martes, 20 de marzo de 2018

Se marcha el invierno



Aquí se ha hecho bueno el dicho “las desgracias nunca vienen solas”. Este mes de marzo nos dejaron para siempre tres personajes vinculados de alguna manera con Aragón que no debo dejar pasar por alto: Elías Yanes Álvarez, arzobispo emérito de la Archidiócesis de Zaragoza y expresidente de la Conferencia Episcopal,  Manuel José López Pérez, doctor en Farmacia y catedrático de Bioquímica, anterior rector de la Universidad de Zaragoza y José Enrique Ayarra Janes, canónigo, músico, excatedrático de Órgano en el Conservatorio de Sevilla y organista oficial de esa Catedral desde 1961, jacetano de nación. En una entrevista que le hizo el diario ABC de Sevilla, Ayarra lamentaba la crisis que atravesaban las cátedras de Órgano: “La carrera es larga y su futuro tenebroso porque no todas las iglesias pueden pagar a un organista profesional, por lo que la salida profesional de un organista es aspirar a ser catedrático de Acústica, Armonía y Composición, y matar el gusanillo del órgano tocando en una iglesia”. Curiosamente, no he leído un solo elogio funeral sobre el fallecimiento de este ilustre músico jacetano en la prensa aragonesa. Se cumple aquello de que nadie es profeta en su tierra y en Aragón es difícil que reconozcan la valía de quiénes la merecen, salvo que te llames Petronila, seas hija de Ramiro II el Monje, un rey como de baraja de Heraclio Fournier,  y te cases con un conde de Barcelona de nombre Ramón. ¡Qué triste!

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