martes, 6 de diciembre de 2016

Lutos




Los lutos ya casi no se llevan, salvo en la etnia gitana y en algunas aldeas perdidas. Antes, recuerdo,  los lutos duraban como mínimo un año y eran de cuerpo entero: traje, corbata, calcetines… Y en las gabardinas, por ser de color maleta, se colocaban unos brazaletes sobre el antebrazo izquierdo. La gabardina era un cruce de palabras: gabán y tabardina. Otros entienden que era un derivado de garibaldina, aquella prenda que comenzaron a usar las tropas de Garibaldi en 1861, pero que nadie intente encontrarlas en la película El gatopardo, de Luchino Visconti. Pero a lo que iba, moreno. En las tintorerías solía haber un cartel donde ponía “lutos en 24 horas”, que nos producía una cierta desazón. Escrito así, qué quieren que les diga… Y si nos remontamos a la lorquiana obra teatral La casa de Bernanda Alba el luto se hizo eterno. El luto se extendía a las cartas y sobres, que lucían una orla negra superior a dos puntos de cícero. De hecho, la edición extraordinaria del BOE del viernes 21 de noviembre de 1975 y la del día siguiente, llevaron orla de luto por la muerte de Franco. Y alguno de ustedes se preguntará el porqué de que salga hoy, Día de la Constitución, con este romance. Pues, sencillamente, por haberme desayunado con el artículo de Antonio Burgos en ABC de Sevilla, “Horror vacui” heladero y dental”, donde escribe: “Porque en la Sanidad pública sólo existe el Servicio de Sacamuelas: si te duele, te la extraen y listo. Y son clientes que mandan a la moda de las clínicas dentales, para que el implante de reglamento (sic). Implantes cuyos anuncios me recuerdan los de las viejas tintorerías: "Lutos en 24 horas". Ahora hay quien dice que en 24 horas te pone todos los piños nuevos, enteritos, con implantes”. Me he quedado sin saber qué ha querido escribir Burgos después de “…para que el implante de reglamento…”. El luto tuvo sus escalafones: un año para los padres, seis meses para hermanos y abuelos…Pasado ese tiempo se pasaba al medio luto, donde la ropa ya podía ser gris o malva y cambiar el azabache por las piedras de colores. La indumentaria de las señoras enlutadas de finales del XIX quedó plasmada de forma brillante en el cuadro Hivern, de Francisco Masriera. Había anuncios publicitarios tan peculiares como los de Nuevo Mundo, donde en 1910 se anuncia en La villa de París (Madrid, Atocha, 67) que “tiene instalada una nueva sección para lutos, con gran surtido, siempre disponible, en vestidos de riguroso luto y todas las tallas”. Añade que se realizan vestidos a medida en 24 horas. Como pieles se usará sólo el astracán, etc. Como podemos observar, 24 horas era el tiempo que se concedía a las damas para que pudiesen cambiar de aspecto. Era como el ultimátum de una sociedad esclerotizada que en cuestiones de dolor no se andaba con paños calientes.

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