sábado, 3 de junio de 2017

A propósito de un tricentésimo aniversario





Hoy, sábado, hace justo ochenta años que se mató Emilio Mola en un accidente aéreo. La prensa nacional comenta en detalle que ayer Felipe VI  presidió en Marín el tricentésimo aniversario de la Real Escuela de Guardiamarinas en la Escuela Naval de Marín, coincidiendo con el tercer aniversario de la abdicación de su padre, Juan Carlos I, también presente en ese acto. Y en Marín estuvieron padre e hijo  vestidos de marinerito blanco, como de primera comunión. No recuerdo cómo iba ataviada Cospedal, ministra de Defensa. Ya lo contarán las revistas del corazón, paciencia.  Hay que recordar a los desmemoriados que esa Escuela Naval fue trasladada por los rebeldes a Marín en plena Guerra Civil, en 1938, al tiempo que en la zona republicana se creaba en Cartagena la Escuela Naval Popular, de donde salieron dos promociones de oficiales. Pero al leer la noticia de los actos de ayer en Galicia, me ha venido a la cabeza una Tercera en ABC de Carlos Seco Serrano donde éste hacía referencia a hechos acaecidos en agosto de 1900, durante la estancia de Eduardo Dato en San Sebastián siendo ministro de la Gobernación del Gobierno presidido por Silvela. Las cartas de Dato a su mujer, Carmen Barrenechea, desplazada por consejo facultativo a un balneario francés, son como un diario donde se anota el discurrir de cada jornada. La correspondencia se inicia el día 4 de agosto. La víspera había tenido lugar la catástrofe del buque “Infanta Isabel”, por haber estallado sus calderas en la bahía cántabra. Hubo varias víctimas entre la tripulación. También, aquel mes de agosto de final de siglo estaba proyectada la visita de la reina regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena, su hijo Alfonso y el resto de parientes y acompañantes, a los principales puertos entre Guipúzcoa y Galicia a bordo del buque de guerra “Giralda”. Lo sucedido en el “Infanta Isabel” aconsejaba suspender el viaje. El día 6 llegaba Silvela a San Sebastián dispuesto a tomar las aguas en el balneario de Cestona. Finalmente, ya despejadas las dudas, quedó decidido que el viaje real no iba a cancelarse y que el “Giralda” zarparía el día 16. Y así sucedió. Dato estuvo presente en el barco hasta su atraque en Gijón al día siguiente. Ese mismo día tuvo lugar la anécdota del “brindis” del futuro Alfonso XIII. Escribía Dato a su mujer: “La Reina, muy animada, come bien, está contenta; ayer jugamos al tresillo ella, el Rey, el general Pacheco y yo desde la una hasta las cuatro, por supuesto sobre la toldilla... Por la noche tocó ella el piano y cantó la jota de Gigantes y cabezudos, muy bien...”. Aconteció entonces lo del “brindis” de un rey todavía no coronado, que sólo tenía 14 años. Sigue escribiendo Dato: “El Rey soltó en la mesa un brindis. Se puso de pie y dijo: Un modesto guardiamarina se levanta con permiso del ministro del ramo, su jefe, a brindar por la Reina y por la prosperidad de España”. En la actualidad, 117 años más tarde, los ciudadanos hubiésemos tenido muy a mal, y hubiese sido considerada una grave falta de respeto, que la Familia Real se permitiese el lujo de hacer uso de un buque de guerra y de su correspondiente tripulación para llevar a cabo un viaje de placer con cargo al Erario, si bien es cierto que el nieto de aquel rey, Juan Carlos I, navegó durante muchos años en el yate “Fortuna”, regalo de un consorcio de empresarios de Baleares, cuya tripulación y mantenimiento corrieron a cuenta de Patrimonio. Algo similar a lo que hizo Franco con los dos yates propiedad del Estado: el primer “Azor”, moteado por el dictador como “Azorín”, en el que se celebró la reunión con Juan de Borbón, y el segundo “Azor”, en el que también navegó Felipe González siendo presidente del Gobierno,  que terminó su vida útil semienterrado en una base de hormigón en Cogollos, cerca de Burgos, hasta su desguace en 2012. Servía de reclamo a un asador propiedad de Lázaro González, que lo adquirió en una subasta al Estado el 17 de junio de 1992 por 4.670.124 pesetas como material de desguace.

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