jueves, 8 de septiembre de 2016

El miedo guarda la viña





A propósito de un artículo de Jaime Peñafiel, “España, ¿un país de cobardes?”, en República.com, un lector  le contesta: “El partirse los huevos con un ala delta, no es necesariamente un acto de valentía, es necesario previamente tener mucho amor al riesgo o no tener el umbral del miedo bien ajustado. O sea, que puede ser una carencia personal”. Peñafiel hacía referencia a otro artículo, “Los cobardes del PSOE”, publicado por Curry Valenzuela en el diario ABC el pasado sábado: “Que ‘España tendría hoy Gobierno si el viernes algunos diputados socialistas se hubieran quedado en sus casas alegando cualquier indisposición’, como escribía la compañera, era una verdad de Perogrullo. Pero no hubo cojones. Como tampoco que alguno o algunos ‘procuradores’ del PP se hubieran ofrecido al Jefe para intentar convencer ‘por su cuenta’ a unos pocos socialistas para que se abstuvieran. Tampoco hubo cojones. Simple y sencillamente porque España es un país de cobardes”. Y Peñafiel manifiesta que tal situación le ha recordado la noche del 23-F,  “cuando un guardia civil con bigotes entró en el Congreso dando tiros. Solo uno de los 350, el gran e inolvidable Adolfo Suárez, permaneció dignamente sentado en su escaño. (Lo de Gutiérrez Mellado, fue simplemente la lógica reacción de un general al ver a un subordinado enfrentándose a él con la pistola en la mano)”. Ahí, a mi entender, se equivoca Peñafiel. Fueron dos los que permanecieron dignamente sentados en su escaño: Adolfo Suárez y Santiago Carrillo. En su libro “Mi testamento político” (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1ª ed., nov.2012, pág. 301) Carrillo comenta algo sobre aquella noche: “Suárez cayó y se produjo el 23-F. La ocasión no fue de mucho lucimiento para don Manuel. Recuerdo que cuando los subordinados de Tejero empezaron a disparar una de las primeras cosas que se me ocurrió fue mirar lo que hacía Fraga; ya estaba en el suelo y no se veía más que el escaño vacío. Le habían fallado los reflejos y se había sumado a los postrados…”. El problema de los diputados, con el actual sistema de listas cerradas, es el miedo a “moverse en la foto” y convertirse en lentejas con bicho, o discrepar abiertamente de “dogmas” y la disciplinas impuestos por las cúpulas. No olvidemos que España es una oligarquía de partidos y ello será así mientras no se modifique la Constitución. Todos hemos podido ver en el indignante “caso Soria cómo ningún parlamentario del PP se atrevió a opinar abiertamente en los medios, por muy indignados que estuviesen con ese tremendo intento de polacada fallida. El miedo guarda la viña y Rajoy lo sabe, pero España no avanza.

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