martes, 13 de septiembre de 2016

Problemas de envergadura





Martes y trece. Cuentan que la confusión de lenguas en la Torre de Babel tuvo lugar un trece y martes. Eso ya es mucho asegurar, pero hay hasta el que se lo cree. Es como si yo aseverase que un trece y martes le llegó a Cervantes la inspiración de La Galatea. En la cultura anglosajona se cambia el martes por el viernes. No busquemos el porqué. Mejor no hacer cábalas. Aquí lo cierto y preocupante es que a fecha de hoy seguimos sin Gobierno. A Rita Barberá, aforada, la está investigando el Tribunal Supremo por el presunto blanqueo de fondos en Valencia; Albert Rivera  exige a Mariano Rajoy que aparte del escaño del Senado a  la que fuese durante veinte años alcaldesa de Valencia o no tendrá efecto el pacto de investidura firmado por Ciudadanos con el PP; De Guindos, en su comparecencia en la Comisión del Congreso, para dar cuenta sobre el nombramiento de Soria como alto ejecutivo del Banco Mundial, ha dicho esta tarde que éste “tenía el perfil más adecuado, según la comisión de evaluación. No está inhabilitado, ni hay decisión judicial contra él”; y Bieito Rubido, en ABC,  escribe que “el vacío de poder en el juego democrático está conjurado porque un Gobierno no deja de serlo hasta que hay otro”. (…) “El sentido común señala que, si durante el período de alternancia surgen problemas de envergadura, el Ejecutivo en funciones debe actuar como si lo fuera en plenitud de facultades”. Bien por la aclaración del director de ABC. Pero Bieito Rubido nos  debería aclarar a sus lectores, de la misma manera, la razón por la que el Ejecutivo en funciones no está ni estaría dispuesto a someterse a sesiones de control del Parlamento en el supuesto de que surgieran esos “problemas de envergadura”, que tampoco define el periodista cuáles podrían ser. Rubido sabe, como lo saben todos los ciudadanos, que el Gobierno está en funciones pero no así el Parlamento, que es donde residen los representantes de nuestra soberanía. El sentido común, que es la capacidad natural de juzgar los acontecimientos de forma razonable, es una cosa; el talante de los miembros del Gobierno en funciones, otra muy distinta. José Andrés Torres Mora, en un artículo publicado anteayer en Sur.es escribía: “Hubo un tiempo en el que se reunían jóvenes matrimonios progresistas a comer, y mientras los varones hablaban durante la sobremesa de la importancia de conquistar la igualdad de derechos de las mujeres, sus mujeres retiraban los cubiertos y fregaban los platos en la cocina”. Aquellos también eran, a mi entender, problemas de envergadura.

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