miércoles, 1 de noviembre de 2017

¿Truco o trato?





La idea ha partido de los chinos. Acaban de “inventar” una camiseta blanca, la “remera”, que tiene impreso un arnés oscuro que de lejos asemeja tratarse de un cinturón de seguridad. La policía china ha dicho que no se puede impedir el uso de esa prenda. Lo malo llega en caso de accidente, cuando el conductor sale despedido por el parabrisas. Fallece con el “cinturón” puesto, que es como morir con las botas puestas pero por estupidez. Esas “remeras” con  banda de “paternina”, o de muaré,  o de una Gran Cruz como las que le llevan en el frac, son sin lazo ni galón, sin símbolos ni escudos ni forros en el reverso. Están inventadas sólo para despistar a la Policía y evitar multas. Supongo que pronto las venderán en las tiendas de “todo a 100” de la misma manera que ahora se venden banderas rojigualdas para colgar en los balcones. Aquí deseo aprovechar para señalar algo que me parece importante, en el supuesto de que tengan importancia para el común de la ciudadanía las bandas protocolarias, que lo dudo. Pero, puesto que existen, entiendo que las bandas protocolarias tampoco se deben cortar, como ha hecho la consorte de Felipe VI en varias ocasiones: la última, en la cena de Buckingham Palace, junto a Isabel II; que, dicho sea de paso, esa sí que reina. Mucho vestido rojo de Felipe Varela, mucha cofia (ahora los pijos dicen tiara) de Ena de Battenberg, muchos pendientes rusos, también de la consorte de Alfonso XIII, y la banda protocolaria de Carlos III perdiéndose por las costuras. Una cosa es el look personal, siempre respetable, y otra muy distinta cargarse de un tijeretazo de modista los símbolos de una Real y Distinguida Orden establecida en 1771. La historia de esa Orden es conocida: tras cinco años de matrimonio, el heredero al Trono (más tarde Carlos IV, apodado “el Cazador”) aún no había tenido hijos varones. Finalmente, el 19 de septiembre de 1771 nacía en el Palacio Real de Portici el primer varón, bautizado como Carlos Clemente y un rabo largo de nombres, al que apadrinó el papa Clemente XIV. Aquella Orden de Caballería se puso bajo el patrocinio de la Virgen, en su misterio de la Inmaculada Concepción. Carlos III se declaró soberano de esa Orden y estableció que a ella deberían pertenecer los sucesores reyes de España. Nada se dice de sus consortes. Tardó en llegar, pero por un Real Decreto de 1983 (BOE  del 8 de agosto) se permitió el ingreso a dicha Orden a las señoras. Y por una posterior Orden (BOE 12 octubre de 1983) se dispuso que se podía conceder a las damas los siguientes grados: Collar, Gran Cruz, Encomienda de Número y Encomienda y Cruz. Más recientemente, (BOE de 12 de octubre de 2002) se aprobó un nuevo Reglamento que derogaba otros decretos anteriores y se optó por definir como “la más alta distinción honorífica entre las Órdenes civiles españolas, para recompensar a los ciudadanos que con su esfuerzo, iniciativas y trabajo, hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación”. Y ahora vienen las preguntas obligadas: ¿Cumplía Letizia Ortiz tales requisitos? ¿Ha prestado la consorte del rey (en la concesión de la Orden ni siquiera era reina consorte sino princesa consorte de Asturias) servicios eminentes a la Nación? ¿Alguien con capacidad bastante puede decirme cuáles? No lo entenderé aunque me aspen. Mejor será que me ponga la máscara de filisteo y siga con el Halloween: "¿truco o trato?"

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