jueves, 24 de agosto de 2017

Soledad




La Ley de Dependencia, que ya cuenta con una década de vida, fue puesta operativa por el Gobierno de Aragón hace un año. ¡Qué vergüenza! Parece ser que la mayoría de los beneficiarios de ese servicio asistencial lo utiliza buscando conversación. Hay demasiadas personas ancianas que se encuentran muy solas; y cualquier motivo, por nimio que sea, les ayuda a encontrar compañía aunque sólo sea por un rato a través del hilo telefónico. La soledad es una de las situaciones más crueles que el ser humano puede afrontar. Los ancianos saben que son como de cristal, que nadie les hace caso, que no son visibles por su transparencia, que no interesan, y se sienten como un estorbo. Sin embargo se les utiliza sin empacho por parte de la familia para que firmen un aval, para que cuiden a los nietos, para que ayuden a una extensa prole cuando los padres se quedan sin trabajo... ¡Qué sería de España sin los abuelos! Y cuando fallecen, todos ellos se tiran encima de sus despojos por si existiere algo que rascar: un piso, una finca en un páramo, una pequeña libreta de ahorros donde está depositado el sudor de toda una vida, etcétera. Nadie quiere quedarse con sus fotos que viran al color sepia, ni con unos muebles obsoletos, ni con los veinte libros de su estantería, casi todos ellos en ediciones de bolsillo, que el anciano tanto releía las frías tardes de invierno. ¿A quién interesa las Nuevas Castellanas, de Gabriel y Galán; Las grandes ideas, de Juan de la Presa; Mireya, de Federico Mistral; Perfiles y colores, de Fernando Martínez Pedrosa; Aritmética razonada, de José Dalmau Carles; o Pepita Jiménez, de Juan Valera? Decía Eduard Punset que “la soledad sorprende a la víctima indefensa y totalmente desacostumbrada. ¿Puede alguien imaginar lo que implica ser prisionero para toda la vida? Los sueños se transforman en pesadillas y se descomponen los castillos que solo la imaginación sustentaba; solamente puedes imaginar fantasías y al final aborreces la realidad y prefieres vivir en el reducto contorsionado de un rincón que no es real. Se rechazan las leyes que rigen la vida ordinaria y se aceptan solo aquellas que determinan la vida aparte del resto. Pero en tu pequeño mundo no caben ni la luz ni las sombras; solo hay la oscuridad necesaria para vivir en un mundo traspuesto y fingido”. Es, supongo, como la soledad de los perros abandonados en la carretera.

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