martes, 28 de noviembre de 2017

Crespillos aragoneses





Comenta la prensa aragonesa que  la sequía dispara el precio del cardo y de la uva de cara a las compras de Navidad. Ya me temía yo que la sequía sería la culpable del aumento en el recibo de la luz, de los productos cárnicos y de los productos del campo. Menos mal que del aumento del precio de los peces no se dice nada, al menos todavía. Pero todo se andará. Ya verán lo que cuestan el besugo, las ostras y los carabineros, por poner sólo tres ejemplos, dentro de quince días. Menos mal que no tengo costumbre de comer uvas con las doce campanadas ni siento placer alguno comiendo cardo. Lo de tomar las doce uvas me parece una ordinariez. Según Gabriel Medina Vílchez (“Origen de tomar las doce uvas en España”. República de Motril, núm.20, 27/12/2009), “la tradición de comer las uvas tiene el precedente de un bando del alcalde de MadridJosé Abascal  Carredano, de diciembre de 1882, por el que se imponía una cuota de 1 duro a todos los que quisieran salir a recibir a los Reyes Magos. Esta tradición servía para ridiculizar a algunos forasteros que llegaban esos días y a quienes se les hacía creer que había que ir a buscar a los Reyes Magos la madrugada del 5 de enero; se utilizaba, además, para beber y hacer cuanto ruido se quisiera. Con este bando José Abascal privó a los madrileños de la posibilidad de disfrutar de un día de fiesta en donde se permitiese casi todo. Esto, junto a la costumbre de las familias acomodadas de tomar uvas y champán en la cena de Nochevieja, provocó que un grupo de madrileños decidieran ironizar la costumbre burguesa, acudiendo a la Puerta del Sol a tomar las uvas al son de las campanadas”. Respecto a comer cardo, reconozco que no me gusta, aunque reconozco sus poderes depurativos y que es costumbre aragonesa cenar en Nochebuena cardo con bechamel o nueces, bacalao ajoarriero, ternasco, sopada (pan, avellanas, azúcar, canela y cebolla), vino quemado con fruta, pasteles de calabaza, crespillos y guirlache. Los crespillos, por si alguien lo desconoce, son hojas de borraja rebozadas, que debieron “inventarse” en épocas de hambruna, cuando se aprovechaba todo. Son sencillos de hacer: para 4 personas: 40 hojas de borraja, 3 huevos, 125 gr. de harina, 75 ml. de leche, 50 ml. de anís, aceite de oliva, 2 cucharadas de azúcar y varias hojas de menta. Una vez batidos los huevos, se agregan la leche, la harina y el anís. Todo ello se bate hasta conseguir una masa homogénea exenta de grumos. Se pasan por esa masa las hojas de borraja y se pasan por la sartén. Una vez fritas y escurridas, se espolvorean con la mezcla resultante de la menta picada y el azúcar. Los crespillos aragoneses no deben confundirse con los crespillos de Cartagena, donde se aprovecha la masa de pan sobrante, a la que se le añade pimentón, aceite, vino y sal, y todo ello se hornea.

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