martes, 14 de noviembre de 2017

Para inventos, los del 'TBO'





Hoy, al abrir Google, me entero de la curiosa efeméride de que hace justo 131 años se inventó la perforadora de papel por un alemán, Friedrich Soennecken, que posteriormente ideó la carpeta de anillas. Un invento llevó al otro, no está mal. Pero en cuestiones de inventos, nosotros tuvimos al doctor Franz de Copenhague, que cada semana ideaba los más ingeniosos artefactos estrafalarios como, verbigracia, un limpiador de gafas para motoristas compuesto de cisterna, bomba hidráulica, campana y elefante asiático; el coche salta-vallas; el huevo con cáscara de cristal, etcétera. Un personaje del TBO que comenzó con Nit en la década de los 40, siguió con Tínez en los 50 y terminó con Benejam, Francesc Tur y Sabatés en los 60. Nit, era el seudónimo de Juan Macías, que ya había dibujado viñetas para Flechas y Pelayos y para Gente Menuda, entre otros encargos, algunos “galantes”, que era como se llamaba entonces a los dibujos eróticos. Era perito mecánico y antes de la Guerra Civil llegó a construir un simple automóvil con el que circulaba alegremente por Barcelona. El primer número de TBO (el de la imagen) salió a la calle el 11 de marzo de 1917 desde el taller de litografía de Arturo Suárez en Barcelona. Estaba impreso en tinta azul, tenía un formato de 17x 24 cm., ocho páginas y costaba cinco céntimos. El primer editorial advertía: “TBO no se propone cansar las jóvenes imaginaciones con arduos problemas ni serias doctrinas que, a veces, por una retorcida interpretación, llevan a la juventud por senderos perjudiciales... Un algo superficial, fácil, alegre y chistoso, sin traspasar los justos límites ni llegar a lo chabacano. En una palabra, el chico necesita un juguete literario. TBO es el juguete que hemos confeccionado”. Sobre el origen de la cabecera contaba Rosa Segura, antigua secretaria de la revista (que, además de la secretaría, llevó el “Correo del lector”, “De todo un poco” y algunos guiones de “La familia Ulises”), que “viendo en 1917 el éxito de la revista infantil 'En Patufet', Joaquín Arqués, administrador y guionista del impresor Arturo Suárez, le sugirió a este lanzar ellos una publicación para jóvenes que además les serviría para amortizar la maquinaria. Arqués era también libretista y autor de zarzuelas y propuso el nombre inspirándose en el de una revista lírica estrenada en 1909 llamada ‘T.B.O.’,de Eduardo Montesinos y Ángel Torres del Álamo, que trataba sobre la redacción de un nuevo diario imaginario con ese mismo nombre. Joaquin Buigas compró por 3.000 pesetas la cabecera a Suárez, su futuro yerno, que tras unos pocos números pensaba cerrarla. Buigas lo hacía y decidía todo y casi todos los guiones eran suyos, aunque no firmó ninguno”. Fue tan popular el TBO que, en 1968, la palabra ‘tebeo’ pasó al Diccionario de la RAE como acepción genérica referida a revistas infantiles y juveniles, equivalente a lo que hoy se conoce por comic. El TBO tuvo un encontronazo grave con la censura por una viñeta de 1951 del dibujante Manuel Díaz en la sección 'El ojo electrónico', de bromas y curiosidades, donde decía: “Blas Pérez ha descubierto un poderoso reconstituyente a base de chuletas, longaniza, jamón, pollo asado y langosta. ¡Qué eminencias tenemos!”. El problema era que el ministro de Gobernación también se llamaba Blas Pérez. Se le impuso una multa de 12.000 pesetas. La aventura de TBO terminó en 1983 aplastado por la competencia de Editorial Bruguera, pero esa es una larga historia.

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