viernes, 28 de abril de 2017

Simplezas





Las simplezas casi siempre imprimen carácter en los creyentes, como siempre han aseverado los doctores de la Iglesia que, al menos según constaba en los rancios catecismos de la doctrina cristiana, tanto el “Ripalda” como el “Astete”,  saben responder, como sobreviene, insisten, tras recibir los sacramentos del bautismo y del orden. Pero no debemos olvidar que, por ejemplo, en 1437 el obispo don Alonso de Madrigal, más conocido por El Tostado, ordenase a los abulenses, fuesen cristianos, moros o judíos si contribuían con madera, cal y ladrillos a las obras de la iglesia de San Nicolás. Muy poco serio. Como nos recordaba Américo Castro, “de no haber existido conversos ni Inquisición, no existirían La Celestina, la poesía de fray Luis de León, la de Góngora, las obras de Cervantes y muchas otras extraordinarias realizaciones”. Y ese autor añadía líneas más abajo que “la subordinación de la cultura secular a la religiosa impidió a los españoles incorporarse al curso de la civilización europea. Desde el siglo XVI, a medida que avanzaba éste, fue desculturizándose Castilla. Se acabaron las matemáticas y dejó de estudiarse a Copérnico en Salamanca. La física de Aristóteles se juzgaba cristiano-vieja, mientras la física de Galileo y Newton era calificada de judaica. Un científico de la talla de Jorge Juan todavía tuvo que escribir que la tierra no se movía y hubo que esperar a 1900 y al conde de Romanones para que el Estado, y no las provincias, pagasen a los maestros de escuela”. Es cruel jugar con la aprensión ajena, más todavía cuando tal siniestra perfidia se traduce en beneficio de inventario.

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