domingo, 5 de noviembre de 2017

Revoltillo de amenidades





El Monasterio de Santa María de Veruela (1145), entre las localidades de Borja y Tarazona, fue el primer monasterio cisterciense del Reino de Aragón. Sufrió un enorme abandono desde la Desamortización de 1835. A partir de entonces se alquilaban estancias. Los Bécquer (Gustavo Adolfo, Valeriano y Julia, hija de éste) residieron desde diciembre de 1863 hasta julio de 1864). Por cierto, Julia, fallecida en Madrid en 1938, siempre conservó una cicatriz en su labio superior como consecuencia de una caída en las escalinatas del peirón sobre el que haré un comentario. Unas escalinatas donde Gustavo Adolfo esperaba cada día la llegada del cartero, que le traía los ejemplares de El Contemporáneo. En 1877 fue utilizado por los jesuitas como noviciado hasta 1975. En la actualidad es propiedad de la Diputación Provincial de Zaragoza, que lo restauró y lo utiliza en la actualidad para diversas actividades culturales. Está proyectado hacer de ese recinto un Parador de Turismo. Frente a la entrada, al otro lado de la carretera comarcal, se encuentra la conocida como Cruz Negra. Se trata de un peirón rematado en cruz, un cadalso simbólico, el signo tétrico del gran poder del abad, señor de vasallos que poseía las localidades de Ainzón, Alcalá de Moncayo, Bulbuente, Litago, Pozuelo de Aragón y Vera de Moncayo. Pero hay algo que no quisiera pasar por alto. Lo dejó escrito Roberto Miranda (El Día de Aragón, 24 de abril de 1988): “En el claustro, ante la sala capitular, permanece una señal sobre la losa que representa tres pies dispuestos en ángulo recto y sobre la hipotenusa imaginaria se entrelazan cuatro dobles circunferencias en cuadrado. Estos signos, descubiertos hace cuatro años por Dailliez y sólo vistos también en la abadía de Senanque, junto a Aviñón, representan el número áureo, el codo real que determinaban todas las dimensiones del monasterio. Con él y sus múltiplos, los sillares determinan exactos en las esquinas de los muros, y los fustes de las columnas tenían su fuste armónico”. En las proximidades del monasterio se encuentra sobre un otero Trasmoz, lugar a leyendas sobre brujas y aquelarres. Su castillo fue comprado por  Manuel Jalón Corominas (inventor de la fregona) que lo convirtió en 1988 en la Fundación Castillo de Trasmoz. En su torre del homenaje se expone el ajuar del último señor feudal, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, hallado durante unas excavaciones arqueológicas. Manuel Jalón Corominas levantó del suelo a las mujeres inventando la fregona, que desde 1958 fabricaba en su empresa zaragozana Manufacturas Rodex, que se creó con un capital inicial de 1.415.000 pesetas: 825.000 en efectivo y 590.000 en aportaciones no dinerarias de Manuel Jalón Corominas y Emilio Bellvis Montesano, fabricante de una famosa olla expres. En un reportaje publicado en Heraldo de Aragón del día 9 de enero de 1994 se recogen unas declaraciones suyas hechas en fecha anterior: “El invento de la olla expres data de 1918 y el inventor fue mi padre, Camilo Bellvis Calatayud, que la bautizó con este nombre”. Se trataba de una olla verde muy rudimentaria que, personalmente, hubiese podido confundir con la bomba del Liceo.

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