martes, 13 de septiembre de 2016

Tomás Pavón en el recuerdo





Existe un blog, “Flamencos olvidados”, que es un punto de encuentro entre amantes del cante jondo. Pues bien, el domingo 10 de junio de 2012, pude leer “Francisco Tomás Pavón Cruz: Vida y obra”, y de entonces a ahora ya lo he releído muchas veces. ¿Por qué cuento eso? Pues verán, hoy leyendo El Correo de Andalucía me he detenido en el artículo de Manuel Bohórquez, “Una biblioteca en el pajar”. Bohórquez, al que leo con devoción de novicia, escribe: “El sueño de mi vida es acabar mis días de guarda en un cortijo. Lo digo aquí por si saben de alguno donde busquen a alguien con derecho a casa y que le dejen llevarse su perro y una gramola para poder escuchar los vetustos discos de pizarra de Tomás Pavón”. Ese ilustre sevillano había nacido  en el número 16 de la sevillana calle Leoncillos, en la Puerta Osario, el 16 de febrero de 1893. Era hermano de Arturo y de Pastora, la Niña de los Peines. Tomás murió en una humilde habitación de la Plaza de la Mata, en la Alameda de Hércules, que le habían dejado su hermano Arturo y su cuñada, Eloísa Albéniz el 2 de julio de 1952 rodeado de su familia. Tenía 59 años, una deformación en un pie desde su nacimiento y un incurable cáncer de pulmón. El padre de Arturo, Pastora y Tomás Pavón Cruz, Francisco Pavón Cruz, al que apodaban el Paíti, era del Viso del Alcor, aunque se crió en Tocina, de donde era su padre, José Pavón Oliveira. Éste, a su vez, era hijo de Francisco Pavón, de Cantillana, y de Mª Jesús Oliveira, de Mairena del Alcor. Su abuelo paterno de Tomás fue guardagujas y  la familia vivía en Tocina, siendo conocidos en el pueblo como los Calafre. El hijo de Arturo, Arturo Pavón Sánchez fue un excelente pianista y estuvo casado con Luisa Ortega, hija de Manolo Caracol. Tomás siempre estuvo considerado como un ser raro al que no le gustaban las actuaciones en teatros. Se cuenta que “en los años 40 fue a una fiesta con Juanito Valderrama, que empezaba entonces. Tomás cantó como siempre, de forma genial. Cuando acabó de hacer maravillas en soleares, seguiriyas y tonás, el señor Cerezo, que era el señorito que pagaba la fiesta, le pidió al joven Valderrama que cantara algo para ellos. Como este cerraba los ojos al cantar, los invitados a la fiesta y el propio anfitrión, se mofaban de él. Tomás se dio cuenta de la burla, se levantó, mandó a los señores a donde picó el pollo y le dijo al chaval de Torredelcampo: ‘vámonos de aquí Juanito, que tú no eres un cantaor de borrachos’. Esa noche, el menor de los Pavón marcó el destino de una nueva estrella del universo flamenco, Juanito Valderrama, pero perdió para siempre una buena fuente de ingresos económicos para él y su compañera, Reyes Bermúdez, porque el nuevo apoderado no volvió a llamar para que le cantara a él y a sus nuevos amigos”. Juanito Valderrama había llegado a Sevilla desde Torredelcampo después de la Guerra Civil y se instaló en casa de Pastora y Pepe Pinto, en la calle Calatrava. Eugenio Cobo, en su biografía de El Niño de Marchena, asegura que Tomás cantó alguna vez en el Círculo Mercantil de Sevilla, donde trabajó de croupier Pepe Pinto, para un selecto grupo de aficionados de alto poder adquisitivo.

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