domingo, 8 de abril de 2018

Olores



Me entero de que la cafetería vienesa Supersense vende cápsulas con hasta 56 aromas distintos para que puedan ser asociados con recuerdos de otro tiempo. Es un modo de atrapar el pasado que no volverá. Lo que ya desconozco es si tales aromas tendrán algo que ver con nuestros particulares recuerdos infantiles. Cada persona es un mundo. Yo recuerdo, por ejemplo, el olor de aquel café de puchero que había que pasar por un colador de tela, el olor de la catedral de Lugo con aquellas humedades, el olor de la pólvora después de haber hecho sonar mi pistola de mixtos, el olor de los viejos vagones de tren de largos trayectos, el olor a  calamares que salía de los bares de El Tubo, el olor de las viejas boticas… El olfato siempre nos retrotrae a épocas pasadas en las que nos conformábamos con poco, en las que siempre nos abrigaban mucho para salir a la calle, en las que no se concebía dejar de ir a misa los domingos  ni dejar de tomar la cucharada de hipofosfitos antes de la comida, que coincidía con el tararí, tarará de un clarín, el “gloriosos caídos…” y el “parte” de las dos y media de la tarde en el reloj de la Puerta del Sol.

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