en la fachada del convento toledano no era conocida por casi nadie a principios del siglo XX. Una firma de 35 centímetros que, como digo, Bécquer había plasmado junto a la de su amigo Yldefonso (sic) Núñez de Castro. Alejandra Rodríguez Campos señalaba en un interesante blog el 24/04/2013 que “en 1911, la ciudad de Toledo decidió dedicar la conocida calle de la lechuga a los hermanos Bécquer, tras un estudio del entonces director del Instituto de la Edad Media, Ventura Reyes, quien establecía en el número nueve de dicha calle, la vivienda de Gustavo Adolfo y Valeriano. Investigaciones más recientes plasman que la estancia en ese inmueble, de haber sido así, hubiera sido breve, dado que en esa casa se admitían huéspedes”. (…) “La casa que sí habitaron los hermanos durante bastante tiempo está situada en el número ocho de la calle de San Ildefonso. Aún hoy se puede ver el laurel que el mismo Gustavo Adolfo plantó. El brocal árabe pintado por su hermano Valeriano se encuentra actualmente en el Victoria and Albert Museum de Londres. De su oscuro compañero de andanzas, Yldefonso Núñez de Castro, solo se conoce -además del autógrafo- su colaboración en Historia de los templos de España con el dibujo de la sinagoga de Santa María la Blanca, en la que aparece Gustavo Adolfo Bécquer guiado por un cicerone ciego. El caso es que, como señala Manuel Palencia hoy en El Cultural, “en El Eco Toledano del 25 de febrero de 1915, Juan Moraleda y Esteban anuncia el grafito -aunque calla su ubicación por temor a que pudiera perderse- y alude a su intención de fotografiarlo. El erudito justifica el hecho como testimonio de la extraordinaria admiración que le producía al poeta -la portada del convento-, y lo califica de sencillo y tierno episodio y delicado testimonio. Al día siguiente, el Diario Toledano, en un anónimo de la redacción, revela su lugar de emplazamiento, a lo que contesta Juan Moraleda inmediatamente, un tanto molesto por la intromisión. Esto indica que, aunque Moraleda cita como fuente de su información a José Casado del Alisal, amigo íntimo del poeta, ya se conocía su existencia, quizás porque en esa época aún era visible desde el suelo”.
Barata publicidad
Hay quien se paga su propia publicidad y le sale muy barato.
Ese es el caso de Maria Dolores Montero,
que conducía por Sanlúcar de Barrameda una motocicleta sin haberse puesto en la
cabeza el preceptivo casco protector. Y en vista de que no era multada por los
agentes, fue ella misma la que se presentó en el cuartelillo de la Policía Local para denunciarse
a sí misma por cometer una infracción en materia de seguridad vial. A esa señora le encanta que se hable de ella,
aunque sea para mal. Ya los ciudadanos
la tuvimos que soportar durante siete años, mientras cobraba de la
televisión pública con dinero del contribuyente. Y ahora, cuando se le acaba de
terminar el contrato en el programa “La
mañana de la 1”,
hace ese tipo de excentricidades para que los medios sigan escribiendo sobre
ella. Personalmente, lo que haga esa señora me trae sin cuidado. Montero,
defensora del Toro de la Vega,
que confundió en varias ocasiones el río Miño con el río Nilo, que en el caso
de la asesinada Asunta entendió que
Q.D.E.P. (“que descanse en paz”) era el nombre de una firma, que aseveró que
oler limones previene el cáncer sin tener ninguna evidencia científica,
etcétera, comete ahora una infracción de tráfico con el objeto de poder pagarse
la multa. Es como si yo me autolesionara con el quicio de una puerta para
justificar poder dar una salida útil al
esparadrapo que tengo guardado en un cajón de la mesilla. En fin, la señora Montero
ya ha conseguido lo que quería: salir en todos los medios por el módico precio
de 100 euros. Menos de lo que cuesta un pernil de bellota.
sábado, 20 de agosto de 2016
Olla de grillos
Menos mal que el diario ABC tiene escaso número de lectores
desde que no pertenece por entero a la familia Luca de Tena. Menos mal que los españoles no nos dejamos amedrentar
por ciertos cantos de sirenas que llegan desde la más rancia derechona. Y menos
mal, también, que el corrupto partido que sostiene a un triste Gobierno en
funciones, pronto dejará de ser un mal sueño para muchos ciudadanos. Meter
miedo, como hace Bieito Rubido desde
el ojo de buey de su velero bergantín por aguas procelosas, desde su El Astrolabio planisférico, que más que
determinar la hora a partir de la latitud y medir distancias por trianguación,
lo que hace es deformar una realidad tangible en lo que por estos pagos
acontece. En su columna “Rajoy o terceras
elecciones”, Rubido señala que “tal vez unas terceras elecciones no sean
una opción tan mala, ni una idea descabellada. Al fin y al cabo, visto lo visto
y oído lo hablado, casi mejor que los votantes vuelvan a reconsiderar quién
puede gobernarnos, ahora que conocen el olor a guerracivilismo que desprenden
los que dicen representar a la nueva política”. Por lo visto, Rubido todavía no
se ha enterado de que el golpe de Estado de 1936 fue producido por unos
militares africanistas con pésima preparación militar y aplaudido con las
orejas por una derechona y unos obispos que temían perder sus morrocotudos
privilegios. Unos tipejos que se apoderaros del crucifijo, de la bandera y de
la libertad de media España y que, afortunadamente, por razones edad, ya
salieron hace tiempo del panorama histórico por la puerta de servicio. Cierto
que al aspirante Rajoy no le importa
lo más mínimo que unas nuevas elecciones, ya serían las terceras, supongan para
el Erario un tremendo desembolso de dinero público. Cierto, también, que al aspirante
Rajoy le interesen unos posibles comicios el día de Navidad. Supone que dada la
fecha, habría una gran abstención en las urnas, y ello beneficia siempre a las
mayorías por la ley D'Hondt, donde los beneficiarios siempre son los partidos
grandes y los perjudicados, los pequeños. Y Bieito Rubido también es conocedor
de que en unas elecciones generales, la legislación española
descarta las candidaturas que hayan obtenido menos del 3% de las papeletas. El
resultado de cada una de las otras habrá de dividirse por el número de escaños
en juego y que los representantes se conceden a estos cocientes por orden
decreciente. Al final de su columna, Rubido dice que “a estas alturas, parece
claro que sólo es posible una investidura de Mariano Rajoy o unas terceras
elecciones para que los ciudadanos le expliquen a Sánchez lo que sus compañeros de partido no se atreven: que el PSOE
no puede pactar con quien busca romper España, que el populismo y el “postureo”
tienen recorridos cortos y que, en democracia, la lista más votada suele
gobernar”. Bueno, también Rubido sabe que en España no se elige en las urnas
presidente del Gobierno ni alcalde, sino diputados y ediles. En consecuencia,
en nuestro sistema parlamentario no alcanza la presidencia del Gobierno el
cabeza de lista del partido más votado
sino aquel aspirante a la
Presidencia que consigue más adhesiones dentro del Hemiciclo.
Y como Bieito Rubido está al tanto de lo que se cuece en esa olla de grillos,
podría ahorrarse el esfuerzo de escribir simplezas. En El Espectador, Ortega
nos recordaba en 1925 (al hacer referencia al fascismo) que “una de las
paradojas más inevitables es que en la batalla, el vencedor, para vencer,
necesita que el vencido le ayude”. Con Rajoy está pasando algo parecido:
necesita la ayuda del PSOE y de Ciudadanos para poder seguir gobernando a su
albedrío, como cuando disponía de mayoría absoluta. Ya ha conseguido el apoyo
para la sesión de Investidura de Ciudadanos. Pero los socialistas no están
dispuestos a irse a orinar a la hora de
votar. Una cosa es la cistitis
colectiva sobrevenida; y otra, la estulticia. Conque ya sabe Rajoy: cuando esté
delante del atril de oradores en la sesión de Investidura deberá ponerse una
pluma en la cabeza, al estilo de Jerónimo,
que desvíe a tierra todos los rayos.
jueves, 18 de agosto de 2016
Peones camineros
Por Balbino Lozano,
columnista habitual de El Correo de
Zamora, me entero de los antecedentes de la Ley de Tráfico de 1914 promulgadas por la Dirección General
de Obras Públicas. Se trata de la Real Orden
para evitar agresiones a los automovilistas en las travesías (Gaceta de Madrid, número 275, de 2 de
octubre).
"En vista de las continuas quejas
que se reciben en esta Dirección General de frecuentes agresiones de que son
objeto los vehículos y personas que los ocupan, muy especialmente los
automóviles, al pasar por las travesías de las poblaciones, por parte de
personas alguna vez aisladas y otras en grupos que interrumpen la circulación
libre del tránsito público, habiéndose hecho notar asimismo que la circulación
de automóviles se viene haciendo generalmente con velocidad excesiva, fuera de
la señalada en el Reglamento, con grave peligro para las personas y teniendo en
cuenta que la misión de los camineros comprende, no solo el servicio de la
conservación de las obras, sino también el de la policía de las carreteras y
protección y seguridad de los viajeros, la Dirección General
de Obras Públicas ha dispuesto: Que por los Ingenieros Jefes de las Provincias
se den órdenes terminantes al personal facultativo y al de camineros para que
con toda solicitud vigilen e impidan en absoluto la aglomeración de personas en
grupos en las explanaciones de las carreteras, muy especialmente en las
travesías de las poblaciones. Deberán también prestar toda atención para
impedir que los ganados circulen sin la directa vigilancia de sus conductores.
En el momento en que el peón caminero vea por sí mismo o averigüe con certeza
se hayan arrojado piedras contra cualquier vehículo que circule por la
carretera, presentará la oportuna denuncia ante el Juzgado Municipal
correspondiente, compareciendo como guarda jurado y agente de la autoridad. Que
igualmente denunciará ante la
Alcaldía el vehículo que marche a mayor velocidad que la
señalada en el Reglamento, que para los automóviles es de diez kilómetros por
hora en las travesías, y así mismo a los que no lleven su derecha, carezcan de
conductor o vaya este descuidado o dormido, o no lleve el farol encendido desde
la puesta hasta la salida del sol. De las denuncias prevenidas en las
precedentes Normas y del resultado de los respectivos juicios darán cuenta los
camineros, por conducto reglamentario, al Ingeniero Jefe, y este, mensualmente,
en relación general a la
Dirección, acompañando, cuando haya lugar a ello, las
correspondientes propuestas para los camineros que hayan demostrado mayor celo
en este servicio o castigos para los que hayan descuidado".
Pero en España hubo otras
ordenanzas anteriores a 1914:
1842: Ordenanza para la conservación y policía de las
carreteras generales.
1848: R.D. sobre construcción,
conservación y mejora de los caminos vecinales y R.O. aprobando su ejecución.
1889: Reglamento para el
servicio de los carruajes destinados a la conducción de viajeros.
1867: Reglamento para la
organización y servicio de los peones camineros.
1889: R.D. por el que se
publica el Código Civil.
1897: R.O. con reglas para el
transporte de viajeros con motor de vapor por las carreteras.
1900: Reglamento para el
servicio de coches automóviles por las carreteras del Estado;
1907: R.O. sobre matriculaciones,
modelos de permisos de circulación y de conducción.
Y ahí llegamos a la
R.O. de 1914, que hace referencia Balbino
Lozano
Por cierto, el primer
semáforo se instaló en Londres en diciembre de 1868, basándose en las señales
ferroviarias. Consistía en dos brazos que se levantaban para indicar el sentido
que tenía que detenerse el automóvil. Además de ello, se utilizaron lámparas de
gas con cristales rojo y verde movibles para la circulación nocturna. Al ser
manual, se requería que un agente lo controlase. Pero ese farol de gas
explosionó el 2 de enero de 1869 con resultado de muerte para el agente que lo
manejaba. El semáforo automático no llegará hasta 1910, en Los Ángeles y fue
patentado siete años más tarde. En 1920 se añadió la luz ámbar. En lo que respecta
a España, aquel reglamento de 1914 se mantuvo hasta 1934 y luego al Texto
Refundido de la Ley
sobre el Tráfico, Circulación de Vehículos a motor y Seguridad Vial,
actualizado por el R.D. 6/2015 de 30 de octubre. Las nuevas generaciones no
habrán conocido las casillas de los peones camineros, como tampoco les sonará
la existencia de casillas ferroviarias, existentes a lo largo de las redes de
carreteras del Estado y de vías férreas. Un día abundaré sobre el tema. Los
peones camineros y los guarda-agujas se extinguieron para siempre, como los
escopeteros de andenes de estación, los guardafrenos, los guardabarreras, las
Librerías de los Ferrocarriles, las máquinas de vapor, las señales de “ojo al
tren” en los caminos vecinales, las viejas cantinas, los “retretes”, las
lampisterías, aquellos relojes de andén que nunca daban la hora correcta, las
campanillas, las plataformas para dar vuelta a las locomotoras, los depósitos
de agua, los arcos de control de gálibo, etcétera.
martes, 16 de agosto de 2016
16 de agosto
Fue en San Sebastián aquel ducentésimo vigesimoctavo día de
1942, cuando Manolete compartía cartel con
Pepe Luís Vázquez y Morenito de Talavera. El primero de los
toros, de Saltillo, que le había
correspondido al diestro de Córdoba, le hirió en el lado izquierdo de la boca y
le produjo una cicatriz que la llevó el resto de sus días. Cada 16 de agosto se
celebra la fiesta en honor de san Roque en muchas poblaciones de nuestro
territorio, entre ellas en Calatayud. Y seis años antes, el 16 de agosto de
1936, hace hoy justo 80 años, era sacado de la casa granadina de la familia Rosales el poeta Federico
García Lorca y conducido al Gobierno Civil. Estos días de descanso son
buenos para leer “El hombre que detuvo a
García Lorca”, de Ian Gibson,
donde se hace una descripción formidable de Ramón Ruiz Alonso, el obrero tipográfico del diario El Ideal y miembro de la CEDA, donde había llegado a
ser diputado en 1933 y 1936. En las elecciones de ese año volvió a ser elegido,
pero por una sospecha de fraude electoral se repitieron las elecciones en
Granada y Cuenca. Y en esas segundas elecciones no salió diputado. Entonces
quiso entrar en Falange Española y pidió a José
Rosales que mediase ante José
Antonio Primo de Rivera para que el partido en el que él deseaba ingresar
le pagase 1.000 pesetas mensuales, que eran el dinero que cobraba un diputado
de entonces. Tras esa petición, inasumible por Falange, el partido le negó su
ingreso y de ahí, posiblemente, partió el odio que Ruiz Alonso sintió hacia la
familia Rosales. Durante la
Guerra Civil, Ruiz Alonso se unió a los sublevados y estuvo a
las órdenes del gobernador civil de Granada, José Valdés Gzmán. Y la muerte de García Lorca fue ordenada a
Valdés por Queipo de Llano desde
Sevilla con aquel “café, dale mucho café” tras la denuncia de Ruiz Alonso
contra García Lorca; que, a su vez creyó sentirse seguro en casa de
falangistas. Ruiz Alonso supo dónde se ocultaba el poeta después de haberlo
contado su hermana Concha en Fuente
Vaqueros, en vista de que unos milicianos amenazaron con llevarse a su padre si
no decía dónde se hallaba escondido su hijo. Hace ochenta años, tal día como
hoy, se presentaban en casa de los hermanos Rosales unos miembros de la Guardia Civil, acompañados de Juan Luis Trescastro Medina, Luis
García.-Alix Fernández y Ramón
Ruiz-Alonso. No se le perdonó a García Lorca, entre otras cosas, el hecho de
haber sido secretario de Fernando de los
Ríos, en aquellos momentos rector de la Universidad de Madrid.
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