lunes, 12 de febrero de 2018

Habla el oráculo de Delfos





La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se cree que es el oráculo de Delfos, que conoce su futuro de la boca de la Pitia, en este caso, de Mariano Rajoy, que se comunica directamente con la divinidad. Y esa señora acaba de decir en 20 Minutos, además de que todavía el Gobierno no tiene Presupuesto para 2018, que la reforma electoral que pretende llevar al Congreso Ciudadanos y Podemos perjudica a la España despoblada. Claro, la actual Ley Electoral, por aquello de la Ley D’Hondt, o sea, del cálculo proporcional,  que divide el número de votos emitidos para cada partido entre el número de cargos electos con los que cuenta cada circunscripción. Dicho en plata: que un aspirante a diputado lo tiene más fácil en Soria o Teruel que en Barcelona o Madrid para conseguir su escaño. Y eso, evidentemente, no beneficia al PP por ser un partido mayoritario. Mariano Rajoy parece que se encuentra en horas bajas si tiene en cuenta los últimos sondeos y teme lo peor, es decir, que Ciudadanos le reste votos en los próximos comicios. Y la sombra alargada de UCD le produce pesadillas. Se le aparece Pitia mascando laurel en éxtasis señalando con un dedo la imagen de Landelino Lavilla. Recuerden que en las elecciones generales de 1982, en las que venció de forma aplastante el PSOE, UCD presentó como candidato a Landelino Lavilla, y solo obtuvo 1 425 093 votos (6,7 %) y 11 escaños, perdiendo 157 diputados respecto las anteriores elecciones. En el momento en que UCD pasó a la oposición su secretario general era Íñigo Cavero. El 11 y 12 de diciembre de 1982 se celebró un congreso extraordinario en el cual Landelino Lavilla fue confirmado como presidente y Juan Antonio Ortega fue elegido secretario general. Tras todas estas escisiones y el pésimo resultado electoral, UCD se disolvió el 18 de febrero de 1983 aunque su grupo parlamentario se mantuvo hasta 1986. En España existe casi el mayor paro de Europa y trabajo muy precario; se produjo un tremendo rescate bancario cuyo dinero prestado no devuelven a la UCO; los beneficios económicos de los que presume el Gobierno no llegan a las clases populares; la deuda pública es de órdago a la grande; la gestión del Gobierno en el proceso catalán ha sido un fiasco; los casos de corrupción dentro de ese partido producen alarma social; aumentan las listas de espera en los hospitales públicos; no saben qué hacer con la educación ni con la televisión pública; y se pasan el día diciendo a la rosa de los vientos que se acaba el fondo de pensiones y ponen como solución el “ya veremos…”. Ante ese panorama infumable, va a ser difícil contener a una gran parte de pensionistas y jóvenes sin futuro  que ya están mirando a Rivera como un posible  “redentor” de causas perdidas.  El jarabe de palo aplicado en Cataluña por  las fuerzas del orden el pasado 1 de octubre  y el conocimiento por la ciudadanía de que el director general de Tráfico se encontraba  en su casa de Sevilla, mientras muchos conductores quedaban atrapados por la nieve en diversas carreteras, han sido las guindas del merengue. Ahora dice Rajoy que los fondos de pensiones podrán ser rescatados pasados 10 años, pero no aclara en qué condiciones. Que lo diga, hombre, que lo diga. Aquí ya nadie se pasa el día escuchando a sibilas y con el dedo dentro de la boca, chupando.

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