lunes, 29 de agosto de 2016

Orinales y escupideras






Entre las cosas prácticas que ya han pasado de moda se encuentran los orinales y las escupideras. Recuerdo todavía cuando en los centros oficiales, en los vestíbulos de las grandes oficinas bancarias, en las fondas, en  las estaciones de ferrocarril, en las barberías, en los viejos cafés, e incluso en los hospitales, existían cerca de los mostradores y en diversos rincones de los pasillos las escupideras, que contenían disoluciones asépticas, donde el asiduo limpiaba agallas y exoneraba gargajos. Hoy nos hubiesen dado mucha repugnancia. Los había de loza, de cristal y de latón. Los orinales, por otro lado, cumplieron su función cuando los aseos y cuartos de baño se encontraban fuera de la casa o muy lejos de los dormitorios. Solían estar recogidos dentro de las mesillas de noche. En los viejos sainetes y en las zarzuelas castizas todavía puede escucharse aquello de ¡Agua va”!,  que era lo que se gritaba cuando las orinas  se tiraban desde las ventanas o los balcones de los dormitorios, avisando para que los peatones se retirasen y no tuviesen que “aguantar el chaparrón”. Existió otro orinal diseñado para las mujeres. Se trataba del bourdaloue, que era de forma ovalada y con un frente más alto, permitiendo evacuar de cuclillas o de pie, preservando la ropa. El nombre se debe a un cura francés, Louis Bourdeloue (1632-1704), que alargaba tanto los sermones que hicieron inevitable que las damas hubieran de proveerse de tal adminículo y, de esa guisa, poder soportar los inacabables oficios religiosos. Las criadas se encargaban de colocar aquellos raros orinales bajo los faldones de sus amas. Otros sinónimos de orinal han sido los de chata, cuña, perico, tiesto, dompedro… Hacia 1800 apareció la “galanga”, que era un orinal vertical a modo de botella. La “chata” y la “cuña” eran utilizadas por los enfermos por tener su cuello en alza. Todavía, aunque de material plástico, se utilizan en los sanatorios.  Los “dompedros” fueron asientos de madera noble en cuya base existía un gran agujero con orinal escondido. Durante algún tiempo fue costumbre pintar un ojo en el fondo del orinal, con la inscripción “¡Te veo!”. Y en 1939, una fábrica inglesa puso de moda un orinal con la inscripción ¡”Hazlo sobre este viejo antipático”!; y en su fondo estaba la caricatura de Adolf Hitler. Cuando se levantaba del suelo sonaba el himno británico. A Camilo José Cela le gustaba coleccionar orinales. En la actualidad existe un Museo del Orinal en Ciudad Rodrigo (Salamanca) donde hay depositados en sus correspondientes vitrinas 1.300 orinales y alrededor de 300 escupideras.

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