martes, 18 de octubre de 2016

A vueltas en el tiovivo





Es inútil, mi niña, que el tiovivo siga dando vueltas con esos caballitos de cartón a cuestas, similares a aquel otro con el que Ángel Cordero se ganaba la vida detras de la Lonja, plasmando instantes fugaces de militares sin graduación, de criadas soñadoras, de niños con tos ferina, de invitados que hacían tiempo al banquete de bodas en Salduba… Nuestra infancia quedó registrada en una estúpida libreta escolar y en un ramillete amargo de fotos de color sepia. De nada sirve beber un sorbo de Anís La Dolores para olvidar/recordar algo que siempre se reaviva al olisquear un perfume barato, o descubrir una hoja de tilo liofilizada dentro de un libro desencuadernado por la desidia de los traslados. No sé si fue Antonio Gala el que dijo que tres traslados equivalían a un incendio. Sí, ya sé adónde van las nubes, mi niña. Verás, las nubes se alejan cada atardecer y regresan a la mañana siguiente aunque con distintos matices.
--Oiga, amigo, ¿le importa si mojo mi ensaimada en su café?
--Hombre, no sabría decirle…
Por estos lares nos hemos convertido en místicos oradores de cafetín-concierto. Los políticos arremeten unos contra otros y el contrario se defiende siempre con uñas y dientes. Y los ciudadanos de a pie observamos atónitos a unos tertulianos de televisión que sacan el plato con la frase-papilla, intentando convencernos de que son necesarios los pactos por el bien de España. “¡España, todo por España!”. Eso se lo decía García Carrés por teléfono a Tejero, al tiempo que en el Congreso de los Diputados se podía cortar el silencio. Eso también lo decía Juan de Borbón, el hombre que nunca hizo nada por España. No veo necesario que alguien tenga que inmolarse en la pira. A nadie se le obliga a estar en política ni a erigirse en salvador de nuestros destinos. Vamos a ver si de una puñetera vez dejamos las cosas bien puntualizadas.

No hay comentarios: