sábado, 9 de septiembre de 2017

Azorín en el recuerdo





El hermetismo de Azorín rayaba en la grosería. Era como una tapa de tupperware. Una cosa es el laconismo en su escritura o a la hora de ser interviuvado y otra muy distinta preguntarle por algo en concreto y responder “manzanas traigo”. Sólo hay que echar un vistazo a los artículos publicados en el diario España, en 1904. En su artículo Silvela, trabaja comienza: “El señor Silvela me dice: --Siéntese usted--.Yo me siento. El señor Silvela dice...”. Y así todo. En cierta ocasión fue a visitarle Camilo José Cela a su casa de la calle Zorrilla, 21, detrás del Congreso y casi enfrente de una Comisaría. Lo cuenta en La rueda de los ocios y lo titula “Azorín, o el hermetismo deliberado”. Resumo lo que Cela cuenta: “Me recibe una doncella con cofia blanca. En el vestíbulo hay un perchero. En el perchero no hay nada. En el postal hay un portero maleducado. A la derecha del vestíbulo hay una salita con una cama turca, una mesa camilla y un grabado en las paredes que se titula Les crèpes”. Cela: “Le sigo a usted en ABC”. Azorín: “No, no...”. Cela: “¡Caramba! ¡Que sí! ¡Le juro que le sigo a usted en ABC!".  Azorín: “No, no...Quien le sigue a usted en el Arriba soy yo". Cela: “Gracias. Yo a usted también. Yo no quisiera molestarle”. Azorín: “No, no...”. Cela: “¡Buena casa tiene usted!”. Azorín: “No, no...”. Cela: “¡Hombre! ¡Usted perdone! ¡Usted tiene una buena casa!”. Azorín: “No, no...”. Etcétera. Para Ortega, “el tema de Azorín  es  el hombre que perdura idéntico bajo el engaño de las apariencias”. Para Azorín, Castilla era “una ciudad y un balcón”. Azorín fue el último individuo vivo de la Generación del 98. Un hombre que, a fuer de envejecer, se fue consumiendo silente sentado en la mesa camilla con faldas de color verde, junto a una lámpara con pantalla verde y cerca de una cama con colcha verde. Cela: "¡Vaya! ¿Sale usted mucho?”. Azorín: “No, no...”. Cela: “¿Su paseíto por las mañanas?”. Azorín: “No, no... De las tardes”.Cela: “¿A la caída del sol?”. Azorín: “No, no... A las tres y media”. Cela: “¿Por la Carrera de San Jerónimo?”. Azorín: “No, no... Por la Puerta del Sol”. Cela: “¿Y después se encierra usted a trabajar?”. Azorín: “A la fuerza”. El pasado 2 de marzo hizo cincuenta años que nos dejó el ocupante del sillón P de la Real Academia Española. Tras su muerte rellenó ese hueco Guillermo Díaz-Plaja.

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