viernes, 10 de noviembre de 2017

Escritores anestésicos




Decía Julio Camba que existen dos clases de libros: “unos que se leen y que, por regla general, no se conservan, y otros que, si se conservan, es precisamente porque nadie ha sido capaz de leerlos todavía”. Es lo que yo defino como libros anestésicos. Lo malo es cuando ese escritor que aburre a las ovejas decide escribir sus obras completas y un día, sin venir a cuento, aparece a media tarde por casa con el deseo de saludarme, que es una forma de ir por atún y ver al duque. Tomamos una copa, charlamos de lo primero que se nos ocurre y, en un momento dado, me informa de que me guarda  sus obras completas, que las tiene en el coche y que están a punto de agotarse en las librerías. Dice que me hará un precio especial de amigo. Entonces decido invitarle a otra copa por ver si se olvida de entregármelas. Pero no. Él escritor anestésico marcha un momento hasta el aparcamiento donde está su utilitario y saca un paquetón tremendo. Vuelvo a abrirle la puerta y me lo entrega como si fuese un recadero de Amazon. Me indica que, si lo deseo, puede dedicármelos pero que eso llevará un rato. Pero yo, al que me da igual su dedicatoria, estoy más pendiente de saber en qué repisa caben que en ver su autógrafo sobre cada uno de sus libros. Definitivamente, llego a la conclusión de que no tengo sitio disponible aún quitando los Episodios Nacionales de don Benito Pérez Galdós, la colección de Folia Humanística (edición Biohorm para los señores médicos) que esos laboratorios regalaron a mi padre, médico de profesión, durante algunos años y la Obra Completa, de Víctor Pradera (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1945) con conatos de discursos en las Cortes tomados del Diario de Sesiones de la Asamblea Nacional en 1929, que son un coñazo insufrible, eso sí, con prólogo de Franco. A Víctor Pradera y Larumbre, cofundador con Calvo Sotelo del Bloque Nacional, lo fusilaron en San Sebastián el 4 de septiembre de 1936 junto a su hijo Javier, los dos hermanos Balmaseda, el comandante Velasco, el ex ministro de la República Diego Jalón, Juan Lizárraga y Melchor Lacabe, Franco le concedió el Condado de Pradera el 18 de julio de 1949 a título póstumo. Al final, decido que su hato de libros los deje en el pasillo, cerca del paragüero. Estoy convencido de que existen escritores que escriben aún a sabiendas de que nadie les va a leer. Pero ellos insisten en que los leas. Son tipos raros que, también como decía Camba, “no consideran que la literatura sea el medio de decir las cosas, sino la manera de adornarlas una vez dichas. Primero se exponen los conceptos o se reflejan las sensaciones y, luego, se les espolvorea de literatura, así como una cocinera espolvorea de azúcar un plato de arroz con leche”.

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