sábado, 12 de noviembre de 2016

Niveles de incompetencia





En su artículo “Los hombres no lloran”, que ofrece Jaime Peñafiel en República.com, éste hace referencia a un ministro, del que no cita su nombre. Lo primero que hizo al conocer el nombramiento fue llamar a su madre. Ésta, al recibir la noticia, por boca de su hijo de haber sido nombrado ministro, le respondió: “¡Hijo, esto es una desgracia para la familia! Hasta ahora, solo nosotros sabíamos que eres tonto pero, a partir de ahora, se va a enterar todo el mundo”. En El Principio de Peter, ese estudio de las jerarquías en las organizaciones modernas, Lawrence J. Peter y Raymond Hull, autores del libro, cuentan que en las empresas todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia. Pero lo que sucede en las empresas privadas también puede trasladarse a la milicia, a la jerarquía eclesial, al mundo financiero e incluso al Trono. Menos mal que en España, al estar constituida como una Democracia Parlamentaria, la figura real es casi simbólica. Siempre se dice que el heredero al Trono es el mejor preparado. ¿Comparado con quién? Es que no existe otro aspirante para poder hacer comparaciones. Un repaso histórico, tanto con Austrias como con Borbones, es la mejor muestra de lo que afirmo. Pues bien, cuando ese nivel de incompetencia se traslada al máximo cargo de una empresa (como sucede en tantas “pymes” que yo conozco, cuando se traspasa directamente el mando de un progenitor que levantó su modesto negocio desde la nada, en muchos casos sin poseer título académico alguno, a hijos absolutamente tontos de capirote) el desastre está asegurado. Es rara la pequeña empresa que dure más de dos generaciones. Conozco demasiados casos en dos leguas a la redonda. Y termino con una frase de Francisco Umbral: “Ningún tonto se recupera de un éxito, y nada entraña tanto fracaso personal como el éxito cuando has sido elevado en tu puesto de trabajo hasta alcanzar tu nivel de incompetencia”. Y ahora, con el permiso de aquellos que hacen la caridad de leerme, me voy a la Sierra de Guadarrama para que me dé el aire. Sigan ustedes con Dios.

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