domingo, 28 de mayo de 2017

A vueltas con san Íñigo





Me entero de que la urna con los restos de san Iñigo viajará  hasta Calatayud el próximo 1 de junio coincidiendo con la fiesta patronal. Iñigo, como nombre propio, procede del celtibérico Enneco y nada tiene que ver con Ignacio, posiblemente debido a que Iñigo López de Recalde adoptó más tarde el nombre de Ignacio de Loyola en recuerdo de san Ignacio de Antioquía. Como bien explicaba Iñigo de la Maza en un interesante trabajo, el origen de Íñigo es Enneco, de raíz nativa prerromana, mientras que el de Ignacio es Ignatius (latín), que significa ‘fuego’, o bien Ignêtes (en griego), que equivale a ‘innato’. La otra fuente de confusión en darle la misma equivalencia a Íñigo e Ignacio, está en que Enneco evolucionó, en lengua vasca, a Iñaki (forma hipocorística de Ignacio), y Sabino Arana (ese ídolo del PNV que llamaba a España ‘Maketania’ y que, según él, estaba llena de gente perezosa, torpe, corta, sucia e impía)  propuso la traducción de Iñaki por Ignacio en castellano. Aquel odio a todo lo que representaba España quedó reflejado perfectamente en un párrafo de uno de sus escritos: “Si algún español se ahoga y pide socorro, contéstale: “Niz eztakit enderaz”, o sea, “no sé castellano”. Pero a lo que iba, moreno. Entre las personas mencionadas en la Edad Media que usaron el nombre Enneco (Íñigo) encontramos en las primeras crónicas de Navarra al caudillo Enneco Aritza (Íñigo Garcés, llamado Arista, 824-851) y su hijo Garsea Enneconis (García Íñiguez de Pamplona, 851-880) reyes de Navarra y Sobrarbe; y, cómo no, san Enneconis (san Íñigo), abad benedictino del Monasterio de Oña. El significado literal de Enneco, (en [e] “ko”)  equivale a  “situado en una pendiente montaña”.

No hay comentarios: