viernes, 9 de septiembre de 2016

A propósito del burkini




A propósito del burkini, Jorge M. Reverte escribía el pasado 16 de agosto en El País: “Todos recordamos los bañadores, con faldita, que llevaban nuestras madres, y algunas hermanas mayores, hace cuarenta o cincuenta años. Si alguna mujer volviera a ponerse algo así, lo más que pasaría es que se formarían corrillos de gente para reírse, pero nadie exigiría que la mujer fuera detenida y obligada a enseñar sus carnes al público en general”. Yo, siendo niño, recuerdo haber visto en la Playa de la Magdalena, en Santander, muchachas con aquel tipo de vestimenta. No era obligatoria, sino una cuestión personal de un mal entendido pudor. De hecho, a mi abuela le gustaba que fuéramos a esa playa por cuestiones de decencia moral y buenas costumbres. Aquellas razones, en cualquier caso, eran comprensibles en una señora de comunión diaria que veía algo pecaminoso, no sé qué, hasta en las mallas de las trapecistas del Circo Americano. En mi fuero interno, pasados los años, he entendido otra razón de no menor peso para que nos llevase a aquella playa. La barca de “Los diez hermanos” se tomaba en el muelle cercano a los Jardines de Pereda, (próximo a la calle Alfonso XIII, donde vivíamos) y el trayecto concluía en La Magdalena. Los trolebuses que iban hasta El Sardinero solían ir abarrotados de viajeros, lo que producía cierta incomodidad. De cualquier manera, el nacionalcatolicismo, que idiotizó a la sociedad española, lo impregnaba todo y ya se encargaban los clérigos en los púlpitos de que la moral no se “resquebrajase” con la llegada de los primeros turistas, que por aquel tiempo de soflamas eucarísticas podían contarse con los dedos de una mano. Con el tiempo he entendido, también, que en el pecado va la penitencia, que siempre es un acto de mortificación. La iglesia tuvo un poder omnímodo sobre el comportamiento de los españoles, como no podía ser de otra manera en un país donde Franco era caudillo “por la gracia de Dios” y triunfador de la “Santa Cruzada de Liberación”. Como he leído en algún sitio,en la España mala y finalmente derrotada había una amalgama de leninistas, trotskistas, anarquistas, masones, ateos, judíos y, en general, gente de similar catadura, a los que derrotó otra amalgama compuesta por carlistas, beatillos, monárquicos borbónicos, militares africanistas y falangistas”. Por encima de todo estaban los “valores familiares” y el rezo del rosario en familia promovido por Patrick Peyton y su eslogan: “La familia que reza unida, permanece unida”. Y ahora, en plena democracia, a algunos meapilas les molesta que determinadas mujeres musulmanas usen el burkini en las playas de nuestro litoral. Como señala  Jorge M. Reverte en ese mismo artículo, “si lo hacen por propia voluntad, nada que objetar. Y  si las obligan, tenemos que encontrar la manera de ayudarlas de veras a tomar una opción libre”.

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