viernes, 23 de septiembre de 2016

El cuento de la buena pipa





Todo parece indicar que la falta de entendimiento entre los líderes de los principales partidos conduce directamente a los terceros comicios el próximo mes de diciembre. Rajoy confía en el hundimiento del PSOE y el alza del PP, Sánchez sueña con el hundimiento de Podemos y el trasvase de votos al PSOE y Rivera augura que subiendo el PP, bajando el PSOE y Ciudadanos, la subida del PP y la bajada de su partido serán compensadas y, finalmente, el PP volverá a gobernar no se sabe si con amplia mayoría. Esto se ha convertido en una comedia de enredo donde los ciudadanos, sentados en el patio de butacas, observamos atónitos el desarrollo de este teatro del . El es único por su lentitud, su gracia austera y por el uso distintivo de máscaras, y representa un rasgo específico de la cultura japonesa, que consiste en encontrar la belleza en la sutileza y formalidad. En el caso español, el es no, o sea, ¿qué parte del no ha entendido, señor Rajoy? Los del Japón son dramas breves (entre treinta minutos y dos horas): una jornada de está formada por cinco partes, de categorías diferentes. Así, por ejemplo, el Cuento de los Heike es cantado por monjes ciegos que se acompañan de la biwa, una especie de laúd con cuatro cuerdas y cinco trastes, donde  narran las luchas épicas entre dos clanes: Miramoto y Taira. El caso español es distinto, claro, aquí las luchas épicas son entre los dos partidos mayoritarios que han estado en poder de la cuerda de trenzado desde el comienzo de la Transición y tras la saga/fuga de Adolfo Suárez y aquella UCD descompuesta en la que Leopoldo Calvo Sotelo hizo unas elecciones para perderlas por goleada felipista un 28 de octubre. Para los que tengan mala memoria les recordaré que también en las elecciones de 1979 votaron a UCD siete millones de ciudadanos, algo menos de los que los que votaron al PP el 26 de junio pasado. Pero aquel conglomerado de partidos reunidos bajo las siglas de UCD cayeron en la trampa de una ley, la ley D’Hont, elaborada al principio de la Transición por Landelino Lavilla, Juan Antonio Ortega y Óscar Alzaga. Y allí comenzó la bipolarización, se encendió la lumbre de la olla de una merienda de negros y desapareció para siempre el centro político. Y comenzaron también  los posters, lo mítines vendiendo humo… Y Boabdil el Chico, es decir, Calvo Sotelo, se evaporó como el agua de un charco en la famosa noche de vino y rosas. Y Robespierre, es decir, Alfonso Guerra, fue cuando dijo aquello de “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”.Y en esas estamos. Aquí, por estos andurriales, en el Cuento de los Heike, que se ha transformado en El cuento de la buena pipa, sólo faltan los monjes ciegos tocando la biwa, un laúd con cuatro cuerdas y cinco trastes…, etcétera.

No hay comentarios: