jueves, 12 de octubre de 2017

Proveedores reales





En tiempos de Alfonso XIII, en Palacio se recibían cajas de anís del Mono. Como todavía reza en la etiqueta de las botellas de Vicente Bosch, ese licorero era “proveedor de la Casa Real”. Pues bien, ahora me entero de que a La Zarzuela entran pedidos de cajas de kombucha. Al menos eso cuenta El Español. Se trata de “una bebida healthy que llenan las neveras de las celebrities americanas y que la consorte real probó por primera vez el pasado mes de agosto en uno de sus restaurantes favoritos de Madrid, Mama Campo”. Al parecer, se trata -según sigue contando ese periódico digital- de un té fermentado que produce adicción y que está de moda entre las mujeres californianas. Fue en un viaje a París, cuando a Vicente Bosch le fascinó el vidrio de un frasco de perfume con relieves romboédricos que regaló a su mujer. Tras pedir al perfumista los derechos del envase, en 1902 lo registraba poniendo la famosa etiqueta con el simio, obra de Ramón Casas. El anís del Mono cuenta con una estatua en el paseo marítimo de Badalona desde 2012. Sobre el té kombucha poco puedo contar, salvo que su preparación es sencilla. Se trata de un té endulzado con levaduras Scoby que le proporciona un sabor como a vinagre de manzanas. No es una novedad. Ya se usaba en el año 221 a.C., durante la dinastía china Tsin. Entonces le llamaban té de la inmortalidad. Se le atribuyen importantes beneficios para la salud por su poder antioxidante y depurativo. Qué quieren que les diga, allá cada uno con sus manías. Personalmente prefiero echarme al coleto una copita de anís del Mono después de comer. Se me antoja digestivo y con un retrogusto digno de los mejores paladares. Además de ello, estoy convencido de que cada pequeño sorbo disipa el espectro de la impotencia.

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