viernes, 17 de noviembre de 2017

Un banquete a lo grande (I)





Se trata del banquete ofrecido por el Gobierno de Francia en 1900 a todos los alcaldes de la República. Pese a que todos ellos no pudieron asistir, los comensales pasaron de veintidós mil. El encargado de la organización fue Bouvard, que  necesitó dieciocho días para poner en marcha la comida en los jardines de las Tullerías, donde se instalaron las necesarias carpas por la casa E.Cauvin Yvose, tal y como lo describe Natalio Rivas en su “Séptima parte del Anecdotario Histórico Contemporáneo”. (Editora Nacional. Madrid, 1953, pp.169 a 171). Para que podamos hacernos una idea del tamaño de aquellas carpas, la mayor medía 521 metros de largo por 28’5 de ancho, y las cocinas medían 12.000 metros cuadrados, con una superficie total de 4 hectáreas.  Los detalles de cubertería, flores, sillas, etcétera, corrieron a cargo de la empresa Potel et Chabot. Aquel banquete estuvo presidido por el entonces séptimo presidente durante la Tercera República Francesa, Émile  Loubet, elegido en febrero de 1899, sustituyendo al anterior presidente, Félix Faure. Durante su mandato se produjo el famoso Caso Dreyfus. Como decía, también asistieron al ágape todos los miembros del Gobierno, los presidentes de los Cuerpos Legisladores y el comisario de la Exposición Universal de París. Como dato significativo, en aquella Exposición Universal, el catedrático de Física y sacerdote Eugenio Cuadrado Benéitez presentó su “excitador eléctrico universal” que fue bautizado con el nombre de “La Centella”, siendo galardonado con una Medalla de Oro. Aquel mecanismo permitía obtener Rayos Roentgen mediante energía electrostática. Manuel Manzanas, alistano de Trebazos, recordaba una curiosidad anecdótica: “Encontrándome en el bar Ñicos, en Trebazos, aparece don Ramón Rodríguez, párroco de Trabazos desde hace mas de cincuenta años y quien al comentarle el hallazgo, me refiere haberlo vivido en primera persona, ofreciéndose a enseñármelo cuando gustase, por existir un modelo en el museo del Seminario de Zamora. Me contó, que en una ocasión la habían desarmado para cambiarla de lugar y que luego habían tenido dificultades para volver a montarla y que consistía en un ‘disco metálico, con unos pinchos’, que se accionaba con una manivela, que lo hacía girar. Al girar, los ‘pinchos’ se frotaban sobre unas ‘escobillas’, de las que salían dos cables, uno positivo y otro negativo, que conducían la electricidad, que así se obtenía hasta unas botellas, que actuaban como baterías acumuladoras. Los seminaristas utilizaban ‘La Centella’, para darse, duchas eléctricas. Mojaban la superficie sobre la que colocaban los pies y a las que se conectaba uno de los cables y sobre la cabeza había un dispositivo, como la alcachofa de una ducha, con unos pinchos, al que iba conectado el otro cable. Al accionar la manivela se producía la electricidad, que en última instancia llegaba a la ducha, y que atravesaba al duchando, entrando por la cabeza y produciendo una sensación de ‘culebrinas’, muy curiosa”. En aquella Exposición Universal, a la que se entraba por la Torre Eiffel, tuvo como comisario a Charles Adolph Alphande. En la mente de los franceses estaba una corrida de toros en el coso construido por Mariano Hernando de Larramendi, en el Campo de Marte. Se había inaugurado años antes, el 20 de junio de 1889, con motivo de la anterior Exposición, donde actuaron los maestros Antonio Carmona ''El Gordito'', Fernando Gómez ''El Gallo'' y Juan Ruiz ''Lagartija''. Estuvo presente en aquella recordada corrida la ya exreina de España, Isabel II. La plaza desapareción pocos meses más tarde. El Grand Prix de la Exposición de 1900 fue para la cervecera Heineken.

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