viernes, 16 de septiembre de 2016

Nada menos que Verdi




Volvemos a medir la densidad del plebeyismo. Cuenta el diario ABC que el Teatro Real “se rindió” ante la consorte del Rey en su cuadragésimo cuarto cumpleaños. Y allí se encontraban tres ministros en funciones, David Bisbal, la viuda de Kardam de Bulgaria, Ana Botella y uno de sus hijos, gente del mundo de las finanzas, el director de la RAE y un rabo de tipos de diversa ralea. Todos de gorra, como debe de ser en un país donde sólo se “retrata” en taquilla el tonto del paseo, ese ciudadano anónimo que recibe todas las bofetadas y que no quiso perderse “ir por atún y ver al duque”, y que tuvo que hacerse cargo del marrón, del marrón chocolate, es decir, sufrir colas inacabables y añadir al abultado precio de la entrada el 21 por ciento de IVA. Sarna con gusto no pica. Dudo que a la consorte del rey le gustase el suicidio de Otelo y el asesinato de Desdémona al final de una ópera de Verdi donde el eje central son los celos. A mi entender, la presencia real en el Teatro sólo fue un test para calibrar el grado de aceptación que tienen los ciudadanos con respecto a la Monarquía en tiempos de tribulación. A Letizia Ortiz lo que le gusta es ir de copas por Malasaña, por La Bicicleta Café de la Plaza de San Ildefonso, o El Rincón (léase Diez Minutos, núm 3327). Y le alabo el gusto. Vale más un gin-tonic en Malasaña a que te interpreten “cumpleaños feliz” en el intermedio de una ópera, sobre la que doy por supuesto que en el entorno de la Familia Real sólo le gusta a Sofía de Grecia, una reina consorte que siempre supo estar en su sitio.  

No hay comentarios: