martes, 23 de agosto de 2016

Tres años sin Manuel Martín Ferrand





Cuando murió Manuel Martín Ferrand, ahora va a hacer 3 años, Jaime García escribió un suelto en su memoria, que apareció al día siguiente, sábado 31 de agosto, en el diario ABC, donde contaba que  “era un maestro capaz de gastarse mil euros en invitar a cenar a un discípulo y amigo, dándole, a los postres una penúltima lección de historia gastronómica, que también era una lección de historia, periodismo y amistad”. El artículo es entrañable, como lo son todos los elogios funerales, pero el final de aquella columna lo decía todo a su favor: “Manolo Martín Ferrand, un respeto, oigan. Un Señor”. Esa, a mi entender, fue la frase más acertada entre todas las que leí aquel día de agosto de 2013 en ABC, que fueron muchas. Pero, de entre todos aquellos elogios, algunos glosados por rimbombantes firmas orladas de tipos que parece que no hubiesen tenido nunca abuela y que le pusieron en vida bastantes zancadillas, me quedo con una sencilla “carta al director” de Andrés Ortega Monge, de Madrid. Cuenta Ortega: “ Querido amigo Manolo: Estábamos en 1959, ambos matriculados en el Selectivo de Ciencias, obligatorio para acceder a cualquier carrera de esa rama universitaria, y por mera coincidencia –nuestros apellidos nos unían en las clases prácticas- iniciamos una relación amistosa hasta que, por fin, lograste estudiar lo que realmente era tu vocación: el periodismo. Estabas matriculado en ese curso, porque al ser nieto del doctor Ferrand, descubridor de la vacuna contra el cólera y otras muchas cosas que están en cualquier tratado de medicina, y ser tu padre también médico, tú ‘deberías’ continuar la tradición familiar. Pero no era esa tu vocación. Tú no querías ser médico, pese a la carga de historia de tu segundo apellido, pero entonces éramos muy obedientes  a nuestros mayores, y seguiste haciendo aquello que te mandaban. No obstante, rompías esa disciplina, mandando artículos a un concurso de redacción que tenía ‘El Alcázar’ de entonces, y ganaste el premio semanal, y luego el mensual, mínimamente retribuido. Hasta que un día, todavía en primero de Medicina, me confiaste un secreto. Sin que nadie, y menos tu familia, lo supiese, te presentaste a los exámenes de ingreso en la Escuela de Periodismo que dirigía Emilio Romero. Orgullosamente, y con razón, me relataste el examen de ingreso. El tema de redacción que os pusieron fue ‘el pan’. Según me dijiste, te sentiste frustrado, pues esperabas algo de más enjundia y del nivel de tu capacidad de redacción. Tu réplica fue una redacción de tres folios con el título: ‘La galleta: la aristocracia del pan’, con tanto éxito que llamó la atención del tribunal de examen, y te aprobaron con el número uno”. La carta es más extensa, pero lo dejo ahí. Sólo, por terminar, selecciono algo que escribió sobre él Ángel Expósito: “Era una de esas frases que Manuel Martín Ferrand decía con frecuencia y el maestro Fermín Boscos pone en su boca: ‘En este mundo del periodismo, si no lo conozco yo…no es nadie’. Y tenía razón “.

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