Martes y trece. Cuentan que la confusión de lenguas en la Torre de Babel tuvo lugar un
trece y martes. Eso ya es mucho asegurar, pero hay hasta el que se lo cree. Es
como si yo aseverase que un trece y martes le llegó a Cervantes la inspiración de La Galatea.
En la cultura anglosajona se cambia el martes por el viernes.
No busquemos el porqué. Mejor no hacer cábalas. Aquí lo cierto y preocupante es
que a fecha de hoy seguimos sin Gobierno. A Rita Barberá, aforada, la está investigando el Tribunal Supremo por
el presunto blanqueo de fondos en Valencia; Albert Rivera exige a Mariano Rajoy que aparte del escaño del
Senado a la que fuese durante veinte
años alcaldesa de Valencia o no tendrá efecto el pacto de investidura firmado por Ciudadanos con el PP; De Guindos, en su comparecencia en la Comisión del Congreso,
para dar cuenta sobre el nombramiento de Soria
como alto ejecutivo del Banco Mundial, ha dicho esta tarde que éste “tenía el
perfil más adecuado, según la comisión de evaluación. No está inhabilitado, ni
hay decisión judicial contra él”; y Bieito
Rubido, en ABC, escribe que “el vacío de poder en el juego
democrático está conjurado porque un Gobierno no deja de serlo hasta que hay
otro”. (…) “El sentido común señala que, si durante el período de alternancia
surgen problemas de envergadura, el Ejecutivo en funciones debe actuar como si
lo fuera en plenitud de facultades”. Bien por la aclaración del director de ABC. Pero Bieito Rubido nos debería aclarar a sus lectores, de la misma
manera, la razón por la que el Ejecutivo en funciones no está ni estaría
dispuesto a someterse a sesiones de control del Parlamento en el supuesto de
que surgieran esos “problemas de envergadura”, que tampoco define el periodista
cuáles podrían ser. Rubido sabe, como lo saben todos los ciudadanos, que el
Gobierno está en funciones pero no así el Parlamento, que es donde residen los
representantes de nuestra soberanía. El sentido común, que es la capacidad
natural de juzgar los acontecimientos de forma razonable, es una cosa; el
talante de los miembros del Gobierno en funciones, otra muy distinta. José Andrés Torres Mora, en un artículo
publicado anteayer en Sur.es
escribía: “Hubo un tiempo en el que se reunían jóvenes matrimonios progresistas
a comer, y mientras los varones hablaban durante la sobremesa de la importancia
de conquistar la igualdad de derechos de las mujeres, sus mujeres retiraban los
cubiertos y fregaban los platos en la cocina”. Aquellos también eran, a mi
entender, problemas de envergadura.
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