jueves, 6 de abril de 2017

Balconing y balconismo





En España están de moda el balconing y el balconismo. El balconing lo usan los jóvenes extranjeros, mayormente británicos y alemanes, para lanzarse a la piscina desde los balcones de los hoteles. Unos llegan al agua y otros se estampan contra el suelo. Es cuestión de suerte y de saber medir los espacios. El balconismo, en cambio, se utiliza en Sevilla para contemplar procesiones con derecho a cantar saetas en calidad de arrendatario y no sé si también a poder compartir aseo y  botella de Tío Pepe en  paquete conjunto. Este es un país de mirones donde siempre ha gustado mucho, sobre todo en los pueblos, mirar por una rendija del balcón con las persianas bajadas en un intento de conocer quién es el forastero con aire de sospechoso de no sabemos qué que avanza silente por su calle. Este año deberán los sevillanos tener cuidado con los alquileres de balcones, no vaya a acontecer que aparezca pisando adoquines el ministro Cristóbal Montoro camuflado de Mortadelo y les dé un susto de muerte a  arrendadores y arrendatarios. Un susto parecido al  que se lleva el practicante de balconing cuando el sansirolé calcula mal el salto, o sea.

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