viernes, 20 de abril de 2018

La imaginación es lo que cuenta



Más de 3.000 páginas componen “En busca del tiempo perdido”,  novela en la que Proust dedicó más de 20 años de su vida semiencerrado en una habitación insonorizada. Nada comparable con la obra del escritor guatemalteco Augusto Monterroso, maestro del microrrelato. Lo cierto es que se puede decir mucho en pocas líneas y aportar muy poco en cientos de folios manuscritos. De la misma manera, se pueden narrar las mil peripecias de cada viaje realizado y, también, se pueden idear paisajes idílicos sin salir de un cuarto con escasa ventilación y luz. El cerebro es prodigioso. Imagine el lector que yo no he estado jamás en Chauen, en Marruecos y a unos 100 kilómetros de Ceuta. Ciertamente nunca he estado allí. Pero alguien que sí ha visitado la ciudad me informa de que es una ciudad añil que acogió a judíos y moriscos expulsados en tiempos de los Reyes Católicos y que dieron un toque andaluz a las casas. Y que sus calles constituyen un auténtico laberinto aunque imposible de perderse en ellas. De entrada, ya tengo  la perspectiva geográfica para desarrollar un relato de cierta consistencia. Sólo debo poner algo de imaginación, soñar que me encuentro entre sus calles y dormir en casa de un descendiente de aquellos españoles en la diáspora obligados por cuestiones religiosas. No es difícil, como digo. Es como escuchar el murmullo del mar dentro de una caracola.

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