jueves, 13 de abril de 2017

El circo español





Choca, al menos me choca a mí, que en democracia y en un Estado aconfesional como es España, los cuarteles tengan las banderas a media asta en señal de luto hasta el Domingo día 16 por la conmemoración de la muerte del Mesías, algo que sucedió en Jerusalén hace más de dos mil años. Una orden del Ministerio de Defensa enviada al JEMAD ordena su cumplimiento “en todas las unidades, bases, centros y acuartelamientos”. Esa norma no parece estar contemplada en el Real Decreto 684/2010, siendo Carme Chacón ministra de Defensa, donde se establecía que las banderas solo podían colocarse a media asta los días de luto nacional o por el fallecimiento del titular de la Corona, del presidente de Gobierno y de militares muertos en acto de servicio. Una medida también de obligado cumplimiento a los buques de la Armada. A mi entender, María Dolores de Cospedal, actual titular de la cartera de Defensa, debería aplicar tal Real Decreto con el rigor necesario. El Ministerio de Defensa ha informado a la Asociación Unificada de Militares Españoles, ante la denuncia de esa situación, que “el ondeo a media asta de la Enseña Nacional en determinadas fechas, como el Viernes Santo, forma parte de la tradición secular de los ejércitos, que está integrada en la normalidad de los actos de régimen interior que se celebran en las unidades militares”. Según tengo entendido, existe una versión de esa distancia en el mástil equivalente al ancho de la bandera que se entiende como una forma simbólica de dejar sitio a otra bandera imaginaria que se supone que ondea por encima, la llamada “bandera invisible de la muerte”. Según otra versión,  proviene de antiguas batallas navales donde se arriaba la bandera a media asta en señal de rendición. Parece ser, en cualquier caso, que el uso de las banderas a media asta parte de una costumbre iniciada en 1612 por la Armada inglesa tras el asesinato del comandante de una expedición que exploraba las costas de Groenlandia y que haber puesto la bandera a media asta sirvió para comunicar a otro de los barcos de la misma misión ese fallecimiento. Está claro que Cospedal, tan amiga de lucir mantilla y peineta en las procesiones del Corpus toledano, pretende ahora que los cuarteles sean lo más parecido a la lorquiana Casa de Bernarda Alba y que los guardias civiles, en los acompañamientos a peanas con vírgenes condecoradas por Jorge Fernández Díaz, lleven el tricornio a la espalda con el barbuquejo rodeando el cuello, las cachas del cetme hacia arriba y la bocacha apaga llamas hacia abajo, como en los mejores tiempos del nacional-catolicismo. Aquí parece normal hasta que unos legionarios se acerquen en Málaga a un hospital donde hay niños con cáncer para cantarles eso de "soy el novio de la muerte...". Este país no es serio.

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