martes, 27 de diciembre de 2016

Las cadenas





Yo, que siempre he sido un fiel amante del Anís las Cadenas, estaba convencido de que eso de “las cadenas” hacía referencia a la Historia de España; es decir, a las cadenas de Miramamolín y la batalla de las Navas de Tolosa, cuando el ejército formado por las tropas del navarro Sancho VII  “El Fuerte”, el castellano Alfonso VIII “el Noble” y el aragonés Pedro II “el Católico” ganaron la batalla cerca de La Carolina al ejército almohade mandado por el califa Muhammad Al-Nasir. Y que Sancho VII llevó a su reino  parte de las cadenas que rodeaban la tienda del califa. Unas cadenas que llegaron a formar parte del escudo de Navarra. De hecho, el cuarto cuartel del escudo de España  es de gules, con una cadena de oro puesta en cruz, aspa y orla, cargada en el centro de una esmeralda de su color. También sobre la esmeralda hay algo que decir. Según parece, en una posterior variante del relato sobre la batalla de 1212 se señala que en el fragor de la lucha,  Sancho VII  rompió con su espada la cadena y segó del turbante de Miramamolín una esmeralda que lo adornaba. La esmeralda –si hacemos caso al relato- fue depositada en la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, donde permanece. Pero un estudio gemacológico determinó que la piedra verde allí conservada procede de Colombia. Y ahí quedó nuestro gozo en un pozo. Pero vayamos al anís que la familia Esparza produce desde finales del siglo XIX en Villava. Todo comenzó hacia 1860, cuando un peregrino francés que hacía el Camino de Santiago cayó enfermo frente a la puerta de Pablo Esparza, que aunque era natural de Larraga se había establecido en Falces, donde explotaba tierras y tenía viñedos. Lo estuvieron cuidando hasta que aquel peregrino se recuperó. En agradecimiento por las atenciones recibidas durante su convalecencia, les hizo entrega de una receta de anís que había obtenido en un monasterio francés. Fue a partir de 1872 cuando Pablo Esparza y Velásquez de Carvajal, su mujer, Eufemia Bornás, y sus hijos, Teófilo y Laura, iniciaron su nueva aventura empresarial, vendiendo aceites, aguardientes, vinos y anisados. Tres años más tarde, en 1875, la familia se marcha de Falces a Oricain y más tarde a Villava, a 5 kilómetros de Pamplona, fijando su residencia en la llamada “Casa de la esquina”, para marcharse después a la “Casa de Jesús”. Ambos lugares estaban en un paraje que se conocía como “Cruce de la cadena”. En 1888, Esparza suscribió un acuerdo con Esteban Armendáriz, donde se hizo traspaso de los almacenes de vinos, aguardientes y aceites que éste último tenía en la denominada “Casa de Victoria”. Y allí comenzó a fabricarse el Anís Pablo Esparza que registró en 1909. Fue a partir de 1919 cuando aquel anís comenzó a fabricarse bajo la marca Anís las Cadenas- de Finísimo Paladar.  Anís excelente confeccionado con alcohol de melaza de remolacha azucarera. Un año antes había muerto Pablo Esparza y el negocio estaba en manos de sus hijos Teófilo y Pedro. En 1927 se produjo la transformación de la empresa en una Sociedad Regular Colectiva, y en 1940  tuvo lugar la fusión de Hijos de Pablo Esparza, S.R.C. con Bodegas Navarras, S.A., que desde 1942 hasta 1966 fabricó el Champán Ezcaba. En  1972 coincidiendo con el centenario de la empresa, Hijos de Pablo Esparza se lanzó al mercado del pacharán con su marca Basarana. A finales de los 80, la empresa decide abrirse al comercio de licores de manzana, manzana verde, melocotón, avellana, piña y kiwi, quiero pensar que para ser degustados en forma de “chupitos”, esas pequeñas consumiciones, alcohólicas o no, que se sirven frías en vasos pequeños de cristal y que se ingieren de un sólo trago, normalmente a los postres, y alguna vez, menos de las deseadas, por cortesía del dueño del negocio.

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